Futbolista total, rebelde total: Johan Cruyff y el resurgir del orgullo catalán
Illustration by Michael Atkinson

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los orígenes de una leyenda culé

Futbolista total, rebelde total: Johan Cruyff y el resurgir del orgullo catalán

Examinamos cómo su formación en Holanda le preparó para ser un héroe catalán.

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Este artículo se publicó originalmente en_ The Football Pink_.

A lo largo de su vida, con su visión y perspectiva personal, además de su actitud descarada y hábito por criticar el conservadurismo, Johan Cruyff se consideró un rebelde, sobre todo dentro del Camp Nou y en las calles de Barcelona. No es de extrañar que tras su muerte el Sport publicara una foto donde relacionaba a Cruyff con el Che Guevara.

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En otra foto de unos tiempos en los que la popularidad de Cruyff todavía estaba por llegar, aparece con la camiseta blaugrana enfrentándose a dos agentes de policía. La foto data de 1975 y fue tomada durante un partido entre el Barcelona y el Málaga, cuando los policías tuvieron que sacar a Cruyff del campo después de que el árbitro le sacara tarjeta roja por protestar por lo que a su parecer habían sido una serie de malas decisiones por su parte, ante la indignación de los hinchas del Barça. Una historia apócrifa cuenta que mientras salía del campo se quitó su brazalete de capitán (con sus franjas rojas y amarillas simbolizando la bandera de Cataluña), dirigió la mirada hacia las gradas abarrotadas del Camp Nou y le dio un beso. A día de hoy, el incidente sigue interpretándose como una señal de resistencia catalana ante el gobierno fascista de Franco en Madrid.

En 1936, miembros de las fuerzas armadas españolas y grupos conservadores de derechas, con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista, dieron un golpe de estado contra el gobierno izquierdista electo en España. Los partidos de derechas intentaron instaurar un gobierno centralizado en Madrid e imponer una identidad nacional homogénea en España. Los conflictos culturales entre los españolistas y la gente de Cataluña y el País Vasco que llevaban latiendo desde principios del siglo XX estallaron de forma violenta. Una ola de republicanismo de izquierdas se extendió por toda España y el país se vio sumido en una sangrienta guerra civil que duraría casi cuatro años. Miles de voluntarios de todo el mundo se unieron a la causa republicana a través de las brigadas internacionales casi siempre dirigidas por la Comintern. Sin embargo, hacia 1937, Madrid había quedado rodeada por las fuerzas fascistas y gran parte de Cataluña y el País Vasco había caído. En 1939, España quedó bajo el control del Generalísimo Francisco Franco y los partidos de derechas se fusionaron para crear el gobierno dictatorial en Madrid.

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En las provincias de Cataluña y el País Vasco, las fuerzas de Franco organizaron una limpieza republicana, y todos los símbolos y tradiciones de su identidad y cultura local quedaron prohibidos. El gobierno falangista estaba obsesionado por cómo se vería España desde los ojos del resto del mundo, y el fútbol se convirtió en una herramienta de propaganda, sobre todo a través del Real Madrid, que dejaba al mundo atónito con su juego en 1950. Con su sede en la capital, el Real Madrid encajaba muy bien con la visión de Franco de una España homogénea y centralizada.

El Real Madrid pasea la Copa de Europa en 1960, tras ganar por quinto año consecutivo // PA Images

Por otra parte, el gobierno franquista veía al Barça y al Athletic de Bilbao como repositorios del republicanismo y la identidad local. Prohibió el uso de toda lengua que no fuera la castellana e impuso restricciones estrictas a Barcelona y Bilbao, como hacerles cambiar sus nombres en catalán, "Futbol Club Barcelona", y vasco, "Athletic Bilbao", por sus equivalentes en castellano, "Club de Fútbol Barcelona" y "Atlético de Bilbao".

