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una historia maravillosa

El pequeño equipo que ganó: la increíble aventura mundialista de Bhután

Bhután ya no es la peor selección de fútbol del mundo. Cómo un reino budista minúsculo logró vencer a la selección de Sri Lanka es una historia fascinante.

Cuando el capitán de la selección de fútbol de Bhután, Kharma Shedrup Tshering, compró un periódico local tras aterrizar en Sri Lanka, una historia sobre su país le llamó la atención. Su equipo había viajado a la capital esrilanquesa, Colombo, para disputar un partido de clasificación para el Mundial de 2018. Shedrup leyó la historia, se detuvo en un pasaje y la leyó de nuevo: "¿Realmente están diciendo esto?", se preguntó.

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Según Shedrup, el artículo citaba unas supuestas declaraciones de un antiguo capitán de Sri Lanka que aseguraba que "no valía la pena" jugar contra el equipo peor clasificado en el ranking de la FIFA: "Sri Lanka no ganará nada jugando contra Bhután. No servirá ni como partido de entrenamiento".

Cuando los compañeros de equipo de Shedrup encendieron el televisor en las habitaciones del hotel, oyeron las mismas declaraciones en las noticias. Las faltas de respeto se acumularon: los jugadores de Sri Lanka incluso se atrevieron a pronosticar los goles que le iban a marcar a Bhután.

Con cero puntos, Bhután estaba hasta hace poco en la última posición del ranking FIFA, que cuenta con 209 países. Esta era la primera vez que un equipo del pequeño reino budista entraba en las eliminatorias de clasificación para la Copa del Mundo.

"Pronto, todo el mundo en casa sabía lo que decían los esrilanqueses", aseguró Shedrup en una llamada telefónica. "Todo Bhután lo puso en Facebook: Sri Lanka cree que no vale la pena jugar contra nosotros".

La selección que Bhután mandó a Colombo no tenía ni un solo jugador profesional en sus filas. La mayoría de sus jugadores eran estudiantes de instituto o universitarios, y los componentes del equipo se habían encontrado por primera vez apenas 40 días antes del partido contra Sri Lanka. Al menos cinco de los jugadores nunca habían disputado un partido internacional; los que lo habían hecho llevaban dos años sin competir y sus últimos encuentros habían terminado con dos derrotas, una por 3-0 frente a Afganistán y otra por 8-2 frente a las Maldivas.

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Nadie esperaba que el resultado fuese distinto esta vez.

El estadio Changlimithang en la capital de Bhután, Thimphu. Imagen vía WikiMedia Commons.

En el pasado, la falta de fondos había forzado a Bhután a retirarse sistemáticamente de la fase clasificatoria para el Mundial. Esta vez, no obstante, la federación bhutanesa decidió participar, aunque el dinero siguió representando un desafío. La ayuda llegó, curiosamente, de Japón: la Federación Japonesa de Fútbol (JFA) decidió proveer a Bhután con equipaciones completas, incluyendo las camisetas, los chándales e incluso las botas.

Dada la sensación de provisionalidad y desorganización, era de esperar que Sri Lanka se comportara de forma arrogante. Las declaraciones altaneras de los ceilandeses, sin embargo, no hicieron más que ayudar a Bhután.

"Eso realmente motivó al equipo y causó una gran unión. Además, el impulso llegó en el momento justo", explicó Shedrup. "Queríamos demostrar que ser el hecho de que fuésemos el equipo peor clasificado no implicaba que no supiéramos jugar al fútbol".

El 12 de marzo, en el primer partido de la eliminatoria, Shedrup y sus compañeros de equipo pudieron dejarlo claro. Bhután consiguió una inesperada victoria de prestigio: ganó a Sri Lankda por 0-1 con un gol en el minuto 84. Era su primer triunfo en siete años. Por primera vez en la historia de Bhután, la selección nacional de fútbol ocupó las portadas de los periódicos del mundo.

En Sri Lanka, no obstante, seguían confiando en que conseguirían el pase a pesar de la derrota en la ida. La vuelta se debía jugar en Thimphu, Bhután, la tercera capital más elevada sobre el nivel del mar del mundo. Apenas veinte minutos después de empezar el partido, a los jugadores esrilanqueses les empezó a faltar el aliento. Jugar a una altura de 2.320 metros parecía que iba a ser un factor clave, aunque los jugadores bhutaneses tampoco lo estaban pasando bien: se trataba del primer partido oficial desde 2003 y el equipo estaba tremendamente nervioso. Detrás, eso sí, tenían a un país entero rendido a sus pies: el gobierno bhutanés incluso declaró que el 17 marzo sería fiesta nacional.

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En un entorno inigualable formado por la combinación entre sobrecogedora belleza natural y monasterios antiquísimos, y con el imponente Himalaya como telón de fondo, el estadio Changlimithang se convirtió en una localización espectacular para el partido. Por primera vez, 25.000 bhutaneses se reunieron para presenciar un partido de fútbol. Cuando el partido terminó con un 2-1 en el marcador para los locales, el público incluso había intentado (a veces con éxito) hacer la ola. Una nueva primera vez para un país cuyo deporte nacional es el tiro con arco.

"Nunca olvidaré ese día. Cuando lo recuerdo aún siento mariposas en el estómago", dijo Shedrup. "En el público solo se veían dos colores: el amarillo y el naranja. Los gritos de ánimo eran tan fuertes que los jugadores no nos oíamos hablar en el campo".

Chencho Parop Gyeltshen (en el medio), el delantero centro de Bhután, marco los dos goles en la victoria de su equipo frente a Sri Lanka el 17 de marzo. Imagen via Facebook.

