El niño que le quitaba el puesto a Álvaro Morata ha resucitado en Zaragoza
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una segunda oportunidad

El niño que le quitaba el puesto a Álvaro Morata ha resucitado en Zaragoza

Las lesiones lastraron a Borja Bastón cuando era una joven promesa. En La Romareda, el madrileño ha vuelto a brillar —y su equipo apunta a Primera.

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Miguel González Bastón fue uno de esos porteros ochenteros que la memoria devuelve bigotudos y embarrados, calzando botas embetunadas y pateando un Adidas Etrusco lejos de sus dominios. Gallego de Pontevedra, aunque formado en las categorías inferiores del Atlético de Madrid, Bastón se hizo ilustre en su paso por el Burgos, célebre equipo 'vintage', donde fue aupado a hombros tras un ascenso a grito pelado de "Miguel Bastón, a la Selección". En El Plantío perdería luego el puesto frente a Agustín Elduayen; allí mismo terminaría siendo testigo de la desaparición del club.

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Su hijo Borja, espigado desde bien pequeño, parecía no tener otro remedio que arrimarse a la portería. Con cuatro años se puso los guantes, dónde si no en la cantera en la que se formó su padre, que había cambiado mostacho y pelambrera por afeitado y una calva que se convirtió en seña de identidad. Por ella fue Miguel, durante mucho tiempo, el miembro más reconocible del cuerpo técnico del primer equipo del Atlético de Madrid, al que se incorporó como entrenador de porteros.

Fue él, curiosamente, quien convenció a Borja para desenjaular sus sueños de gol. "De portero se sufre mucho, estás muy solo y recibes poco premio". Las palabras del padre empujaron al vástago a aprovechar el don que tenía intimidando la portería contraria en lugar de defender la propia. Así que el muchacho empezó a hacer caso a lo que oía en casa y se destapó como un goleador excepcional. No tardaron en arreciar las comparaciones, con una frase que empezó a estar en boca de muchos en la cantera colchonera: "Es el nuevo Fernando Torres".

Internacional con España en la Sub-15, Sub-16, Sub-17 y Sub-19, Borja fue máximo goleador con su club en las categorías Alevín, Infantil, Cadete y Juvenil. Pulverizaba todo los récords de Torres, el espejo en el que se miraba, y su fulgurante progresión deslumbraba incluso a quienes pretendían luchar con él por un puesto.

Ese fue el caso de Álvaro Morata, que ha terminado la temporada como el delantero joven de moda en el fútbol europeo y que coincidió con Borja Bastón (tercer apellido en el registro, pero primero para el fútbol) en las categorías inferiores rojiblancas.

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Morata había llegado al club por insistencia de su abuelo Alfonso, denodado atlético. Tras un desembarco fallido con once años, frustrado por malas notas en la escuela, Álvaro se unió doce meses después a una generación en la que terminaron destacando, además de Borja Bastón, Koke y el actual jugador del Villarreal Sergio Marcos.

Álvaro y Borja terminaron compartiendo puesto en la delantera del Cadete y tarea de recogepelotas en los encuentros del primer equipo. El hoy jugador de la Juventus acusó las muchas esperanzas que el Atlético tenía depositadas en Borja y las varias dolencias que le terminó acarreando el estirón adolescente que experimentó, de casi veinte centímetros de sopetón.

"Ellos dos incluso compartían habitación de hotel, porque en las concentraciones solían dividirnos según las posiciones del campo", cuenta Nacho Martínez, también integrante de aquel equipo. "Recuerdo que tenían una buena relación entre ellos aunque estuvieran compitiendo por el mismo puesto", apostilla.

Borja Bastón protagonizando una imagen habitual esta temporada en Zaragoza: la celebración de un gol. Imagen vía Facebook.

A pesar de la insistencia de los técnicos para que se quedara, Morata se decidiría a buscar más minutos en la cantera del Getafe, huyendo del eclipse de aquel Cadete B. Al año fue captado por el Real Madrid y el resto de su historia es ya sobradamente conocida.