En 1943, el Barça, cuyo presidente Josep Sunyol había sido asesinado por los falangistas en 1936, se enfrentó al Real Madrid en la semifinal de la Copa del Generalísimo. Habían ganado en el partido de ida 3-0. Aunque nunca se llegó a probar nada, un reportero local alegó que el equipo había recibido la visita del director de policía que les recordó amablemente la generosidad del gobierno por dejarles permanecer en el país. El Barça perdió el partido de vuelta 11-1. Casi una década más tarde, en una tarde lluviosa de domingo en 1951, los hinchas del Barça salieron del estadio de Les Corts tras vencer 2-1 al Santander y todo el mundo prefirió caminar bajo la lluvia en lugar de coger el tranvía. Su intención era apoyar una huelga de los trabajadores del tranvía de la ciudad. El Camp Nou pronto se convirtió en uno de los pocos lugares donde los catalanes podían expresar libremente su identidad cultural y hablar su lengua materna.

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Mientras tanto, en el campo, el Barcelona entró en una etapa de sequía en 1960 y solo ganó un par de trofeos, mientras que el Real Madrid dominaba la liga nacional y se convertía en uno de los principales equipos de Europa. En periodos de estancamiento, a menudo es necesario que venga alguien de fuera a remover las cosas. Y aquí es donde entra en juego Johan Cruyff.

PA Images

Después de haber capitaneado al Ajax durante tres victorias consecutivas en la Copa de Europa, Cruyff rompió con su club y algunos de sus compañeros de equipo. El Ajax quería venderlo al Real Madrid pero Cruyff peleó para que le pasaran al Barça en 1973, con el fin de reunirse con su anterior entrenador y figura paterna, Rinus Michels, que por aquel entonces entrenaba al Barcelona. Para los catalanes que vivieron aquellos tiempos, el hecho de que Cruyff declarara que no ficharía por el Madrid porque se negaba a jugar con un equipo que representaba a Francisco Franco significó algo más que una crítica a la España franquista, significaba que uno de los mejores futbolistas del mundo sabía cuáles eran los valores de un club que no estaba pasando por uno de sus mejores momentos, y había decidido unirse a él.

Esa misma temporada, mientras Franco apoyaba al Madrid desde su lecho de muerte, Cruyff lideró a un Barça que aplastó al Real Madrid 5-0 en su propio terreno. De vuelta en Barcelona, miles de personas salieron a la calle para celebrarlo. Un periodista del New York Times que comentaba el partido escribió que Cruyff había hecho más por Cataluña en 90 minutos que los políticos en dos décadas de lucha. El Barça, que se encontraba a los pies de la liga cuando se unió Cruyff, no se dejó vencer en 17 partidos consecutivos y consiguió ganarla por primera vez desde 1960. Mientras Cruyff jugó con el Barcelona, no ganaron nada más que el título de la liga en 1973/74 y la Copa del Rey en 1977/78. Sin embargo, como escribió el historiador Jimmy Burns en Barça: la pasión de un pueblo, Cruyff trajo flexibilidad, velocidad y una "conciencia de sí mismos"; con Cruyff creían que nunca podrían perder. Para la gente de Cataluña, que todavía guardaban frescos los recuerdos de la guerra civil y la despiadada limpieza que le siguió, la seguridad y descaro de Cruyff, además de su sinceridad tanto dentro como fuera del campo eran una fuente de valor.

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Como jugador y como entrenador, Cruyff cambió el fútbol para siempre. En muchos aspectos, era un filósofo, siempre observando el juego de su forma personal. Pero para entender por qué siempre fue considerado un rebelde, tenemos que remontarnos a su infancia en su Ámsterdam natal, una ciudad que el filósofo y portero amateur, Albert Camus –que también había luchado contra el fascismo y el colonialismo como miembro de la resistencia francesa en la Francia ocupada por los Nazis y más tarde en la lucha de Argelia por la independencia– había descrito en su libro La caída como tan aburrida que "desde hace siglos, los fumadores de pipa contemplan cómo cae la misma lluvia sobre el mismo canal".

La Ámsterdam de después de la guerra no era el mismo lugar afable y sexy ni la ciudad de la sensualidad y el pecado que conocemos hoy. Los Países Bajos de aquellos tiempos eran muy conservadores y bastante retrógrados, sobre todo en relación con los derechos de las mujeres y los trabadores. Pero la situación empezó a cambiar poco a poco en 1960. Cuando los Beatles empezaron a aparecer en la tele y en la radio, el espíritu de revuelta llegó a Ámsterdam. Como escribió David Winner en Brilliant Orange: The Neurotic Genius of Dutch Football: "los antiguos cuerpos eran reservados, conservadores y ultraderechistas; los nuevos sindicatos eran izquierdistas, abiertos y alternativos". Para luchar contra esta opresión y las normas retrógradas de la sociedad, nació el movimiento Provo holandés liderado por Robert Jasper Grootveld, Rob Stolk y Roel van Duijn.

