Cultură

Cuando te das cuenta de que solo te alimentas de comida precocinada

La comida ideal para todos esos seres solitarios generados por una sociedad que promueve la carrera profesional individual por encima de todo, las folladas exprés con desconocidos y un sentimiento eterno de inseguridad.
comida preparada
Fotografía por VICE

El ruido neutro del aire acondicionado acompaña la escena. Al fondo de un pasillo de supermercado, un señor de unos 48 años está con la espalda medio encorvada observando detenidamente el contenido de la nevera refrigeradora que tiene delante. Se pasa la mano por detrás de la cabeza en un inconsciente gesto de duda. En el carrito tiene varias bandejitas envasadas de color blanco con distintos contenidos. “Salmón con verduras”, “Trasero de pollo con patatas y champiñones”, “Macarrones a la boloñesa”, “Albóndigas en salsa”, “Arroz negro con sepia y gambas”, “Judía verde cocida con patatas”.

Publicidad

De todos estos tiene un par de cada y la torre que hay dentro del carrito debe medir unos 20 centímetros de alto por 30 de largo. El hombre acerca la mano a la nevera, abre la puerta y coge un par de bandejas. “Spaghetti carbonara”. Las deja dentro del carrito y, poco a poco, arrastra su cansada existencia hasta la caja. El señor acaba de marcarse la compra de toda la semana, de lunes a lunes. Comida envasada.

Hartos de perder tiempo de vida preparando tuppers, muchos individuos han cedido a la comodidad que ofrecen ciertas capas del capitalismo y se han rendido al poder infinito de los platos de comida preparada. Gente que hace años que no toca un tomate, casca un huevo o hierve arroz. Individuos que solo entran en la cocina para utilizar el microondas o coger papel de cocina para las pajas. Imaginad una compra semanal que consista en un conjunto de azafates apelotonados dentro de la nevera, solo eso.

La triste vida de unos seres incapaces de cocinar y que siempre se ven obligados a degustar manjares preparados por otra gente, o sea, aceptando decisiones gastronómicas ajenas. Nunca podrán dotar un plato de un capricho personal, “yo es que a la ensaladilla no le pongo zanahoria”, “un poco de nuez moscada en el fricandó marca la diferencia”. Pero esto no les importa porque para ellos comer es solo una forma de obtener energía, un trámite (incluso) doloroso por el que tienen que pasar, un hábito humano desagradable que pretenden finiquitar lo más rápido posible, sobre todo después del divorcio.

Publicidad

"La comida ideal para todos esos seres solitarios generados por una sociedad que promueve la carrera profesional individual por encima de todo, las folladas exprés con desconocidos y un sentimiento eterno de inseguridad"

La comida ideal para todos esos seres solitarios generados por una sociedad que promueve la carrera profesional individual por encima de todo, las folladas exprés con desconocidos y un sentimiento eterno de inseguridad.

Entre semana (incluso) podría parecer lógico comer esta mierda porque los horarios apretados del curro y la vida en general no nos permiten elaborar viandas demasiado complejas.

Además, cuando hay que preparar el tupper, siempre es mucho más cómodo comprarse estas bandejitas que cocinar algo y perder tiempo que se podría estar invirtiendo en leer sobre "el clan de la Moraleja" en foros y blogs. El problema real aparece cuando se empieza a comer esta mierda incluso los fines de semana, cuando se convierte en un estilo de vida, algo que resulta más deprimente que pillar al payaso de una fiesta infantil esnifando cocaína en el baño antes del espectáculo.

Ya no es un tema de alimentación, estos rituales consolidan la monotonía dentro de un modelo de existencia ya de por sí tremendamente monótono (al fin y al cabo el trabajo remunerado se basa en la repetición de patrones funcionales). Esta peña del club de los precocinados hace siempre los mismos gestos a la hora de alimentarse: sacar una bandeja de la nevera, agujerear el plástico con un tenedor, ponerla en el microondas, esperar mirando a la pared, sacar la bandeja, arrancar el plástico y comer. Siempre la misma danza, los siete días a la semana. Lejos queda eso de tener que remover una sartén o ponerse las manoplas de cocina para sacar algo del horno, lo que vendrían a ser todos esos pequeños detalles que nos involucran en el acto social de elaborar un banquete.

Publicidad

"Ya no es un tema de alimentación, estos rituales consolidan la monotonía dentro de un modelo de existencia ya de por sí tremendamente monótono"

Es que al final, ¿por qué perder tiempo cocinando si hay expertos que cocinan mejor que nosotros? Gente cualificada que trabaja elaborando comida, los auténticos profesionales del condumio. Si es que, joder, otra cosa no, pero nadie puede negar que la comida preparada genera puestos de trabajo. Para el usuario, económicamente hablando, la estrategia es perfecta, pues consumir estas bandejitas sale incluso más barato que comprar materia prima y gastar en luz, gas y Fairy al tener que cocinar y limpiar todos los trastos de cocina.

El progreso de la humanidad —todo eso del fuego, el ferrocarril, internet y las gomas esas que se ponen en la base del pene para que este se mantenga bien duro— nos ha llevado a poder comprar estos productos envasados en pequeños soportes de plástico a un precio irrisorio. Es el milagro del libre mercado. Es cierto que estos platos de comida ya cocinada generan una cantidad indecente de residuos, pero está claro que si la demanda sube (y la demanda sube) y la gente exige unos materiales más respetuosos con el medio ambiente, el tema del packaging dejará de ser un problema.

Pero es que, además, a esta gente ni les hace falta ensuciar platos porque pueden comer directamente de la bandeja. El gesto de limpiar ya no existe, esos minutos de fregar que nos invitan tanto a pensar en cosas tristes como que nunca lograremos vender esa idea "tan buena" para una serie y que nos pasaremos toda la vida de teleoperadores. Ellos solo tienen que limpiar un tenedor y un cuchillo, como mucho, y tirar el resto a la basura. Así no puedes pensar una mierda.

Publicidad

Aunque también es triste comer de una bandeja en soledad y viendo una serie delante del ordenador. O más aún, hacerlo en familia, con toda la peña comiendo directamente del porexpan precalentado. Sin duda una estampa familiar envidiable.

"Seguramente lo que podríamos considerar humano es precisamente esto, este tipo de vida que abraza la comida envasada"

Son los tiempos de la comodidad, de comprar un vuelo sin teclear nada ni mirar ninguna pantalla, solo pidiéndoselo a Alexa. En el fondo es lo más coherente con este sistema. La economización, la reducción de gastos y la máxima eficacia. Es una forma de consolidar modelos de producción que ponen la competitividad en el mercado por encima de la calidad del producto.

Comer rápido en casa aceptando nuestros horarios demenciales, dándole la mano a un sistema de abuso laboral que nos deshumaniza. ¿Deshumanizar? Pero un momento, ¿qué es lo humano? Seguramente lo que podríamos considerar humano es precisamente esto, este tipo de vida que abraza la comida envasada. Este producto es la caricatura perfecta del sistema, de hecho ni eso, no es una hipérbole, es un fiel retrato realista de todo lo humano en el siglo XXI.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.

Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.