Armando de la Morena, uno de sus entrenadores en aquellos días, detalla muy gráficamente la leyenda de Borja Bastón en las inferiores colchoneras. "Hubo un partido en el que nos jugábamos la liga en Pozuelo", cuenta Armando. "Si no ganábamos ese día, el Real Madrid era el campeón, y resulta que el Pozuelo nos marca nada más empezar. Va él, coge el balón de dentro de nuestra portería y les dice a sus compañeros: 'Tranquilos, que esto lo resuelvo yo'. Hizo tres goles en cinco minutos".

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En el Cerro del Espino apostaron muy fuerte por él. Sus exhibiciones parecían respaldar esa decisión. "Le recuerdo goles increíbles", rememora De la Morena. "Yo le he visto marcar de rabona desde fuera del área después de regatear a dos defensas".

Ya en aquella época, sin embargo, se empezaba a vislumbrar el monstruo de las lesiones. Se rompió parcialmente el ligamento cruzado con quince años y los médicos optaron por no operar y seguir un tratamiento conservador de rehabilitación. La rodilla ya le daba el primer aviso.

Su cara y su cruz con el Atlético la ejemplifican sus dos debuts con los mayores, alegorías del yin y el yang que ha sufrido Borja con el equipo de su vida. El oficioso, en Mariehamn, en un amistoso frente al IFK un junio de 2009 en el que, además, marcó un gol soberbio, de una dificultad técnica tremenda. Se desmarcó al espacio, regateó al portero y, sin ángulo, casi pisando la línea de fondo, pateó sobre la única recta que podía seguir la bola si quería terminar dentro de la portería.

Todos en el césped le abrazaron a él; todos en el banquillo, a su padre. El reverso tenebroso a esa feliz tarde fue en su primer partido oficial con el primer equipo. Última jornada de la 2009-2010, con el Atlético de Madrid de resaca europea tras su título de Hamburgo. Con el partido encarrilado a favor de un Getafe que necesitaba la victoria para llegar a Europa, un barbilampiño Borja pisaba al fin el césped del Calderón sustituyendo a Tiago. A los veinte minutos, esa rodilla izquierda que ya le había avisado años atrás terminó por quebrarse.

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Borja Bastón levanta el balón frente al Girona. El Zaragoza superó al equipo catalán en el play-off de ascenso y jugará contra Las Palmas por un puesto en la Primera División. Imagen vía Facebook.

Fue un momento particularmente cruel. Venía de ser Bota de Oro en el Mundial Sub-17 de Nigeria, donde España había acabado cuarta, y Borja tenía una moral de hierro. Años después, en 2011, fue campeón de Europa Sub-19, pero en aquel equipo, con Paco Alcácer, Sarabia, Juanmi o, paradojas, el mismo Álvaro Morata ya había varios coetáneos que le habían adelantado por la derecha.

El remiendo del ligamento dio paso a un carrusel eterno de cesiones que le fue enterrando en la memoria de aquellos que una vez quisieron ver en él al nuevo estilete colchonero. Murcia, Huesca y Deportivo de la Coruña, siempre con rendimiento creciente. Y, como última estación, Zaragoza, donde se ha vuelto a sentir importante. Tanto, de hecho, que el Atlético de Madrid decidió en mayo renovarle unilateralmente hasta 2017.

'Pichichi' de la división de plata hasta la explosión atómica de Rubén Castro en el tramo final del torneo, 23 dianas han terminado llevando la firma del chico que un día quiso ser portero. Con la camiseta de Marcelino, de Pichi Alonso, de Milosevic, de Morientes, de Diego Milito y de Villa, el madrileño está, como escribió el periodista maño Chema R. Bravo, en el lugar históricamente adecuado para ganarse un espacio relevante en el fútbol español. Porque, aunque llevemos más de un lustro escuchando sobre él, aunque lo suyo parezcan treinta, son sólo 22 años.

'Borja van Bastón', como le dicen cariñosamente en La Romareda, intentará ahora ayudar a su equipo a volver a su sitio natural. Las lesiones, que aún le recuerdan su crueldad de vez en cuando, le han apartado de la semifinal del playoff de ascenso, en el que el Real Zaragoza ha apelado a la épica en su ausencia y le ha remontado al Girona una eliminatoria para los anales.

En la final, ante Las Palmas, Borja querrá volver a recordarle al mundo con chillidos que son goles que él sigue ahí. Y de paso recordarle al 'Cholo' Simeone que su sueño sigue siendo jugar en el Atlético de Madrid, al lado de Fernando Torres.