Es soccer, no futbol: Estados Unidos y una forma de ser la excepción en el mundo

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Es soccer, no futbol: Estados Unidos y una forma de ser la excepción en el mundo

El excepcionalismo estadounidense es una forma de deslindar a su país de Europa, por considerarse moralmente superior. El futbol asociación, o soccer, es la mejor muestra de ello.

La pregunta parece ociosa pero todos las hemos hecho, como Norbert Elias y Eric Dunning en su libro El deporte en el proceso de civilización también: ¿Por qué los Estados Unidos sin abandonar completamente las variedades inglesas, desarrollaron su propia variedad de futbol? Desde el periódico del lunes, podemos decir que tenían razón: actualmente la NFL es la liga deportiva más exitosa del mundo. Tan sólo el año pasado, según el Sport Business Journal, la empresa generó ingresos superiores a los 14 mil millones de dólares. Es el futbol americano, y no el balompié, el que manda en Estados Unidos.

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Si el siglo XX fue el siglo del deporte, Estados Unidos fue el actor principal: ese país norteamericano es el máximo ganador de medallas en los Juegos Olímpicos de Verano, y es el único que tiene presencia y competencia en todo el calendario de las máximas justas; ha sido, además, catalizador de disciplinas como natación, atletismo o gimnasia, los deportes más seguidos en las fiestas multinacionales del deporte.

Sin embargo, el fútbol asociación, o soccer, como se le llama en los 50 estados de la Unión, no es parte de la canasta básica de los consumidores estadunidenses. Ahora, la pregunta sucede en pluma de Ivan Waddington y Martin Roderick, en su American Exceptionalism: Soccer and American Football, publicado por el Centro de Investigación del Deporte y Sociedad de la Universidad Leicester: ¿Por qué el juego más popular en el mundo no logró excitar a los estadounidenses en la forma en que ha emocionado a generaciones de europeos, sudamericanos, asiáticos o africanos? ¿Cuáles son las raíces sociales del excepcionalismo americano en el deporte? Las respuestas se aproximan.

¿Qué es el excepcionalismo estadounidense?

Es Ian Tyrrell, en un interesante artículo publicado en The Week, quien define de forma más fiel el concepto del excepcionalismo estadounidense.

"Es la creencia de que Estados Unidos sigue una ruta histórica diferente de las leyes y normas que gobiernan a otros países. La esencia del excepcionalismo radica en que Estados Unidos no solo se cree un país más grande y poderoso, sino que es también se considera una excepción. Es el estandarte de la libertad, y se cree moralmente superior a Europa. Para el excepcionalismo, no importan las diferencias ni el hecho de que el mundo sea más grande que Estados Unidos y Europa. El deslinde de Estados Unidos con Europa es la base sobre la cual se formó la línea de pensamiento del excepcionalismo estadounidense".

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En el terreno deportivo, John Sugden, profesor de la Universidad de Brighton, refiere que en las culturas "hay un espacio para el deporte" que, casi siempre, es ocupado por el que llega primero. Entonces, si el futbol asociación, reglamentado bajo los parámetros de Cambridge en 1863, con la creación del fuera de lugar pretendía desbancar al béisbol, el deporte más arraigado en esa época en Estados Unidos, tendría que aniquilarlo.

¿Qué tan cierta es esa teoría del espacio deportivo?

Insuficiente, al menos. En el siglo XIX los ingleses exportaron el deporte juntito a sus fábricas textiles, acereras y constructoras de tren que dieron el pase al hueco para el comercio mundial. No sólo explotaron los recursos naturales de todos los puntos cardinales del globo, sino que evangelizaron en la nueva religión unitaria, la del balón, al mismo tiempo que Nietzsche firmaba el acta de defunción de Dios.

Si tres ingleses juntos fundan un club, cientos de ellos una liga. Pronto, en Bilbao, Buenos Aires, Barcelona, Milán o Pachuca, los ingleses instruyeron a los locales en el 3-2-5, el offside, el córner y el penalty para dirimir el tiempo libre; también lo hicieron en Boston, Filadelfia y Nueva York: el 6 de noviembre de 1869, se jugó en Estados Unidos el primer partido del fútbol con las reglas de Cambridge entre las escuadras del Princeton y el Rutgers. Nada extraño: fue entre las universidades de élite de la Costa Este que el fútbol-soccer-se jugó primero y tuvo su tenue desarrollo.

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Aquí el pase fallado: no es que en Estados Unidos no se haya jugado futbol, simplemente no se desarrolló el futbol asociación de la manera que lo hizo en otras partes del mundo, porque se jugó bajo otras reglas. No olvidemos que el rugby unión y el rugby league comparten el mismo origen que el futbol, que se popularizaron y, que ya en la década de los años 20 del siglo pasado, tomaron la forma del fútbol americano.

