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Fibemos con J&B

Hablamos con el tío que decide qué grupos tocan en el FIB

Joan Vich decide lo que van a ver decenas de miles en el FIB. Es uno de los cuatro del equipo de contratación, que a lo largo de más de un año cierra el cartel de cada edición.

Joan Vich (43, Mallorca) decide lo que van a ver decenas de miles en el FIB. Es uno de los cuatro del equipo de contratación, que a lo largo de más de un año cierra el cartel de cada edición (es decir: ya están trabajando en el de 2016). "Hay que ser peleón", dice sobre los requisitos para su perfil: olfato con lo que va a pegar meses después, tesón al negociar con grupos y sangre fría ante cualquier lío a última hora (incluso en el mismo concierto). Este amante a partes iguales de MC5, Serge Gainsbourg y los Pastels habla de cachés de cinco cifras, cómo pasó de la barra del festival a contratar a sus bandas y de las juergas cuando, al fin, pasa el tsunami.

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¿Cuántas cestas te llegan en Navidad de managers que quieren meter a sus grupos en el festival?

Ninguna. Y tampoco las pido . Un grupo me invitó una vez de viaje, para ir verles en concierto y conseguir algo así. No fui. Esto no funciona así.

¿Y cómo va?

Es todo un puzle. Empiezas haciendo un cartel ideal y luego vas ajustando. Ya estamos pensando en el de 2016 y en septiembre empezamos a cerrar bandas.

¿Y si un grupo pega el pelotazo después?

Por eso tenemos un margen. No es que se cierre del todo tantos meses antes, sino que vas pensando en función de ventas, público que lleva el grupo… Estudiamos el mercado británico y español.

La pregunta del millón: ¿cuánto cobra un cabeza de cartel?

Eso no te lo puedo decir.

Vale. Pero, ¿son más de cinco ceros?

En el FIB me consta se han pagado cinco ceros en una ocasión. En otros festivales tengo entendido que se han alcanzado esas cifras más veces.

¿Cuánto hay de tus gustos personales en el cartel?

Quiero dejar claro que yo soy una de las cuatro personas que lo decide. Son muchos meses de emails y reuniones hasta que se cierra. En lo que queda al final quizás hay un 20% mío. Hay que ajustarse al mercado, a los que están de gira…

Pero algún capricho te habrás dado, ¿no?

Loyle Carner lo fue, estaba claro que no iba a cambiar el rumbo del festival. En cada edición suele haber tres o cuatro… O diez (risas).

Dime una apuesta tuya ganadora y otra que no lo fuera.

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Temples y Chvrches se hicieron muy grandes después contratarlos. De Dan Le Sac vs. Scroobius no puedo decir lo mismo. Pero no me han dejado de gustar.

Una hipótesis: yo soy manager y te quiero vender el grupo que llevo. ¿Qué debo hacer?

Asegurarte de que realmente suene bien. Normalmente vamos nosotros a las bandas y no al revés.

¿Cuando llega el festival te apetecen los conciertos? ¿O estás ya empachado?

Intento ver un poco de todos los grupos. Aunque es difícil sacar hueco porque yo y Carla Urquiza, también de contratación, somos los últimos responsables ante las peticiones de la bandas y para deshacer cualquier lío: si hay que ir a buscar a un músico, si alguno ha roto algo en el escenario y tiene que pagar…

Suena a muchos marrones. ¿Cuál es la situación más Spinal Tap que has vivido en el FIB?

En 2009 hubo un ciclón, protección civil nos dijo que el temporal se iba a pasar y la dirección decidió seguir adelante. Pero Kings of Leon se negaron a tocar, por lo que adelantamos el concierto de Tom Tom Club a su hueco. El tiempo empeoró y la cosa se puso peligrosa, por lo que había pararlo. Pero el grupo estaba emocionado tocando y no había manera de bajarlo del escenario. No se me ocurre nada más Spinal Tap que un ciclón (risas).

¿Cómo se consigue un trabajo así?

Yo ya estaba dentro de la casa. Empecé trabajando en la barra en 1995 [la primera edición del FIB] y, tres años después, Ernesto González, el director de comunicación, me contrató para coordinar la prensa. Y en 2007 comencé en la contratación, a tiempo completo. Supongo que encajaba porque controlo de música, hablo inglés, sé de contratos porque estudié Derecho… No creo que los festivales salgan a buscar un perfil como el mío.

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Eres como el becario que llegó a jefazo. ¿Y te quedan ganas para ir a conciertos en tu tiempo libre?

Sí, claro. Me encanta mi trabajo. Y voy a otros festivales, tengo que estar al tanto de los grupos.

Cuando suena el último acorde de la última banda en el FIB, ¿lo celebras?

Mi trabajo y el de Carla no termina hasta las siete de las mañana del domingo [en realidad, del lunes]. Me he ido de marcha muchos años, aunque los últimos no lo he hecho. Aunque a lo mejor esta edición lo vuelvo a hacer (risas).