
Cada que visito uno de los baños en las oficinas de VICE en Brooklyn, a cualquier hora del día, cualquier día de la semana, siempre me pregunto, mientras abro la puerta, lo que me voy a encontrar. ¿Manchas de caca en la taza? ¿Pedazos completos de caca flotando? ¿Vellos púbicos sobre el asiento? ¿Sangre? ¿Una combinación de todo esto? Todas esas cosas son fáciles de explicar con algo como: “Soy asqueroso y no sé cómo controlar mi vello corporal ni mi cuerpo”, pero lo que nunca podré entender, ni aceptar, es cómo una persona que entra al baño con la intención de dejar su orina en la taza (el único lugar correcto para esto) termina descargándose sobre el piso.Dado que esto me ocurre todos los días (entrar a un baño utilizado únicamente por adultos y encontrar meados en el piso) paso mucho tiempo pensando en ello. Lo pienso tanto, y desarrollo tantas teorías sobre lo que pudo haber ocurrido, que mis pensamientos se dividen y todo se vuelve demasiado difícil de organizar. Decidí que sería mejor escribir sobre ello, y quizá podríamos tratar de resolver este acertijo que nos da la vida en equipo.INFORMACIÓN BÁSICAYo tengo una vagina. Cuando hago pipí, ésta sale por un pequeño orificio en la parte de arriba de todo lo que es considerado como “mi vagina”. Orino sentada. Cuando tengo que hacer pipí, me siento y la pipí sale como agua de una manguera con una boquilla de presión en la punta. Si decidiera no orinar en un escusado, sino en el pasto o sobre un árbol, es muy probable que parte de esa pipí termine en mis muslos, y probablemente en mis zapatos, si no tengo cuidado. Podría dirigir mejor mi chorro usando un embudo, pero no lo tengo. Mi orina nunca ha terminado en el piso de un baño. Ni una sola gota. Nunca. Ni siquiera cuando era pequeña.
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