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Cultură

Haciendo amigos en la Exposición Anti-terrorismo de Londres

Conocimos a los paranoicos que se dedican a llenar el mundo de armas.

Hace unas semanas, lo desalentador, lo malo y lo paranoico llegó al centro de exposiciones Olympia, en el este de Londres, para la Counter Terror Expo (Exposición Anti-terrorismo), organizada por Clarion Events. A pesar de que solo fue la mitad de gente que el año pasado, el gran Victorian Hall, con suelo de moqueta, todo lleno de pequeños compartimentos para que se pareciese lo máximo posible a una oficina, daba techo a un montón de empresas diferentes esperando poder pregonar sus “mercancías” anti-terrorismo. El principal problema fue que, aunque había mucha mercancía a la venta, no parecía haber mucha gente dispuesta a comprar; esto significó que los vendedores de las distintas empresas se quedaron en sus puestos mirándose unos a otros con cara de tontos. Y en medio de todo estaba yo, haciendo como que, a) leía los mensajes de mi teléfono, y b) estaba ahí en nombre de otro empleado cuyo nombre, precisamente, es bastante menos sospechoso en el mundo de las exposiciones contra el terrorismo que el de VICE.

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El objetivo de las empresas que exponían sus productos era proteger a la gente del terrorismo, prevenirlo o perseguir a los terroristas. Para la “protección” había balizas, muros, vallas hechas de ondas invisibles y equipamientos de alta tecnología para humanos y animales. Para la “prevención”, robots cuya función es encontrar bombas, bases de datos que recopilan información sobre terroristas sospechosos, software que genera mapas mentales que relacionan diferentes sospechosos entre ellos, y lo que es más preocupante, tecnología que puede extraer información de teléfonos y ordenadores (¡hola, gobierno sirio!). Para la “Persecución”, se exponían Land Rovers y Toyotas blindados, armas nuevas y mortales, simulaciones por ordenador para coger práctica disparando y, por supuesto, mercenarios entrenados. Mucho material expuesto en la exposición es ilegal en el Reino Unido. En uno de los puestos se ofrecía la posibilidad de hacer un tour por los puestos de seguridad israelíes. Solo a cambio de una maleta llena de dinero puedes visitar varios puertos, campos de aviación y checkpoints que tan bien conoces por tus noticias favoritas, como por ejemplo “Palestinos eliminados en una misión secreta por el Mossad”. Una semana partiendo caras en un control policial de Ramallah, ¿qué me decís? ¿Dónde tengo que firmar? Aunque, por raro que parezca, la mujer de este puesto era muy simpática. Una vez dentro de la exposición, después de pasar por un escáner al estilo aeropuerto para asegurarse de que no iba cargado de materiales pro-terror –pero también para promocionar a la empresa que vende dichos detectores–, solo me pude quedar con una Blackberry para hacer fotos a los objetos que tenía delante. Me habían avisado de que no estaba permitido hacer fotografías, pero, joder, yo era un espía luchando a favor del buen periodismo y preparado para ilustrar la verdad solo con mis palabras, un desconcertante despliegue de acrónimos y una cámara con pocos píxeles.

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Si quieres coger práctica disparando a los malos, McQueen Targets es lo que estás buscando. Hacen modelos a tamaño humano para que puedas practicar a gusto, y por un poco más de pasta, no tienes que hacer como que estas hablando con un tío que acaba de salir del departamento de lenguas extranjeras de Goldsmith.

Puedes escoger entre Georgi, el rumano trastornado; Lou, que quizás te recuerde los tiempos en que todos los hombres eran soldados ingleses y las mujeres eran terroristas irlandesas; Raj, el gangster de Bollywood, y un despliegue de otros personajes blancos, para que veas que no son racistas.

¡Intentad matar a este perro, venga, terroristas de mierda! Si quieres darle un susto de muerte a algún tipo malo con más bombas “sucias” que un cowboy mejicano en el momento de bajón después de un “viaje” de peyote de tres días, no te presentes con un perro, sino con un perro blindado. No podrán morder a causa del arnés de microfibras de Velcro que llevan, pero cargárselos costará el doble de balas. Además, es un regalo precioso de Navidad. Los niños los pueden perseguir con kalashnikovs sin preocuparse de que acaben en el cementerio de mascotas. Que alguien me pase mi VHS de Socios y sabuesos, por favor.

Esto era el área de pruebas, donde se podía mostrar a la gente la efectividad de las máquinas o productos. Una empresa tenía un robot y aseguraban que podía subir y bajar por la pared. Resultó que al final no podía hacerlo. Hablé con una empresa de robótica que se llamaba iRobot (Robots que marcan la diferencia) y fabricaba robots para el ejército de EEUU en Afganistán y luego usaba la misma tecnología para hacer aspiradoras. Su portavoz fue muy amable al recordarme que la empresa ya existía antes de la película de Will Smith. Yo también le recordé que, aunque ese fuese el caso, no existía antes del libro de Isaac Asimov.

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Esta empresa construye habitaciones del pánico. Sí, como en la peli de Jodie Foster. La más barata vale 10.000 libras, y la más cara, 160.000. Se las venden a futbolistas y a otros VIPs perturbados. Ahora están intentando venderlas a los grandes barcos comerciales para los que los piratas suponen una amenaza; si un pirata se cuela en tu barco, el mejor lugar en el que estar no es una barricada en la sala de controles, sino una habitación del pánico que le compraste a una compañía en Inglaterra.

Mira cuánto terror rebosa esta gente. Así es como la exposición contra el terror ve el mundo: una serie de amenazas rojas y palpitantes que deben ser neutralizadas en nombre del dinero para hacer helicópteros de juguete con webcams incorporadas.

En serio, podrías comprártelo en Argos por 40 pavos. Este de aquí lo ha creado una empresa de dispositivos militares, que los vende por 15 de los grandes. Los gobiernos se han quedado pasmados por la “militaridad” de la empresa y compran los helicópteros por 15.000 libras, cuando en realidad lo que deberían hacer es apoyar más a los minoristas con sus misteriosos e ilógicos sistemas de gestión de esperas.

Es una metáfora apropiada para la conferencia, que saca beneficios para sus organizadores mientras no hace casi nada por las empresas que exponen, las cuales luchan por vender cualquiera de sus mierdosos productos. “Probablemente no te convenga hablar con un periodista”, le dije a un fabricante de software naval. “Es mejor que no hablar con nadie”, me contestó. Vaya, el mundo del anti-terrorismo es sorprendentemente “emo”. Ahora entiendo por qué están tan asustados. Puedes seguir a Oscar en Twitter:  @oscarrickettnow

Si quieres saber más sobre la gente que se gana la vida fabricando armas, haz clic aquí: Sofex: El negocio de la guerra