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Cruyff y su mujer, Danny, in 1973 // PA Images

Lo que empezó como una campaña contra el tabaquismo pronto se convirtió en un movimiento contracultural de corte anarquista que cambiaría la sociedad holandesa para siempre. Tiempo después, el movimiento Provo tomó derroteros más de izquierdas, anticapitalistas y anticonsumistas. Con sus duras críticas a la Iglesia, la monarquía, la policía y el gobierno local, este grupo de artistas, activistas y estudiantes llevó a cabo una insurrección a pie de calle. Para romper la imagen de autoridad moral que esas instituciones pretendían mantener, sus militantes incitaban a la violencia mediante actos no violentos.

En 1965, un grupo escindido de Provo que se hacía llamar Bastaard Group organizó la primera manifestación contra la guerra de Vietnam frente a la embajada estadounidense en Ámsterdam. La protesta empezó como una sentada y terminó con la quema de la bandera de EUA y disuelta de forma violenta por parte de la policía. El punto álgido del movimiento Provo, no obstante, se produjo durante la boda de la Princesa Beatriz con el alemán Claus von Amsberg, quien había pertenecido a las Juventudes Hitlerianas. Durante el desfile real, activistas de Provo se mezclaron con el público, llevando consigo bombas de humo fabricadas con nitrato de azúcar blanco. En cuanto empezó el desfile, varios activistas hicieron estallar las bombas detrás del palacio, mientras otros lanzaban panfletos antiimperialistas al buque real. Incapaces de localizar a los autores materiales de los hechos, la policía arremetió violentamente contra todos los presentes, convirtiendo la boda real en un verdadero fracaso público. Posteriormente, la policía fue objeto de reprobación internacional por su uso indiscriminado de la violencia.

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En 1966, el colectivo de trabajadores de la construcción convocó una manifestación para protestar contra los repentinos recortes salariales. Uno de los manifestantes murió de un infarto. Sin embargo, el diario De Telegraaf informó erróneamente de que el hombre había sido agredido con un ladrillo que le impactó en la cabeza, causándole la muerte. La noticia provocó una oleada de disturbios por todo Ámsterdam. Sindicatos comunistas y anarquistas de Provos aunaron sus fuerzas y tomaron las calles. En su libro Message to the Rat King, Harry Muslich reflexionaba sobre aquellos disturbios en estas líneas: "Los padres, sentados sobre frigoríficos y lavadoras, y sosteniendo una batidora con una mano y el Telegraaf con la otra, miraban la televisión con el ojo izquierdo y vigilaban sus coches con el derecho, mientras que sus hijos se dirigían, un sábado por la tarde, a la plaza Spui".

Se sucedieron tres días de disturbios, con reiterados enfrentamientos violentos entre la policía y los manifestantes. Se prohibieron las manifestaciones, lo que provocó un aumento de la popularidad de Provos. Se intensificó la brutalidad policial y hacia mediados de 1966, la cifra de arrestados ascendía a cientos.

El público general no salía de su asombro ante la mano dura de la policía. Ello, sumado a la presión de muchos intelectuales influyentes, provocó que se iniciara una investigación, de resultas de la cual se cesó al jefe de la policía de Ámsterdam y el alcalde de la ciudad fue retirado del cargo. Casi dos años antes, en 1968, el Levantamiento de París estuvo a punto de provocar la caída de Charles de Gaulle y sacudió el mundo entero. Ámsterdam experimentó una unión sin precedentes entre estudiantes, trabajadores y activistas, responsables todos ellos de una revolución cultural que marcaría un hito en la sociedad holandesa.

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En esa misma época, el Ajax de Ámsterdam había iniciado un lento pero seguro distanciamiento de todos los estilos de juego convencionales que, por aquel entonces, establecían lo que se consideraba la forma "correcta" de jugar a fútbol. Con sus pases rápidos y precisos, movimientos fluidos y sus extremos superpuestos, los jugadores del Ajax, para delicia de sus seguidores, iban dando forma a una forma de jugar única, derrotando oponente tras oponente durante el proceso. Su filosofía era la de fomentar las capacidades individuales para mejorar el juego del equipo como unidad, una visión ya de por sí revolucionaria.

