Artículo publicado por VICE México.Hace unos días, platicando con un amigo que estaba hundido en su mierda depresiva, salió a colación el tema amoroso. “Güey, es que mi ex era una verdadera perra. Haz de cuenta una Summer, nada más que en fea”, me dijo. Y pasando por alto que en esas situaciones la gente no quiere escuchar la verdad, sino que les des por su lado, me atreví a contradecirlo: “ehm, amigo, pero tu ex no era ninguna perra. Lo único que hizo fue alejarse cuando vio que tú te estabas clavando. Fuiste tú el que desde el principio sabía que ella no quería una relación”. Y así fue como me quedé sin amigo, pero con unas ganas tremendas de escribir unas palabras en defensa de todas las Summer del mundo.
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Comencemos admitiendo algo: en el mundo de las relaciones, salvo contadísimas excepciones, no hay alguien que sea enteramente culpable de toda la porquería que ahí ocurre. Para que un excusado se llene de mierda se necesita de dos, y es lo que muchos nos negamos a ver. En el caso de Tom, de la película 500 días con ella (500 Days of Summer), no es difícil notar que su talón de Aquiles siempre fue la idealización: desde los primeros segundos de la película, el narrador asegura que él creció pensando que “sólo podría ser feliz si encontraba a 'la correcta'”. ¿Alguien dijo “codependencia emocional”?
Por eso muchos en algún momento nos identificamos con Tom: pudo no ser el britpop o la película El graduado, pero sí los dramones de Disney, las comedias románticas, las series de televisión, los libros, en fin, toda la industria cultural, lo que alimentó nuestra idea insana de que sólo a través de las relaciones de pareja podíamos ser felices. Como en el mito platónico de Los Andróginos, vivimos buscando de manera neurótica nuestra otra mitad y depositamos en otras personas altísimos estándares que prácticamente nadie es capaz de cumplir. Porque somos personas que eructan, cagan y se pedorrean, no personajes de las historias de cuentos de hadas donde el amor siempre triunfa y los malos, malísimos, quedan destinados a un infierno de sufrimiento interminable.Acostumbrados como estamos a creer que el mundo es un escenario maniqueo, tendemos siempre a buscar héroes y villanos. Es ahí donde erigimos a Tom en una pobre víctima de las circunstancias, mientras que Summer se revela ante nuestros ojos como una perra perversa.
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Platón aplicado a las chick flicks
Ella, la pequeña Rachel —fantásticamente interpretada por Chloe Moretz—, es la que a pesar de su corta edad representa en la cinta una visión mucho más aterrizada y objetiva de las relaciones y quien le espeta en pleno rostro: “Tom, que a una chica linda le gusten las mismas porquerías raras que a ti no la convierte en tu alma gemela”. Kaboom, bitch.
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“So please, please, please let me get what I want…”
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Ni perra ni santa, sino todo lo contrario
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El verdadero villano de la película, si es que lo hay, no es en ningún momento Summer, sino la idealización insana, que nos lleva a crearnos escenarios y querer que las cosas sean exactamente como las esperamos. Y por supuesto, cuando algo no ocurre así, nuestro corazón se hace mierda. Esto queda clarísimo en la secuencia de la terraza de Summer en la que el director Marc Webb juega con los planos de expectativa/realidad. Mientras Tom ya se había hecho toda una película en su cabeza de lo que ocurriría, la realidad lo golpeó en el rostro y tuvo que huir con las ilusiones hechas polvo cuando ve que ella está comprometida.
¿Hay alguna manera de vencer a este villano? Por supuesto. La película no propone convertirse al bando de los cínicos, sino más bien, tratar de acudir, en la medida de lo posible, a la objetividad. No dejar de creer en el amor, pero sí practicarlo de manera sana y sin comprarnos historias ni hacernos chaquetas mentales. Y este espíritu de síntesis está encarnado, una vez más, por el personaje de Rachel, la hermana menor de Tom. Ella le dice: “Sé que crees que ella era el amor de tu vida, pero yo no. Creo que sólo recuerdas las cosas buenas. La próxima vez que mires al pasado, creo que deberías fijarte mejor”.Reafirmo: la película no es una apología al cinismo ni persigue que mandemos a la mierda el amor. De hecho, hasta la escéptica Summer termina casada. Más bien es una invitación a dejar de vivir las relaciones como un cuento de hadas, con buenos inmaculados y malos hijos de puta. Cuando lo entendamos podremos estar preparados para que —si así lo deseamos— ahora sí llegue una persona con la cual vivir una relación sana, plena y sin idealizaciones huecas. Y entonces, justo como ocurre al final de la cinta, después de un tormentoso verano, al fin nos llegue nuestro plácido otoño.@PaveloRockstar