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Referéndum catalán

Rajoy ha roto España

La democracia española no es tanto una forma dialogante de entender la política, sino un pacto de no agresión​.
Foto: VICE España

Una de las imágenes de la jornada del 1 de Octubre es la de un padre que acude a votar con su hijo a hombros a la consulta sobre la independencia de Cataluña. Un niño de no más de 3 o 4 años que descubre ante sí —todo es descubrir a esa edad— a varios miembros del dispositivo policial encargado de evitar que la votación, declarada ilegal por la justicia española e irrealizable según el Gobierno del Partido Popular, se produzca.

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La imagen del menor ante los policías, equipados con cascos, porras y escudos de intervención, despertó una reacción inmediata entre la mayoría de espectadores que presenciaban la escena por televisión: qué imprudencia la de aquel hombre yendo a votar con un niño. Y es que, efectivamente, ir a votar pacíficamente con tu hijo, este 1 de Octubre, era una imprudencia. Esta reacción del espectador español de la escena responde a la teoría, muy asimilada en España de "Cuidado que el perro muerde".


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Si saltas la valla de un jardín en la que un cartel advierte del peligro, el mordisco recibido será exclusivamente culpa tuya, por muy pacíficas que fueran tus intenciones. Que el perro muerde no se juzga, se da por hecho. Y esta teoría, en el ADN español y adoptada por el Gobierno para culpar a los líderes catalanes por lo que ayer sucedió, explica, en gran parte, cómo hemos llegado hasta esta situación de normalización de la falta de diálogo y del uso de la fuerza bruta como garantía de la democracia española.

El cómo hemos llegado al mordisco tras la valla, es decir, a las imágenes de centenares de ciudadanos catalanes heridos a manos de la policía por intentar ejercer el acto físico de votar en un referéndum que era más un acto de desobediencia que otra cosa, tiene que ver con cómo hemos construido en España el concepto democracia. En España la democracia no es tanto un talante y una forma dialogante de entender la política, sino un pacto de no agresión.

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Si saltas la valla de un jardín en la que un cartel advierte del peligro, el mordisco recibido será exclusivamente culpa tuya, por muy pacíficas que fueran tus intenciones. Que el perro muerde no se juzga, se da por hecho

Tras décadas de dictadura militar la nueva democracia consistió en domesticar al perro que mordía para permitir que partidos estatales de izquierda y nacionalistas regionales pudieran pasear por el jardín sin miedo. Un pacto de tranquilidad, pero con condiciones. Muchas.

Una de ellas, la innegociable unidad territorial de España, pase lo que pase, la pida el porcentaje que la pida. Innegociable hasta el punto de que, según aquella nueva y moderna Constitución —en un artículo copiado literalmente de la anterior legislación franquista— llegado el caso sería el ejército y no la política quien se encargaría de arreglar el problema.

Este artículo de la Constitución, poco comentado estas últimas semanas, sigue vigente. Ojo con él. Democracia sí, pero hay cosas de las que no se habla. O el perro muerde.

En los últimos tiempos en Cataluña se ha hablado y mucho. Al fin y al cabo, qué es España, sino una lucha constante por su unidad (y uniformidad) por parte de la derecha española y unos anhelos de independencia de las regiones que no quieren compartir uniforme.

En España la democracia no es tanto un talante y una forma dialogante de entender la política, sino un pacto de no agresión

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Tanto la derecha española como las nacionalistas catalana o vasca han vivido históricamente cómodas en un conflicto que parecía, nunca llegaría a su etapa final por conveniencia mutua. Las banderas, unas y otras, dan votos. Pero la etapa final ha llegado al alto Mediterráneo, arrastrada seguramente por otro clásico español: la corrupción, que ha hecho que en ambos bandos de esta batalla, el interés por agitar las banderas para tapar otras vergüenzas haya ido en aumento.

Esto, unido a las pocas luces de parte de la sociedad española a la hora de entender la pluralidad del país y el victimismo de parte de la catalana, ha provocado un cóctel que en algún momento tenía que explotar.

La brutal represión policial de ayer no es el capítulo final del acto de votar, sino el primero de una guerra entre cambiar el escenario y dejarlo tal cual. Si una mayoría del pueblo catalán quiere decidir su futuro en las urnas y no hay mesa posible para sentarse a negociar, sólo quedaba la opción de saltarse al jardín y que Europa entera viera cómo eran atacados por el perro. Era la tesis catalana.

Llevar el conflicto fuera es el paso número uno en cualquier manual de independencia y es lo que ayer, gracias a la torpeza represiva del presidente español Mariano Rajoy, consiguió con creces el Govern de Catalunya.

