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Fotos por Mauricio Morales Duarte
Identidad

La guerra perpetua: ¿Dónde están los excombatientes de las FARC?

La guerra en Colombia ha dejado tras de sí personas que siguen buscando su lugar en el mundo.

Don Tomás Guachetá mira al techo desde la cama que se ha vuelto su único mundo desde hace unos años, cuando sufrió un accidente trabajando en el campo que lo dejó sin movilidad en las piernas. Busca con su mirada, en el techo de zinc de su casa, los recuerdos de su época de combatiente. Un veterano de una de las guerras de Colombia. 

En la casa, a las afueras de Inzá, descansa y la memoria le viene mezclada con los recuerdos más frescos de un sueño que tuvo recientemente; caminaba por potreros verdes que tenían montículos de tierra, el cielo era azul sin nubes y podía caminar, pero pronto el sueño acababa. El dolor lo despierta, como todas las noches, sobre todo las malas que lo dejan en vela y lo devuelven al mundo entre los recuerdos y lo onírico.  

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En una de las muchas contradicciones de la guerra en Colombia, Tomás Guachetá hizo parte del ejército desde cuando lo reclutaron, según él, a la fuerza por ser liberal. Una vez en el ejército hizo parte de la Operación Marquetalía en 1964 que combatió a Manuel Marulanda y un grupo de campesinos que terminarían fundando las FARC-EP.

De los recuerdos y de los sueños le llegan las memorias lejanas de cuando era joven, un soldado del Ejército de Colombia a mediados de los años 50, cuando fue levantado por el Ejército y reclutado. Era la época de uno de los hitos de la historia de guerra en Colombia conocido como “la violencia”, un periodo en que se vio disputada la hegemonía conservadora por los partidos liberales. 

Con la muerte de Gaitán y el Bogotazo en el 48, la violencia en el campo, como siempre, se desbordó a la barbarie y el terror. Fue la época de los chulavitas y los pájaros conservadores, los primeros paramilitares y las guerrillas liberales que por esa época se llamaban autodefensas campesinas. Aún en esas épocas, las economías del tráfico de drogas, de la marihuana primero y posteriormente de la heroína y cocaína, no financiaban la guerra, ni permeaban todos los estamentos de la sociedad. 

Fue en esos tiempos que Don Tomás recuerda cuando por los lados del boquerón en el Tolima, le tocaba pelear contra las cuadrillas de guerrilleros. De repente le llega un recuerdo y clava su mirada al techo de zinc, “una vez encontramos a unos 30 metidos en una cueva, pero no los matamos, los dejamos vivir”, se calla y mira al techo de nuevo, buscando de alguna manera confirmar sus recuerdos.

Ese grupo que recuerda Don Tomás seguramente haría parte de las comisiones de guerrillas liberales y comunistas que luego pasarían a conformar lo que se conoció como las FARC-EP, y de la que sus siete hijas e hijos, años mas tarde, serían miembros como milicianas y combatientes. 

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Más de sesenta años después de que su padre estuviera peleando con el Ejército, los hermanos Guachetá estarían peleando en contra de ese mismo ejército. Siguiendo esa tradición fratricida colombiana, de quienes pelean y mueren en ambos bandos de las guerras, y que siempre vienen del mismo lado: del campo, del olvido. Vecinos, hermanos, primos, hijas y padres de lado y lado de las trincheras.

Los Guachetá han vivido en el Cauca desde hace décadas, narra Nilson, que cuenta que sus abuelos alguna vez fueron dueños de tierras en la zona, pero con la llegada de la época de “La Violencia” sus tierras les fueron despojadas y llegaron a Inzá. Pero “La violencia” les alcanzó también en este municipio, las historias de la barbarie que recorrió los campos colombianos le llegaban a las hermanas y hermanos Guachetá. La violencia que se reproduce de generación en generación.  

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Nilson Guachetá y su compañera, con quien vive junto a sus dos perros, toman el desayuno. Ella es profesora en un municipio vecino y vive desde hace un año con Nilson. Él está entre los cerca de 13,190 excombatientes que se desmovilizaron hasta el 2016. Muchos se quedaron en las diferentes ETCR (Espacios territoriales de capacitación y concentración), áreas donde se concentran y viven algunos excombatientes; otros excombatientes han vuelto a sus pueblos como el caso de Nilson.

El futuro de Nilson pudo ser otro, pues fue becado para entrar a la Universidad Javeriana para estudiar Medicina, pero solo pudo completar unos semestres. Don Tomás no pudo costearle más los gastos en Bogotá para que siguiera los estudios. 

Al regresar Nilson a su natal Inzá comenzó a ser parte de movimientos campesinos en la zona. Las protestas, las movilizaciones sociales y los choques con las fuerzas de seguridad del Estado empezaron a despertar en él la idea de seguir la lucha por las armas.

Nilson, sus hermanas y hermanos se incorporaron a las actividades políticas de las FARC-EP en el Cauca. Algunos llegaron a ser combatientes de las FARC-EP, siendo parte de las compañías que operaban en el departamento, otras y otros seguían brindando apoyo a la guerrilla como milicianos y apoyo político y logístico desde su pueblo.  

