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Identidad

Rio se prepara para las Olimpiadas con desahucios forzosos

Como preparación para las Olimpiadas de verano, Rio de Janeiro ha tratado de “limpiar” sus pobres y mal planificadas comunidades conocidas como favelas. Los resultados distan mucho de ser bonitos.
All images by Mich Cardin

Las Olimpiadas de verano de Rio de Janeiro se aproximan y con su llegada la ciudad está siendo sometida a grandes cambios. Importantes proyectos para infraestructuras destinadas a aliviar las congestionadas calles de Rio se han extendido por los bulevares y puentes de la ciudad junto con un esfuerzo por limpiar los barrios más azotados por el crimen. Pero algo menos aceptado es el cambio que pretende hacerse en las mundialmente famosas favelas de Rio.

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Las favelas son edificaciones laberínticas, destartaladas e improvisadamente dispuestas donde habita la clase trabajadora pobre de Rio de Janeiro. Cada una de las favelas posee su propio ecosistema social: algunas de ellas, como Rocinha, están habitadas por familias y personas que trabajan en los hoteles de lujo situados a lo largo de la playa de Ipanema. Otras favelas se rigen por el crimen derivado del tráfico de drogas y están gobernadas por bandas. Los esfuerzos realizados para limpiar las favelas abarcan desde la creación de más infraestructuras hasta los desahucios masivos residentes, pasando por la reducción a escombros de varias viviendas familiares.

Gloria es una mujer de 25 años que vive en Villa União Curicica, una de las más de 1.000 favelas de Rio. Su relato coincide con las denuncias de los residentes, que afirman haber visto a varios oficiales llevar a cabo acciones amenazadoras contra ellos desde que empezaron los desahucios en 2014 (en otras comunidades comenzaron ya en 2010). Camina sobre unos frágiles tablones que sirven de puente entre su casa y la acera; bajo ellos fluye un riachuelo plagado de basura.

Explica en portugués que el puente en su día era de cemento y que era capaz de sostener el peso de un coche, pero la ciudad necesitaba demolerlo para "limpiar el agua" como parte de los preparativos previos a las Olimpiadas y aquello es lo que dejaron en su lugar. Su hijo recientemente cayó a través de los tablones y el agua sigue estando muy sucia. Señala la parcela cubierta de hierba situada en la puerta de al lado, donde una vez vivieron sus vecinos. Sus casas fueron demolidas a fin de hacer sitio para una súper autopista al servicio de quienes asistan a los Juegos Olímpicos.

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La misión de Brasil de "formalizar todas las favelas de la ciudad antes de 2020" es un auténtico desastre para los residentes como Gloria. Casi a mediados de 2016, la comunidad de Gloria y muchas otras siguen soportando calles sin pavimentar, montañas de basura y preocupaciones sanitarias y de seguridad a causa de la construcción intrusiva. Y también está el problema de los residentes obligados a abandonar las casas que tantas décadas les ha costado construir con los mínimos recursos.

En Vila União Curicica, la autopista de hormigón (conocida como BRT) que se construyó para aliviar el tráfico ha desembocado en 350 desahucios. Los desahuciados reciben una exigua compensación (y a veces ninguna en absoluto), se les obliga a trasladarse a viviendas públicas mal diseñadas y acaban con una montaña de facturas a cuenta de una casa que no pueden pagar.

Los negocios familiares han tenido que cerrar. Las promesas de compensación y de mejoras en la comunidad han quedado en nada. Los problemas de seguridad siguen presentes y cuatro años después del inicio de la construcción de la BRT, los residentes se encuentran en un limbo en lo que respecta a su situación y muchos de ellos siguen recibiendo todavía amenazas para que se vayan.

Visité Villa União Curicica para conocer a algunos de sus resistentes hombres y mujeres y para presenciar el "legado olímpico" en su comunidad.

Gloria permanece frente a su casa, junto al solar vacío donde un día vivieron sus vecinos antes de que los desahuciaran. La BRT se extiende al fondo. Los residuos procedentes de un hospital cercano se derraman en el río frente a su jardín delantero y su madre ya no puede vivir con la familia porque el puente de sustitución no es suficientemente seguro.

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Rosa y su marido Daniel permanecen de pie en el espacio que conecta con su casa, que en su día albergó su negocio de costura. Las autoridades marcaron el exterior como área a evacuar y destruir, de modo que la pareja tuvo que reubicar su negocio por miedo a perderlo. Según David Robertson, de Cataytic Communities, los ciudadanos de las favelas se estereotipan injustamente como vagos y nocivos para la sociedad, pero Rosa Y Daniel daban empleo a 20 miembros de la comunidad y son muy respetados en el barrio.

Unos niños juegan en un pequeño parque en Minha Casa Minha Vida (Mi casa, mi vida), uno de los proyectos de vivienda pública en los que se ha reubicado a los habitantes de Villa União Curicica. Sus padres se reúnen alrededor del depósito de agua que puede verse al fondo. Es una residencia estrictamente cerrada con edificios similares a una prisión y muy poco o ningún espacio comunal.

Josephina, una residente de la comunidad de 25 años de edad, se siente avergonzada del tambaleante puente que la ciudad ha colocado frente a su casa. Como a muchas otras personas, los oficiales le hicieron promesas de mejoras (como un garaje) que jamás se han materializado.

La cercanía de la BRT a la favela ha provocado un aumento del crimen y de los problemas relacionados con la salud y la seguridad, la mayoría de los cuales no han sido abordados o solucionados.

Unos chicos juegan bajo la BRT, que atraviesa Villa União Curicica por la mitad y conectará varios lugares olímpicos para agilizar los viajes de los asistentes y los atletas. Algunos residentes la llaman el "Muro de Berlín".

Tania, que vive en un diminuto apartamento de dos habitaciones con sus padres y sus dos hijas, habla con sus vecinas acerca de los problemas con los ratones a través de una ventana provisional de una de las unidades de viviendas públicas. A ella también le dijeron que la vivienda social sería gratuita, hasta que recibió por correo una factura de 75.000 reales brasileños. "Mucha gente tiene que elegir entre comer o pagar las facturas", me dijo.

La anciana madre de Tania se ha reubicado en una vivienda pública con ella. Aunque muchas personas consideran que las favelas son barrios de chabolas, las familias han pasado muchos años construyendo sus hogares hasta convertirlos en espacios de un tamaño decente, funcionales y cómodos.