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En imágenes: las niñas de Kibera aspiran a cambiar el barrio marginal más grande de Kenia

Visitamos Kibera, el barrio marginal más grande de Kenia, donde todos sus habitantes, pero especialmente las niñas, crecen envueltos en experiencias desgarradoras. Hablamos con activistas que luchan para ayudar a cambiar esta realidad.
Imagen vía Jennifer Graham Photography
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Con tan solo 9 años, Malika escribe lo que le gustaría hacer para mejorar la barriada donde fue abandonada cuando era una bebé sobre una montaña de basura. "Quiero cuidar de los niños porque a veces los padres los abandonan cuando son pequeños", escribe cuidadosamente en su cuaderno.

Nacida en Kibera, el barrio marginal más grande de la capital de Kenia, Nairobi, los problemas cotidianos de Malika y de su entorno son desgarradores. Cólera, bebés no deseados que son lanzados desde lo alto de las casas, y niños que sufren abusos y son abandonados.

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"Quiero mejorar las condiciones sanitarias para que no haya más 'lavabos voladores'", escribe Grace, de 10 años, en referencia a las heces en bolsas de plástico arrojadas desde las ventanas de los hogares.

El barrio marginal de Kibera, en Nairobi. (Imagen por Anna Dubuis)

Es difícil obtener cifras exactas sobre cuántas personas viven en este mar en expansión de chozas de barro y estaño que es Kibera. La mayoría de las ONGs sobre el terreno aseguran que ronda el millón de habitantes, mientras que el censo oficial de Kenia en 2009 registró cerca de 170.000 habitantes.

Las carreteras asfaltadas de la ciudad se convierten en tierra o barro al acercarse a Kibera. Dentro de la barriada, una serie de avenidas principales proporcionan algún tipo de estructura en medio de miles de callejones formados a partir del espacio entre chozas.

No hay red de alcantarillado ni recolección de residuos. Los niños chapotean en charcos de hediondos líquidos y juegan en medio de montones de desechos esparcidos por los caminos. Detrás de las principales arterias, un hedor nauseabundo permanece en el aire mientras las aguas negras se escurren por laderas fangosas.

El barrio marginal de Kibera, en Nairobi. (Imagen por Anna Dubuis)

Dada su proximidad con el centro de Nairobi, Kibera no puede ser ignorada. A unos 30 minutos del aeropuerto principal, es una parada obligatoria para las celebridades que encabezan campañas de recaudación de caridad.

Mientras tanto, cientos de ONGs trabajan en el barrio y una comunidad empresarial próspera. Las "principales calles" están pobladas de carnicerías, peluquerías, bares, vendedores de carbón y de comida que caminan en medio del humo mientras ofrecen trozos de carne.

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Sin embargo, a pesar de toda la intervención, en el año 2016 el nivel de vida ha mejorado poco. El desempleo es alto, y la mayoría de las personas viven con menos de 1 dólar al día. El deficiente saneamiento trae aparejado enfermedades. La mala alimentación conduce a la desnutrición. El VIH es moneda corriente.

El barrio marginal de Kibera, en Nairobi. (Imagen por Anna Dubuis)

El progreso aquí, dice Jessica Posner Odede, cuya organización Esperanza Luminosa para las Comunidades (SHOFCO) construyó la primera escuela gratuita para niñas en la barriada, ha sido lento.

"Mucha gente se ha exaltado demasiado y existe la idea de que es un barrio del siglo XXI. Ha sido un gran error que ha perjudicado a Kibera", afirma.

Posner Odede explica que si bien hay un montón de proyectos sobre la mesa para realizar en Kibera, pocas de estas ideas se ejecutan. "La gente viene aquí para hacer un proyecto pero luego se van y no existe un esfuerzo local sostenido en el tiempo… Kibera es un lugar muy complicado que tiene sus propias estructuras. He estado aquí durante ocho años y cada día lo entiendo menos. Se necesitan líderes locales que lo entiendan".

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Para las niñas en Kibera, los abusos sexuales son tan comunes que muchas mujeres [algunos dicen que el 12 por ciento, otros dicen que hasta un 40 por ciento — es muy difícil acceder a datos confiables] padecen así su primera experiencia sexual.

Son presionadas para abandonar la escuela y obligadas a contraer matrimonio y parir muy jóvenes, perpetuando el ciclo de generaciones anteriores. "Las niñas son educadas a un ritmo alarmantemente bajo en comparación con los niños. Ellas simplemente no van a la escuela", dice Posner Odede.

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Chicas jóvenes conocen a la tribu Masai. (Imagen vía Jennifer Graham Photography)

"Las familias se ven obligadas a tomar decisiones económicas y piensan que un niño va a conseguir un trabajo y traer dinero, y que en cambio una chica solamente acabará casada. A causa de matrimonios precoces, de embarazos tempranos o una verdadera falta de oportunidades, la vida de las niñas es peligrosa e increíblemente difícil".