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Nilson tiene un terreno con una huerta, pero cree que hay que hacer proyectos agropecuarios productivos en la zona y solucionar las condiciones de los campesinos en la región. Él considera que sigue con la misma lucha por los campesinos, pero ahora sin armas, las que jamás quiere volver a empuñar.

Después de la firma del acuerdo de paz, como muchos excombatientes y milicianos, los Guachetá han vuelto a la vida civil. Ahora son miembros de Comunes, el partido político de las FARC-EP, nacido de los acuerdos de paz. Son también miembros de la Asociación Campesina de Inzá y Tierradentro, con la cual, Nilson, el hermano mayor, afirma que continúan el proceso que comenzaron décadas atrás. “Antes de la guerrilla yo comencé con el movimiento campesino, después me metí a las FARC y ahora sigo con la asociación; es la misma lucha, pero con diferentes métodos”. Nilson está convencido de abandonar la lucha armada de la que hizo parte pero que la lucha social en la que cree, por la defensa de los territorios y las condiciones de los campesinos en el Cauca, debe continuar.

Algunas de sus otras hermanas y hermanos no fueron combatientes de las FARC-EP, sino milicianos, la red de apoyo que tenía la extinta guerrilla en centros urbanos, de la que su número total es indeterminado. Como ellos, miles de milicianos no hicieron parte oficial de los procesos de reintegración del proceso de paz.

Sus hermanas y hermanos, algunos que fueron milicianos, ahora están repartidos en diferentes oficios. Algunos siguen, como siempre, trabajando el campo y ahora están intentando desarrollar diferentes proyectos productivos en la zona. Uno de sus hermanos estuvo en España, en un curso de cata de café, ya que uno de los proyectos que tienen más cercanos a su corazón es el de sacar café de alta calidad de Inzá para exportación.

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María Solandi, que hacía parte de las milicias de las FARC-EP en la zona, una de las hermanas Guachetá, comenzó a interesarse por la medicina y aprender algo del oficio, cuando le tocaba curar a combatientes y compañeros heridos en combates en la guerra. Ahora se encuentra estudiando Medicina en La Habana, hace parte de un programa del gobierno cubano, donde cerca de 1000 personas, entre víctimas, activistas sociales excombatientes y algunos miembros de la fuerza publica están becados estudiando Medicina desde el 2018.

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María Solandi Guachetá, de 40 años, es una de las hermanas de Nilson Guachetá, y sirvió como miliciana dando apoyo a las FARC-EP. En muchas ocasiones, y con el conocimiento empírico que obtuvo de las FARC-EP, trataba combatientes heridos. Desde el 2018 hace parte de un grupo de 1000 colombianos, muchos excombatientes, víctimas del conflicto, que han recibido una beca del gobierno cubano para estudiar Medicina.

Solandi quiere volver a su tierra después de finalizar sus estudios en Cuba, a fortalecer la salud rural en su territorio. “El sistema acá (en Colombia) no nos va a permitir que duremos una hora con el paciente o que vayamos a buscar al paciente. El sistema no lo permite. Acá lo importante es que usted atienda más pacientes en una hora”, reflexiona Solandi sobre el sistema de salud en Colombia y en especial en su territorio. “Ver el paciente como el ser humano, no como un capital”. 

Como algunos de los excombatientes a lo largo de Colombia, los Guachetá volvieron recientemente a su tierra, aunque siguen vinculados a los procesos del ETCR (Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación) de Caldono. Fuera de estos espacios donde están agrupados excombatientes los riesgos son mayores, pero no están exentos de violencia. Como en el caso del ETCR de Ituango, donde los excombatientes tuvieron que abandonar el espacio por las amenazas, y donde hoy en la misma zona más de 2500 personas han salido desplazadas por la violencia. 

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Libardo Guachetá, de 30 años, ve un partido de fútbol con sus hermanas y hermanos. Como su hermano Nilson, es un excombatiente de las FARC-EP, de la columna móvil Jacobo Arenas. Después de unos años en las filas de la guerrilla se inscribió en el 2019 a estudiar Derecho en la Universidad del Cauca. También hace parte de la UNP (Unidad Nacional de Protección), una entidad de protección del Estado. Con la UNP hace labores de protección para los 19 excombatientes que están en Inzá y sus alrededores.

A pesar de los acuerdos de paz, los excombatientes de las FARC-EP y firmantes del acuerdo de paz con el Estado ven con preocupación el asesinato de más de 250 de sus antiguos compañeros desde el 2016. En parte piensan que el incumplimiento de los acuerdos de paz está generando este recrudecimiento de la guerra en varias regiones del país, especialmente en el Cauca. No solo los actores armados que estuvieron inmersos en el conflicto FARC-EP contra el estado, sino las víctimas de este conflicto ven con preocupación el incumplimiento de las promesas de reparación y no repetición al no cumplirse los acuerdos.

La violencia continúa reciclándose, las causas desentendidas parecen las mismas en esta zona del Cauca donde nacieron, combatieron y ahora resisten bajo las amenazas de nuevos grupos armados, excompañeros de las disidencias, que ahora los ven como parte de ese Estado con el que los Guachetá han combatido.  


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