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La pesadilla inmobiliaria

La pesadilla inmobiliaria del mes: vive en la casa de Satán

Un estudio de 22 metros que se ha podido utilizar para ritos satánicos y sacrificios humanos.
Pesadilla inmobiliaria
Montaje vía Idealista.com y Wikipedia.

'La pesadilla inmobiliaria del mes' es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.

¿Qué es?: Se trata de un estudio de 22 m² con vistas exteriores y parqué. El tema es que en el suelo hay un gran pentáculo dibujado y las paredes muestran varios símbolos y dibujos extraños.
¿Dónde está?: La zona se llama Camp d'en Grassot i Gràcia Nova, en fin, por ahí entre Sagrada Familia y la plaza Joanic de Barcelona. Es una zona de viviendas familiares, supermercados, mercerías y droguerías. Es una zona tranquila. Creo que cerca está el cine Phenomena, cosa que siempre viene bien.
¿Qué se puede hacer por ahí?: Lo mejor que se puede hacer por ahí es ir a casa para cenar o largarte de casa para ir a trabajar.
¿Cuánto cuesta?: Supongo que el estudio está en venta porque el propietario quiere deshacerse del inmueble, como si hubiesen empezado a suceder cosas realmente extrañas tras la última sesión de espiritismo. El “templo" de veinte metros puede ser tuyo por 79.500 €.

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piso pequeño barcelona Gracia satanismo ocultismo satán pentagram

La historia del piso me la imagino más o menos así. Hace tiempo el señor Juan se compró un estudio para trabajar en sus cosas. Como el negocio le estaba yendo bastante bien, decidió ampliar su lugar de trabajo y comprarse una planta baja con parking mucho más grande y empezar a alquilar su antiguo estudio. Ese es el estudio del que vamos a hablar en este artículo.

Por ese viejo estudio de la calle Ventalló pasaron varios inquilinos, la mayoría estudiantes. El estudio no tenía cédula de habitabilidad (y sigue sin tenerla) pero Juan sabía perfectamente que, viendo el panorama actual de alquileres, esos estudiantes vivían ahí.

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El estudio era barato y sabía que era lo único que esos estudiantes se podían permitir, así que hacía la vista gorda. Los inquilinos conectaban una pequeña cocina eléctrica para prepararse una sopa o lo que fuera y ponían un colchón al lado de la ventana encima de unos palés.

Aun así, el último inquilino que pasó por ahí no fue un estudiante. No, era un tipo bajito pelirrojo que vestía un poco raro, con ropa que le iba muy grande y llevaba ese sombrero azul. El sombrero que era raro de verdad, con esos colgantes que había enganchado. En fin, Juan no recuerda su nombre pero el tipo le dijo que necesitaba un estudio para sus clases de yoga. Pagaba siempre a tiempo y nunca causó problemas pero un día dejó de pagar y de coger el teléfono y los problemas empezaron. Cuando Juan se presentó a su antiguo estudio, para ver qué estaba pasando, se encontró con este panorama.

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Aparte de lo que parecen heces humanas de al lado de la ventana, había otra cosa que llamaba la atención. Juan no era un experto en simbología ocultista pero sabía perfectamente que esa cosa tenía algo que ver con el diablo. Sí, había un enorme pentáculo negro y verde dibujado encima del parqué (ese parqué que le costó 200.000 de las antiguas pesetas). En una de las paredes había dibujada también una especie de planta o serpiente de seis cabezas dibujada, con una frase ininteligible a su lado. En fin, todas las paredes tenían esos extraños grafitis. Por ejemplo, en la pared de enfrente de la puerta de entrada había otra frase escrita con una lengua arcaica y, lo más raro de todo, era ese dibujo como de un meteorito cayendo.

Juan pensó, ¿pero qué coño?

El tipo pensaba que ahí se hacían clase de yoga, cosas de esas de new age, pero no hubiera nunca pensado que el señor del sombrero raro se dedicaba a hacer rituales satánicos. Quizás lo tendría que haber visto venir, ese maldito sombrero era realmente raro.

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Mientras pasaba la fregona por encima de ese pentáculo por cuarta vez pensó que un hombre como él no tendría que encontrarse en estas situaciones a sus 70 años. Echó un vistazo al estudio y el panorama seguía siendo desolador. Bajó al Condis y compró un líquido que prometía ser el “gel nº1 de los limpia parqués”. Justo cuando el líquido tocó una de las puntas del pentáculo los plomos del piso saltaron. Menuda casualidad.

Los volvió a encender y al intentar borrar otra vez el pentáculo el diferencial volvió a saltar. Y así hasta cuatro veces. Lo mismo pasaba cuando intentaba pintar de blanco las paredes para sacar esas escabrosas inscripciones. De hecho ya no era solo la luz la que saltaba, el telefonillo del interfono se soltaba solo y las puertas golpeaban con fiereza cada vez que intentaba borras esas cosas.

Algo había pasado en este estudio, una extraña fuerza se había liberado en uno de esos malditos rituales del profesor de yoga, algo extraño y horroroso debió pasar como para que ese tipo tuviera que largarse del estudio sin dejar rastro.

Con miedo, Juan abandonó el estudio, cerró la puerta y renunció a intentar borrar todos esos dibujos. De hecho, ya no quería que este templo del diablo fuera de su propiedad y decidió vender el inmueble. Juan sabía que era todo un reto intentar venderlo con este aspecto pero no había otra opción. No la había.

El anuncio parece que lleve más 500 años colgado en el portal Idealista y si quieres verlo te atenderá un señor extremadamente viejo. Pero no serán las arrugas de su rostro lo que más te llamará la atención, sino ese sombrero azul. Ese sombrero azul es lo más extraño que he visto en mi vida.