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Nerviosismo e incertidumbre, pero por fin los Cubs pueden festejar

El Juego 7 fue tenso y dramático, y ambos equipos lo dieron todo por la gloria. Pero todo cambió cuando Ben Zobrist tomó su turno al bate.
Photo by Patrick Gorski-USA TODAY Sports

Verlos juguetear sobre el diamante momentos de después de derrotar a los Indians de Cleveland en el Juego 7 de la Serie Mundial la noche del miércoles, te da una idea de las dificultades que los Cubs de Chicago tuvieron que superar. Después de todo, contaban con Kris Bryant, el presunto MVP con la capacidad de convertir cualquier lanzamiento en un proyectil de largo alcance, y Anthony Rizzo, quien se para el plato y conecta dobles por todo el campo. También estuvo presente Javy Báez, con sus manos mágicas y sus potentes lanzamientos a las bases y, por supuesto, los lanzadores con credenciales: Jon Lester, Jake Arrieta, Kyle Hendricks, Aroldis Chapman. También el encargado de manejar los hilos, Joe Maddon, quien necesitó sólo un campeonato para forjar un impresionante legado; más allá, bajando a prisa de las gradas estaba Theo Epstein, quien al final del último out pasó de un astuto armador de equipos a una deidad del beisbol.

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Los Cubs fueron el mejor equipo sobre el diamante todo el año, pero la postemporada es un cuento completamente diferente; exige a los equipos volver a demostrar lo que demostraron a lo largo de 162 partidos, pero esta vez en cinco, seis o siete juegos. Octubre y noviembre suelen nivelar las cosas en el beisbol. Hay más días de descanso y las series son más cortas, y permiten que un equipo plagado por lesiones como Cleveland haya aguantado a un gigante como Chicago.

En el Juego 7, casi todos dieron lo mejor de sí porque no había de otra. Maddon reemplazó a un inspirado Hendricks después de cuatro entradas y un tercio por Lester, quien permitió dos carreras pero picheó bien después. Terry Francona optó por lo seguro desde el principio, es decir, escogió a Andrew Miller, quien regaló dos carreras, el doble de lo que había permitido en toda la postemporada. Báez conectó un bola terrestre de rutina y mandó otra a Plutón. Rajai Davis le conectó a Chapman, de alguna forma, un cuadrangular en la octava entrada para empatar el partido.

Todo mundo intentaba jugar a su mejor nivel, hasta que el partido presenció la llegada de un jugador especial. Ben Zobrist disputa cada partido como si fuera una tarde de verano, pendiente y relajado, y cuando se posó sobre el plato del home en la décima entrada con dos hombres en base, hizo lo que siempre suele hacer con una bola rápida: le aplicó su peculiar swing y la mandó a un costado de la línea de foul. Chicago anotó dos carreras para romper el empate. Tres tensos outs después en la parte baja de la décima entrada, los Cubs se coronaban campeones.

"Probablemente, [Zobrist] ejemplifica con exactitud cómo queremos jugar al beisbol", Maddon opinó del MVP de la Serie empapado de champaña por los festejos después de la victoria. El beisbol disputado en la última parte del año es siempre el más extraño, y los Cubs lograron salir de una racha estresante a base de nerviosismo e incertidumbre. Reorganizaron su alineación, pusieron a prueba a su cerrador, y le dieron minutos a sus demás titulares. Después se coronaron, en gran parte porque un excelente jugador no cambió en absoluto.