En una casa segura en las afueras de Kibera, Malika, Grace, y otras 10 niñas viven en un edificio muy básico de tres dormitorios donde duermen dos en cada litera. Las niñas, que tienen entre 9 y 13 años de edad, o bien han quedado huérfanas, o han sido abandonadas por sus padres, o han llegado después de años de abandono y abuso.

Eva, de seis años, llegó cuando tenía cuatro después de ser violada por un niño de 11 años, cuya madre tenía un burdel. Rose, de 13, cuyos padres murieron de VIH cuando era una bebé, fue traída años después de ser quemada, golpeada y habiendo padecido hambre por la familia de su tía. Grace fue acogida después que ella fuera abandonada por su madre y obligada a valerse por sí misma.

Estas chicas no hablan como adolescentes de su edad. "Quiero ser poetisa y profesora, así podré ayudar a los niños del barrio porque los barrios marginales son una identidad, no un destino", afirma Rose, que actúa como líder de las chicas en la casa, en perfecto inglés con confianza y optimismo.

"Me siento bien de estar en Kibera, porque sé que voy a cambiar las cosas aquí cuando crezca y también sé que no voy a vivir en Kibera por el resto de mi vida", añade.

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(Imagen por Anna Dubuis)

Las chicas desarrollan una gran cantidad de sus ideas durante sus clases en la Escuela para Niñas Kibera dirigida por SHOFCO, que educa a alrededor de 200 de las chicas más vulnerables de la barriada. Posner Odede lo llama una "academia de liderazgo", en donde se empodera a las niñas de Kibera para transformar su comunidad.

"Las niños ven los problemas y nosotros les decimos desde una edad temprana que pueden pensar soluciones. Esa confianza es algo muy poderoso. Hay muchas posibilidades para ellas. Nuestras chicas están facultadas y tienen un rol que jugar", asegura.

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Una cosa es contarles sobre una posible vida distinta a la que ofrece Kibera y otra distinta es la experiencia. Eileen Flannigan, una empresaria estadounidense, ha pasado el último año sacando a las chicas de la casa de seguridad fuera de las fronteras de Kibera para que conozcan Kenia por primera vez.

Una visita a un parque de safari. (Imagen vía Jennifer Graham Photography)

"En mi vida, todas mis grandes experiencias, la exposición a diferentes culturas, personas e ideas llegaron por medio de los viajes", dice Flannigan. "Uno de los principales problemas aquí es un conflicto étnico. Cuando escuché hablar a las chicas de las diferentes culturas supe lo mucho que los viajes habían aportado en mi vida a la hora de formar opiniones diferentes. Hablamos de mentalidades abiertas pero ellas están haciendo lo mismo día y noche. No quería que normalizaran su experiencia de vida en un tugurio".

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Flannigan comenzó sacando a las chicas de Kibera y llevándolas dentro de Nairobi. En su primer viaje a una galería para ver ilustraciones de la tribu Maasai oyó susurrar "son vudú". Así que ella las llevó a conocer a la tribu Masai.

"Aprendieron que los Masai no eran de temer para nada", cuenta Flannigan. "Luego pensé, ¿y si vieran todo el país? Nunca habían visto una cebra, mientras que cualquier turista que viene aquí lo hace. Pero quería que fuera un viaje educativo, no que ellas hagan turismo solamente".

En el orfanato de elefantes de Nairobi. (Imagen por Anna Dubuis)

El campamento de liderazgo de Flannigan, Girls on Fire, ha estado de gira por Kenia, llevando a las niñas a proyectos de conservación, a encontrarse con otras niñas de diferentes tribus, o incluso a nadar en el océano Índico por primera vez.

En una primera visita al orfanato de elefantes de Nairobi, a sólo 12 kilómetros de Kibera, las niñas, inicialmente llenas de entusiasmo ante la idea de ver a un elefante bebé, se fueron tranquilizando a medida que fueron rodeadas por una multitud de turistas. Se quedaron dóciles y de pie junto al cordón hasta que los elefantes comenzaron a acercarse hacia ellas, entonces se apartaron raudamente del camino.

Lejos de las multitudes, al ser consulta sobre qué lecciones aprendió de los elefantes, Grace contesta: "Los elefantes superaron sus desafíos cuando sus madres murieron, se juntaron con otros elefantes e hicieron una familia. Voy a aprender a superar mis retos con el tiempo". Mercy, de 11 años, añade: "Ellos nunca se dan por vencidos, incluso cuando están heridos".

"Estas chicas están entendiendo el valor del liderazgo", expresa Flannigan. "Creo 100 por ciento que ellas son quienes van a cambiar Kibera. Todo el mundo puede ejercer roles secundarios pero esta generación más joven será la primera en cambiar el modelo de dependencia y pasar a un modelo en el que ellas son las que consiguen el cambio".

*Todos los nombres de las chicas han sido cambiados para proteger sus identidades.

Sigue a Anna Dubuis en Twitter: @annadubuis

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