Es decir, los gringos tomaron el juego y le imprimieron su estilo, y sus reglas para hacerlo futbol americano. Nada nuevo, casi un siglo antes lo habían hecho con el béisbol, un juego que había llegado a territorio estadounidense en el siglo XVIII, cuando aún era colonia inglesa. Los estadounidenses lo adoptaron, lo arraigaron, le dieron uniformidad y reglas, y terminaron dándole hasta un mito creacional. Es decir, se lo apropiaron. Para legitimarlo, había que arrebatarlo. Ignoraron las referencias que existen del juego de beisbol desde 1744, y le atribuyeron a Abner Doubleday, un veterano de la Guerra de Intervención con México y de la Guerra Civil, la invención del beisbol en 1839.

Los estadounidenses, quizá conscientes de sus muchos orígenes han cimentado en el futuro su pasado. Que si Joseph Smith encontró la manera correcta de leer las Escrituras y fundó el Movimiento de los Santos de los Últimos Días, o que si el sistema métrico no es el bueno, mejor usemos pulgadas, o que si de fondo está el Destino Manifiesto, siempre han tenido la necesidad de cambiar, modificar o reinterpretar lo foráneo para apropiárselo. La máxima prueba de eso son los "tacos" de TacoBell. Adecuan todo a su manera de ver el mundo.

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Sin embargo, le repulsión al fútbol, el máximo bien que los ingleses legaron al mundo, no es privativa de Estados Unidos. En las principales colonias de ultramar del Imperio Británico, el "espacio deportivo" para seguir con la teoría de Sugden, fue ocupado por otros deportes: Australia tomó el rugby y le dio forma del fútbol australiano; Nueva Zelanda, Sudáfrica, India y Pakistán prefirieron el rugby, el cricket o hockey sobre pasto; ninguno de esos países tiene ha tenido una participación destacable en los certámenes mundiales de la pelota. Nadie es profeta en su imperio, acaso.

Sin embargo, Estados Unidos cada verano recibe juegos de pretemporada de los clubes más importantes y poderosos de las mejores ligas del mundo; desde 1990 no han faltado a una sola cita mundialista –más de la benévola Concacaf–, y en Corea-Japón lograron llegar a cuartos de final, tras eliminar a México en la ronda de octavos.

Atrás quedaron las malas experiencias de los años setenta, como la North American Soccer League, el primer intento más o menos serio de liga profesional, aquella en la que jugaba el Cosmos de Nueva York con Pelé y Beckenbauer en el once titular. En esa versión de la liga profesional, los estadounidenses, otra vez, buscaron hacer las cosas a su modo. Implementaron los terribles shoot-outs, herencia del hockey en la cancha, como una via para dirimir los empates. Implementaron también un sistema de puntuación sui generis en que cada triunfo ameritaba 6 puntos, y cada empate 3, mientras que había un punto de bonificación por cada gol marcado, hasta alcanzar un máximo de 3 puntos.

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Cuando se habla de futbol en Estados Unidos, la máxima muestra de excepcionalidad recae en el nombre mismo del juego. No abandonan la petulante palabra "soccer", que tiene su origen en la contracción de Association (assoc), y el sufijo er. La pañabra "soccer" no es un invento estadoundiense, sino que se implementó en Inglaterra desde el siglo XIX cuando el futbol asociación y el rugby tomaron rumbos separados en su evolución. El futbol asociación se le llamó "soccer" en un intento por encontrar una sola palabra para identificarlo, mientras que al rugby se le llamó "rugger". Al final, la palabra "soccer" cayó en desuso en Inglaterra, pero prevaleció en Estados Unidos, casi como una muestra determinante de su desdén por el balompié. "El fútbol es el nuestro, y se juega en un emparrillado", parecen decir. Lo que para todos es futbol, para ellos es soccer; lo que para todos es futbol americano, para ellos es el verdadero futbol.

El futbol estadounidense ha ido intengrándose poco a poco al mundo. Y es que al final, el término excepcionalismo estadounidense nace a partir de la creencia propia de que se trata de una nación tan superior que tienen la libertad de mejorar todo lo que llega a su alcance. Pero las adecuaciones que Estados Unidos pretendió hacer al futbol, al soccer, no han fructificado con el campeonato mundial que tanto han añorado, y han decidido integrar al mundo. Lo mismo exportan futbolistas al exterior, que contratan un seleccionador extranjero como Jurgen Klinsmann. La cultura global es una camino de dos vías.

Al parecer, el fútbol en Estados Unidos ha dejado de ser un deporte de esparcimiento y formación. Según FIFA, hay 24 millones de practicantes de balompié en EUA. Poco a poco la MLS toma mejor forma.

Quizá la siguiente pregunta deba ser ¿qué le aportará Estados Unidos al fútbol en lo que resta del siglo XXI?