Fuera del campo, los futbolistas holandeses también libraban otra batalla contra los altos cargos de la Real Federación de Fútbol de los Países Bajos (KNVB) por profesionalizar el deporte. Hasta ese momento, el fútbol se consideraba un deporte "de aficionados", los futbolistas no gozaban de los mismos derechos que otros trabajadores. Con remuneraciones muy bajas por jugar para clubes o en representación de países, la mayoría de ellos se veían obligados a buscarse otro trabajo. La falta de una categoría profesional implicaba también que los futbolistas no podían organizarse en sindicatos.

Tras su debut en el Ajax a la edad de 16 años, Cruyff no tardó en convertirse en una figura de gran influencia para el club y, en muchos aspectos, también en la imagen de la nueva Ámsterdam. En una época en la que representar a tu país en el campo se consideraba todo un honor, Cruyff insistió en que a los futbolistas se les pagara debidamente por su labor; tras conocer que los directivos de la KNVB disponían de un seguro de viaje en sus desplazamientos al extranjero y los futbolistas no, se valió de su notable influencia para forzar un cambio en ese aspecto. Aquel joven Cruyff de cabello largo, que no tenía reparo alguno en criticar con franqueza el establishment conservador, pronto se convirtió en icono y adalid de la revolución cultural que sacudía a los Países Bajos.

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Cruyff celebra una victoria con sus compañeros del Ajax // PA Images

Como cualquier otro joven de la década de 1960, Cruyff también recibió la influencia de la cultura del inconformismo que se había instalado en la sociedad. Tras décadas siendo derrotado en todos los aspectos de la vida, la actitud audaz e inquisidora que Cruyff llevó a Barcelona era justo el acicate que Cataluña necesitaba para recuperar su orgullo y valía. En un documental de televisión, Cruyff dijo: "Nací poco después de la guerra… y me han enseñado a no aceptar nada". Cruyff asumió la resistencia de Cataluña a la España franquista como su propia lucha y, en 1974, en un periodo en que los nombres en catalán estaban prohibidos, Cruyff llamó a su hijo "Jordi". Ante la negativa de los funcionarios de registrar el nombre, Cruyff les pidió que lo hicieran con el nombre "Johan-Jordi", si tanto problema suponía. Su férrea obstinación pasó a formar parte del folclore de Cataluña y le valió el cariño de todos los catalanes. en el documental En un momento dado, Cruyff asegura que inicialmente no sabía que el nombre "Jordi" estaba prohibido, pero que cuando luego tuvo conocimiento de ello, se mantuvo firme en su decisión.

En 1977, Cruyff y su familia fueron víctimas de un intento de secuestro en Barcelona, acontecimiento que precipitó su decisión de retirarse del fútbol internacional. Sin embargo, aquello no lo hizo abandonar sus firmes convicciones sobre lo que era correcto: cuando le preguntaron por qué se había negado a jugar en el Mundial de 1978 en Argentina, que en aquel entonces estaba bajo un régimen dictatorial, Cruyff dijo: "¿Cómo se puede jugar a fútbol a un kilómetro de un centro de tortura?".

Cruyff dejó una profunda huella en la cultura catalana, como jugador y como entrenador. Llegó y tendió una mano a un pueblo que había sufrido infinidad de embates, ayudándole a ponerse de nuevo en pie, recuperar su dignidad y la esperanza.

El 24 de marzo de 2016, las banderas del Barça y la de Cataluña ondeaban en el Camp Nou como tributo a Johan Cruyff, que sucumbió al cáncer de pulmón. En vida, Cruyff rindió homenaje a Cataluña y con motivo de su partida, toda Cataluña se entregó a un sentido homenaje a su hijo adoptivo.

Nota de agradecimiento: quiero dar las gracias a David Winner y Simon Kuper, con cuyos libros me inicié en el maravilloso y fascinante mundo del fútbol holandés y aprendí, sobre todo, que este y cualquier otro deporte no son independientes de la política.

Texto: @ShirshoD para @TheFootballPink // Ilustración de Michael Atkinson, disponible aquí.****