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Rio 2016

Ver a Neymar y Brasil ganar el oro con las Tres Viejas

Nuestro corresponsal vio el partido por la medalla de oro de futbol en un barrio de Rio, donde tres mujeres mayores platicaron con él acerca del orgullo brasileño, el amor y la vida.
Photo by Aaron Gordon

Después de que Neymar anotó el penalti ganador y aseguró la medalla de oro para la selección brasileña masculina, las tres mujeres junto a las que estaba sentado durante todo el partido en un restaurante en Rio saltaron de sus asientos y se abrazaron, y luego, me abrazaron a mí, porque, como después me dijeron, "Ya eres uno de nosotros".

Me aventuré a Jardim Oceanico, un barrio en Barra de Tijuca donde termina la nueva línea de metro, para ver el partido por la medalla de oro entre Brasil y Alemania porque era el único lugar en Barra que se sentía, casi pero no del todo, como el resto de Rio. Llegué una hora antes, pero casi todos los restaurantes estaban llenos, así que me apreté en una mesa junto a tres mujeres que ya llevaban tres litros de cerveza esa tarde y estaban dándole a una cajetilla de cigarros cada una.

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Intercambiamos palabras y algunas miradas de angustia y anticipación durante el partido mismo, pero no mucho más hasta el silbatazo final y los abrazos. Después de que el delirio pasó a ser júbilo residual, empezamos a hablar. Una de ellas —me dijo su nombre, y creo que me sonó como Hecinia, aunque honestamente no tengo ni idea si es correcto, pero para nuestro propósito supondremos que sí— hablaba buen inglés como para sostener una conversación. Hablé con ella casi exclusivamente. Usaba una gorra amarilla de Brasil y tenía lentes de armazón delgado. Las tres tenían siempre un cigarro en la boca y yo estaba recibiendo todo su humo. Hecinia tenía que hablar despacio, con su voz grave y rasposa, pero siempre elegía sus palabras correctamente.

Se llamaban a sí mismas las Tres Viejas. Hecinia me dijo que lo que yo ya había escuchado de muchos otros brasileños: que el país tiene muchos problemas pero que hayan logrado organizar con éxito los Juegos los hacía sentir un poquito mejor, aún cuando sabían que eso no resolvía nada. Dijo lo mismo sobre la medalla de oro en futbol. Significaba mucho para ella como símbolo de algo positivo, aunque no había mucho que lo pusiera a uno en humor positivo..

La medalla de oro de Neymar y Brasil ha restaurado algo del orgullo de este país luchador. Foto de Christopher Hanewinckel-USA TODAY Sports

Me preguntó cuándo volaba de regreso. El lunes, le dije. "Ah, sí. Sábado, domingo, lunes", se rio, y siguió contando los días con los dedos. "Te vas, como toooooooodos los demás", e hizo el movimiento con la mano como de un avión que despega. "Y aquí seguiremos. Con todo de vuelta a la normalidad". No lo decía de modo positivo, pero sonrió, algo a lo que estas tres semanas en Rio me acostumbraron. Las personas aquí sonríen mucho.

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Para ahora, ya habían consumido algo como nueve litro de cerveza y todavía podían mantenerse de pie, por no hablar de la media cajetilla de cigarrillos que llevaban, lo que las ubica en un nivel de consumo mucho más solido que el mío. Me preguntaron donde estaba quedándome y les correspondí preguntando dónde vivían.

Mi parte favorita de viajar a países extranjeros es cómo las conversaciones torpes y comprometidas por las limitaciones de lenguaje suelen revelar verdades profundas. Cuando solo tienes unas cuantas palabras de las cuales elegir, estás obligado a enunciar la versión más sencilla de tus pensamientos, y con frecuencia esta suele ser la más precisa. Quitas lo que comúnmente llamamos complejidad, pero que en realidad se trata las más de las veces de autoengaño. Nos reduce a lo elemental.

Hecinia dijo que todas vivían en la misma zona. En esa misma respuesta, se señaló a sí misma y a otra de las mujeres, Diana. "Nuestros maridos…", comenzó, antes de buscar la palabra adecuada. "¿Viudas?"

Por primera vez desde que Neymar anotó el penal, bajó la cabeza, como si la hubiera mantenido alzada gracias a un gran esfuerzo, y de pronto regresara a su forma natural. "Triste. Estamos muy tristes", dijo. "¡Por eso bebemos! Y tratamos de amar la vida". Y entonces sus rostro volvió a su forma anterior, boyante.

Como suelen hacerlo la mayoría de las mujeres mayores, me preguntó si tenía novia y le respondí que sí. Me dijo que más me valía amarla, y le dije que sí. También me dijo que le debía decirle a mi novia que "te amo y quiero casarme contigo", algo que voy a achacar a los tres litros de cerveza consumidos. Pero acepté darle el mensaje. También le dije a Hecinia que esperaba que un día en el futuro muy distante, mi novia le pudiera decir a un tipo de 26 años en un bar que tenía una marido y que lo amaba mucho, pero que estaba haciendo su mejor esfuerzo por disfrutar la vida sin el. Brindamos por eso y por los Juegos Olímpicos y por todas las fiestas que nos ayudan a olvidarnos de la tristeza cuando todos, eventualmente, se regresan a sus casas.