La brutal represión policial de ayer no es el capítulo final del acto de votar, sino el primero de una guerra entre cambiar el escenario y dejarlo tal cual

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Hoy los periódicos de medio mundo hablan de ello y el conflicto empieza a dejar de ser algo interno. Tras el escándalo de ayer, probablemente el día más gris de la historia moderna de España si exceptuamos atentados terroristas, el Govern de Catalunya se siente legitimado, ha anunciado, para activar el paso número dos —declaración unilateral— de lo que llaman independencia pero que no es, sino un cambio de escenario que permita un referéndum válido.

En Cataluña, líderes políticos y cada vez un mayor porcentaje de ciudadanos, que ayer rompieron definitivamente y para siempre con España, se apresuran en construir una estructura para ese nuevo escenario.

Una estructura débil, que declarará previsiblemente la independencia a lo largo de los próximos días sin contar con una parte de la población catalana, ni el apoyo de Europa. Y van a hacerlo no porque sean unos locos que quieren quedarse al margen del mundo (así sería con la independencia unilateral), sino porque quieren que el mundo mire hacia Cataluña.

En Cataluña, líderes políticos y cada vez un mayor porcentaje de ciudadanos, que ayer rompieron definitivamente y para siempre con España, se apresuran en construir una estructura para ese nuevo escenario

La jugada es, digámoslo así, saltar de la casilla 1) Inmovilismo a la 3) Independencia, para que la comunidad internacional le pida a ambas partes que se sienten en la casilla número 2) Negociación, para un referéndum legal y pactado en el que todos los ciudadanos catalanes, los partidarios de irse y los de quedarse, se pronuncien libremente.

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La situación es un callejón sin salida. Que la ficha se mueva de la primera casilla, lo que parece hoy la única solución posible, es, para el Gobierno y el nacionalismo español, el mayor de los ataques que se pueden cometer contra el país. La defensa de la unidad de España es la principal fuente de gasolina que le queda al Partido Popular para seguir funcionando tras los muchos casos de corrupción y la llegada con fuerza de nuevos partidos hace unos años.

No pueden permitirlo pero, por otro lado y después de lo de ayer, tarde o temprano tendrán que hacerlo. Por el momento, el partido en el Gobierno cuenta con el apoyo de Ciudadanos, encantado con la teoría de que el fuego se apaga con gasolina y el PSOE, que lleva décadas sin decidir si cortarse la democracia o dejársela larga. Unidos Podemos es, en este momento la única gran coalición política nacional que se opone firmemente a mantener la unidad legal de España a base de romperla a nivel humano.

La defensa de la unidad de España es la principal fuente de gasolina que le queda al Partido Popular para seguir funcionando tras los muchos casos de corrupción

En la calle, después de lo de ayer, la ruptura ya no sólo es entre España y Cataluña, que lo es y más que nunca, sino entre quienes, por todo el territorio español rechazan la violenta represión contra la desobediencia para votar y sienten que volvemos a tiempos pasados y quienes la justifican. La decisión de Rajoy de ayer no ha roto España por la frontera que la separa de Cataluña, sino en pedazos internos.

Si hay declaración de independencia por parte de Cataluña, la tendencia del Gobierno español, como acaba de demostrar, será reprimirla mediante la fuerza. Policial y legal. Con una diferencia. Europa, ahora observa lo que pasa y no le gusta nada lo que ve. El nuevo escenario tras la represión gentileza de Rajoy, es una gran victoria de quienes exigen que Cataluña vote su futuro. Las próximas maniobras serán una partida de ajedrez vertiginosa y marcada por las imágenes de ayer. En esta partida que empieza podemos ver cualquier cosa.

En la calle, después de lo de ayer, la ruptura ya no sólo es entre España y Cataluña, que lo es y más que nunca, sino entre quienes, por todo el territorio español rechazan la violenta represión contra la desobediencia para votar y sienten que volvemos a tiempos pasados y quienes la justifican

Desde imágenes como las que ayer indignaron a medio mundo con detenciones de líderes políticos, hasta la intervención de Europa por la inestabilidad que esta situación supone a nivel político y económico (ojo a las bolsas), pasando por elecciones anticipadas en España o Cataluña para fortalecer las respectivas posiciones.

Pero lo único que es seguro es que ayer se cruzó un túnel y que al salir de él, el paisaje ya nunca será el mismo. El escenario ha cambiado para siempre y esto no se arregla a golpes. Los acontecimientos, en los próximos días, sucederán tan rápido como larga y delicada deberá ser la solución.