El autor con la bestia mayor (su padre).
Nunca tuve la vocación para el hampa. Pero fui bastante allegado a Chuy Películas. Le apodábamos así porque era fanático del cine. Un asaltante de bancos y comercios. El dueño absoluto del centro de Torreón. A mí me cooptó el basquetbol. Me la pasé como lelo botando un balón desde los ocho años hasta los veinticinco. A Chuy Películas lo conocí en una cancha de básquet. Todos los domingos nos brincábamos la barda de una escuela primaria para jugar retas. No lo hacíamos en una cancha pública porque la escuela estaba bardeada y nos brindaba la clandestinidad necesaria para drogarnos a nuestro antojo. En casa de Chuy vi un arma por segunda vez. La primera fue en mi casa. Mi padre era de la idea de que de la cárcel sales, del panteón no. Según Chuy me estaba preparando para ingresar a su banda. Pero nunca ocurrió porque la policía lo atrapó.Los primeros cinco años de mi existencia los transcurrí en el Cerro de la Cruz. Siempre de bota y sombrero, mi padre es texano. Con esporádicos viajes a Reynosa. Y cruces al otro lado sin papeles. Mi padre era tahúr. Un día podría llegar del kínder y descubrir que teníamos el televisor más grande del mercado. Y al día siguiente había desaparecido. Lo había perdido mi padre en el póker. En una ocasión apostó a mi madre. Cuando cumplí cinco años nos abandonó y nos mudamos a casa de mi abuelo. A una colonia a las faldas del mismo cerro. A los cinco tuve mi primer acercamiento con la muerte. Caí en una alcantarilla. Pero a los seis me sucedieron dos cosas que me marcaron tan profundamente como el hecho de saber que podría morir.
Publicidad
El autor con dos luchadores.
Publicidad
Publicidad
El autor con su madre, su primo el Tony y un pescador.