Una de las razones por las que nadie esperaba que Bhután diera la sorpresa y lograse avanzar en el torneo fue el hecho de que su fútbol no tiene ningún eco internacional. Bhután está tan físicamente lejos de Sri Lanka que, después de un agotador viaje de 10 horas vía Bangkok, los jugadores esrilanqueses tuvieron que aterrizar en una de las pistas más pequeñas y peligrosas del mundo: Paro, el único aeropuerto internacional de Bhután, ubicado a una hora de coche de Thimphu.

En 2009, solo unos pocos aviones especiales y ocho pilotos tenían licencia para aterrizar en Paro. No es para menos: el aeropuerto está rodeado por montañas de 4.900 metros de altura. Uno de esos pilotos es Shedrup, el capitán de la selección, de 25 años. Cuando era pequeño, a Shedrup le encantaba jugar a fútbol, pero se dio cuenta de que solo haciendo deporte no podría ganarse la vida en Bhután. La liga nacional del pequeño país asiático, de hecho, dura únicamente seis semanas; los clubes no ganan dinero y los jugadores no tienen ningún contrato de pago.

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Las cosas, sin embargo, están empezando a cambiar. La Federación Bhutanesa de Fútbol empezó a poner las bases de esta victoria histórica hace tres años. Shedrup explica que, en vez de invertir la mayoría de sus recursos en jugar un par de partidos internacionales al año, la federación ha comenzado a utilizarlos para construir y desarrollar una estructura de formación para las jóvenes promesas. Muchos de los nuevos jugadores de la selección se formaron a través de este programa, y el interés por el fútbol en el país llegó a su clímax tras la instalación del primer campo de césped artificial en 2012. En Bhután ahora hay 5.000 niños jugando a fútbol en distintas categorías, 2.000 de los cuales son chicas.

Desde 2012, según el delegado regional Shaji Prabhakaran, la FIFA ha donado casi 3 millones de euros para mejorar la infraestructura del fútbol en Bhután. El aspecto más visible de esta inversión fue la transformación de campos de hierba silvestre en estadios de césped artificial en Thimphu. Las nuevas instalaciones se convirtieron inmediatamente en atracciones locales: no es extraño si se tiene en cuenta la orografía de Bhután, que hace extremadamente difícil encontrar una superficie plana lo suficientemente grande como para acoger un campo de fútbol en la mayor parte del país.

Además de ser físicamente remoto, Bhután es un estado políticamente aislado y en muchos casos inmune a los estándares del mundo moderno. Hasta los años 60, Bhután no tenía papel moneda, ni hospitales, ni carreteras, ni electricidad; ni siquiera tenía relaciones diplomáticas con otros países. Un 70% de los 753.000 habitantes del país aún viven sin electricidad. En 1971, Bhután empezó a medir el progreso del país a través del concepto de Felicidad Nacional Bruta, un curioso índice que valora mucho más elementos que el PIB.

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"Quieren que el fútbol tenga el mismo impacto", asegura el seleccionador bhutanés Chokey Nima: "Quieren hacer a la gente feliz. A través del fútbol, podemos conseguir más felicidad", explicó Nima en una llamada telefónica.

Esta victoria frente a Sri Lanka ha sido un paso en esta dirección. "La imagen del fútbol ha cambiado en el país", dijo Nima: "Ahora todo el mundo le da soporte". La victoria también ayudó a la Federación Bhutanesa de Fútbol. La selección nacional de Bhután no disponía de un patrocinador: ahora se negocia para cerrar uno.

Niños bhutaneses juegan al fútbol en un monasterio de Thimphu. Imagen vía STR News.

Aún quedan algunos problemas por resolver, sin embargo. Los aficionados al fútbol más jóvenes del país raramente tenían la opción de ver en directo a la selección, porque Bhután pocas veces disputaba partidos en casa y sus encuentros a domicilio nunca se retransmitían en directo. Esto es culpa, principalmente, de la extraña relación del país con la televisión: no fue hasta 1999 que Bhután levantó el veto que impedía verla. Fue el último país del mundo en el que estuvo prohibida.

"Querido editor; la televisión es muy mala para nuestro país… controla nuestras mentes… [nos] vuelve locos. El enemigo está aquí, en nuestro propio salón. La gente se comporta como los actores, y ahora están ansiosos, son codiciosos, nunca están contentos", aseguraba una carta enviada por un bhutanés en el año 2000al editor del periódico británico The Guardian.

Algunos de los miembros más veteranos de la selección de Bhután crecieron sin haber visto jamás un partido de fútbol en directo por la televisión. El único material que llegaba a sus manos, y muy ocasionalmente, eran cintas de vídeo con partidos del Mundial.

Pero la victoria del combinado nacional ha dado motivos a los jugadores para debutar en la televisión, y la federación bhutanesa ya está negociando los derechos de TV para la fase de grupos clasificatoria para el Mundial de Rusia. Ello también ayudaría al rey de Bhután Jigme Khesar Namgyal Wangchuck, de 35 años y gran aficionado al fútbol, a seguir a la selección de su reino.

Tras estudiar en los Estados Unidos, el rey Wangchuck solía ver únicamente partidos de la NBA, pero ahora el fútbol es parte de su rutina semanal: el monarca se asegura de llegar a Thimphu a jugar un partido cada semana en el estadio Changlimithang. Por desgracia no pudo asistir a la gran victoria frente a Sri Lanka, pero ello no ha afectado la reputación de la que goza entre su pueblo.

"Creemos realmente que fue solo gracias a la bendición del rey que pudimos ganar", aseguró el seleccionador, Nima.

Lo más importante de todo, sin embargo, es que Bhután ha logrado quitarse el farolillo rojo de encima: el pequeñísimo país del Himalaya ya no es el peor equipo del mundo.