Imagen por Adam Mignanelli
Es la cruda verdad: los gilipollas nos llevan ventaja. De hecho, hay documentos que respaldan esta teoría: en 2012 se publicó un estudio que reveló que las personas arrogantes o excesivamente seguras de sí mismas son más "respetadas y admiradas" por los de su entorno.Otro estudio puso de manifiesto que las muestras de rebeldía o de mala educación se perciben como manifestaciones de poder y otorgan un aire de importancia a quien las comete.Por otro lado, una serie de experimentos llevados a cabo en 2012 reveló que los hombres que se consideran simpáticos y agradables ganan menos dinero que los que no lo son. Si damos un mínimo de credibilidad a estos datos, llegaremos a la conclusión de que ser un capullo contribuye a que seas más popular, más poderoso y más rico.Un estudio que reveló que las personas arrogantes o excesivamente seguras de sí mismas son más 'respetadas y admiradas' por los de su entorno
Tras estas reflexiones, me pregunté si mi vida cambiaría en algo comportándome como un cabrón, por lo que decidí comprobarlo durante una semana.Mi primera oportunidad no tardó en presentarse: una cita que había salido muy mal. El mes anterior había quedado con un tío que no paró de escribirme después de nuestro encuentro, diciéndome que era "perfecto" y que tenía muchas ganas de volverme a ver pronto. Así que un día quedamos para comer. El plan era ir a buscarle a su casa y de ahí salir al restaurante.Ser un capullo contribuye a que seas más popular, más poderoso y más rico
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"¿Y qué parte de la única cita que hemos tenido te hizo pensar eso? ¡Eres asqueroso!", le grité, mientras sus vecinos contemplaban la escena. Me sentí como Sharon Stone en Casino. "Lo mínimo que podrías haber hecho era avisarme. ¡Espero que te contagie verrugas en los huevos! ¡Basura!".Aunque reconozco que me sentí mal llamándolo basura, el sentimiento de culpa no tardó en desaparecer. Empezaba a gustarme, eso de ser un cabrón. Y resulta que también hay estudios que lo confirman: en un experimento titulado "Agresión, exclusividad y obtención de estatus en redes interpersonales", el sociólogo Roger Faris estuvo tres años estudiando a un grupo de adolescentes para tratar de averiguar qué hacía que fueran populares.Siendo un capullo tienes acceso al club de los guais de la clase, mientras que las personas amables solo se pueden juntar con la gente vulgar
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Después de mi cita frustrada, y pese a las ganas que tenía, no se me presentaron muchas más oportunidades para comportarme como un capullo. Por supuesto, estaban las básicas, como poner los pies en el respaldo del asiento de delante en el cine, ignorar a todo el mundo en una conversación entre varias personas o ocupar intencionadamente más espacio del necesario para aparcar, pero por lo general, mi vida pasaba sin incidentes ni provocaciones.Si en la vida real tenía dificultades para hacer gala de mi recién adquirido hijoputismo, en cuanto entré en internet me llovieron las oportunidades
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Mi perfil de ligoteo por internet, que hasta ese momento incluía una foto mía de cara y una descripción normal y agradable de lo que me gusta y lo que busco, pasó a mostrar una imagen de mi torso y un texto que decía: "Seguramente no me vas a impresionar. Te enseñaré la cara si me apetece. Si no respondo, capta la indirecta, atontao".Lo cierto es que recibí bastantes mensajes de gente diciéndome que era un gilipollas, pero también me llegaron unos cuantos de tíos de la "élite" que jamás se habrían fijado en mi antiguo perfil. Decidí seguir el rollo a algunos, ignoré a otros con desprecio y llegué a la conclusión de que un poco de misterio y una buena dosis de actitud abrían muchas puertas.Tras una semana siendo hostil, excluyente y arrogante, me sentía agotado. Puedo deciros de todo corazón que prefiero ser amable. El rollo ese de llamar la atención estuvo bien, y lo de sentirme por encima de todo el mundo, pero creo que el deseo de gustar y de ser respetado puede más que todo eso.Sigue a H. Alan Scott en Twitter.Traducción por Mario Abad.Tras una semana siendo hostil, excluyente y arrogante, me sentía agotado