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Dominando las olas, los jóvenes de Nuquí dejan atrás la triste realidad de su pueblo: los cultivos ilícitos, el narcotráfico y la presencia de los grupos armados ilegales.
El primer contacto de los jóvenes de Nuquí con el surf es con una de las tablas de sus camas.
A pesar de la violencia y la pobreza que se ha ensañado con el municipio, los niños de Nuquí saben que la educación es una vía de escape a ese futuro desesperanzador.
Lo que inició como una curiosidad traída por los turistas extranjeros se ha convertido en una pasión para los niños en este rincón del Pacífico colombiano.
Su talento con la tabla ha llevado a Santiago a participar en los campeonatos de Surf celebrados en Barranquilla, Santa Marta y San Andrés.
Ryan Buta, el australiano que trajo las tablas de surf a Nuquí, llevó a Santiago y a sus amigos a conocer las aguas y la comunidad surfista de Oceanía.
Con las tablas artesanales se da el primer contacto sobre las olas. Ellas enseñan a dominar la fuerza del agua, a aprovechar las olas, a vivir la adrenalina junto al mar.
El surf también se ha convertido en un escape para la pobreza y el hambre. Se calcula que cada año mueren de desnutrición 1.486,99 bebés por cada 100.000 nacidos.
"Me encanta el surf, puedo surfear todo el día sin comer nada", dice.
Los surfistas de Nuquí fueron remplazando sus tablas artesanales por las profesionales que los turistas les dejaron como regalo.
Santiago vive con sus ocho hermanos. Entre todos cuidan de su casa pues sus papás no trabajan en el pueblo.
Todos los días, después del colegio, Santiago y sus amigos aprovechan la marea y con sus tablas se deslizan entre las olas.