¿Se vale hacer trampa en el futbol para favorecer el entretenimiento?
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la relatividad de la ética

¿Se vale hacer trampa en el futbol para favorecer el entretenimiento?

El triunfo del Barcelona sobre el PSG fue un increíble logro deportivo, si ignoras el clavado de Luis Suárez que provocó el vital penalti de la remontada. ¿Cuando el resultado es así de emocionante debemos hacer casi omiso a la trampa?

Cuando retumbó el silbatazo final en el Camp Nou la noche del miércoles pasado, la increíble victoria en Champions League del Barcelona sobre el Paris Saint-Germain fue declarada, casi de forma inmediata, la remontada más grandiosa en la historia del deporte. Luego de caer por cuatro goles en el partido de ida y aún con tres goles por anotar después de 88 minutos jugados, el Barça apabulló al rival para sellar un triunfo histórico que contagió a todos en el estadio y a los millones de televidentes en todo el mundo.

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Incluso después de las cantidades absurdas de alcohol que se consumieron después del partido, la hazaña jamás será olvidada por los seguidores. Será parte de la mitología del club y servirá como un antídoto para las crisis futuras.

No debe haber duda que el PSG tiró a la basura una oportunidad de oro para clasificar a cuartos: incluso ante el Barcelona, ningún equipo debería permitir seis goles.

Sin embargo tienen todo el derecho de sentirse agraviados. Después de todo, es un hecho inevitable que Luis Suárez se dejó caer dramáticamente para generar el penalti que significó el quinto gol (el primero también fue bastante dudoso). Una vez que Neymar cobró la pena máxima, el sexto gol parecía inminente. El PSG no supo qué hacer ni como contener la fuerza de su rival, y permitió a Sergi Roberto colarse en la central y anotar.

Pero aunque el gol del gane fue legítimo, persiste el hecho que el empujón final para ganar el partido se construyó alrededor de la trampa. Sin embargo, esto no restó entusiasmo al resultado final. Incluso para los defensores del juego limpio como Gary Lineker el clavado de Suárez fue un gesto "astuto", adjetivo que no usaría para describir el pícaro gesto de la mano de Maradona en 1986. Algunos medios describieron el penalti de Suárez como "polémico", "dudoso", mientras que algunos otros sólo se atrevieron a decir que Suárez había caído dentro del área.

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Desde luego, cada uno intentaba contar su propia historia, y ésta pudo haberse complicado o perdido su encanto si se hubiese discutido con franqueza el clavado de Suárez y las frecuentes actuaciones del Barcelona en el último suspiro del partido. ¿Entonces podríamos concluir que el fin (la histórica remontada) justifica los medios (trampa) en este tipo de casos.

La argumentación es evidente por la indiferencia hacia lo que se considera ético. Desde la perspectiva del entretenimiento, el clavado de Suárez fue el perfecto agente subversivo de la trama (uno que disfruté mucho como la gran mayoría). Mi único interés fue que el partido me entretuviera. En efecto, Suárez generó un penalti a favor al hacer trampa, pero la historia que creó fue fascinante. El futbol de este nivel está tan alejado de la realidad que una porción extra de ficción no hace gran diferencia.

En contraagurmento versa que la trampa nunca debería ser tolerada, incluso si provocó gran satisfacción en millones de almas. Esto es lo que podría llamarse integridad deportiva, pero sin duda crea una narrativa menos fascinante. Si la justicia se hubiese impuesto, el uruguayo habría visto la amarilla, su segunda después de un primer clavado en el área, y el partido habría muerto instantáneamente. Habría sido un suceso significativamente menos espectacular, pero justo. Este hecho inconveniente se perdió en los encabezados, en los programas de televisión y radio, y en el oleaje de quejas en redes sociales.

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¿Quién mejor para acentuar un dilema moral que Suárez, futbolista bien conocido en Inglaterra por sus comentarios racistas y por morder a Branislav Ivanovic? Se ha contemplado cómo habrían reaccionado los expertos y escritores deportivos si a Suárez le hubiesen marcado un penalti después de dejarse caer ante Inglaterra en la Copa del Mundo de 2014. Como sabemos, anotó dos goles legítimos para eliminar al conjunto de Roy Hodgson antes de morder a Giorgio Chiellini en el siguiente partido y regresar a casa con la cola entre las patas.

El problema con Suárez es que no cree que sus actos sean algo malo. Quizá tenga pocos simpatizantes más allá de Liverpool, pero ejemplifica una cultura futbolística muy diferente a la inglesa/europea. En gran parte de Sudamérica se considera una herramienta vital del jugador poder engañar al árbitro para sacar ventaja.

Sin embargo, este no es el caso con Barcelona, equipo que ha construido una marca sólida y poderosa alrededor del lema més que un club. Quizá se aplican diferentes estándares cuando nos conviene. ¿Podría el Real Madrid, conjunto caracterizado por mercenarios talentosos y presumidos, ser festejado de la misma forma?

Lo que sí podemos asegurar es que este tipo de comportamiento no sería fácilmente tolerado en europa. o al menos eso creíamos. El sistema del otro lado del mundo castiga a los "clavadistas" con una mano más dura. Aquellos que se dejan caer son considerados tramposos, payasos cobardes que operan fuera, no sólo de las reglas, sino de un código de honor no escrito. El juego justo es esencial, por ende existe un estricto escrutinio sobre aquellos árbitros que toman las decisiones incorrectas. Se gane o pierda, dicta la lógica, uno debe hacerlo por los medios justos.

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Pero tampoco pasa nada al creer que la simulación y los engaños son parte de este deporte. Al final del día todo se reduce a una opinión.

Sin embargo, no se pueden usar ambas cuando nos conviene. Se excluyen mutuamente. Criticar a los futbolistas que se dejan caer no puede ir de la mano con elogios hacia el gesto de Suárez del miércoles sólo porque pavimentó el camino para la histórica remontada. Si puedes tolerar su clavado contra el PSG, entonces debes aceptar todos y cada uno de los trucos de Suárez sobre el campo de juego.

Pero todos somos culpables de esto en menor o mayor medida. Tú, yo, Gary Lineker; todos somos igual de hipócritas y podemos olvidarnos de nuestras posturas éticas cuando es necesario. Al igual que los fans aceptan un clavado cuando funciona a su favor, aquellos fans neutrales se harán de la vista gorda siempre y cuando aporte a su entretenimiento. Por su parte, los expertos y periodistas lo hacen por el bien de la nota. Sucede en todos los aspectos de la vida: la gente creerá cualquier idea, incluso si está escrita en el costado de un autobús, si encaja con sus sueños y esperanzas.

Hacemos mucho escándalo por el juego limpio y amamos exigirlo a los demás ¿pero qué tan cierto es cuando nuestro equipo está involucrado? Suárez es la ilustración perfecta de esto: los fans del Liverpool lo aman y toleran sus artimañas porque vaya que los regresó al mapa con sus espectaculares goles. Los fanáticos rivales lo detestan: querían mandarlo a prisión todas las jornadas.

A final de cuentas, el futbol se reduce a un sentimiento de satisfacción: ver ganar a tu equipo o disfrutar un buen partido en la tele. Y también tiene mucho que ver con el entretenimiento: contar historias con personajes bien conocidos y tramas con desenlaces inesperados. El juego limpio es esencial, pero incompatible con estos requerimientos. Es una idea noble hasta que se interpone en el camino de la historia.

@Jim_Weeks