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Hooligans

Mi doble vida como hooligan acabó con mi trabajo, matrimonio y dinero

Un antiguo ultra relata en primera persona sus aventuras en los campos de fútbol y en la vida: "Arriesgarlo todo era lo único que me importaba".
Photos via @CasualMind_

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Durante una década, Nick Hay* pasó su vida como hooligan de futbol, viajando por toda Holanda para ver a su equipo jugar e involucrarse en una que otra pelea. En este artículo, Nick explica cómo combinó su vida como hooligan con su carrera.

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Un oficinista experimentado puede presionar cerca de 150 teclas por minuto. Ahora imagina hacer lo mismo con dos dedos fracturados. No podrías presionar más de 30 teclas por minuto.

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Estaba sentado en mi oficina, vestía un traje azul marino Hugo Boss y me moría del dolor.

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El problema es que no sería nada fácil explicarle el asunto a mi jefe: "Tengo que ir al hospital porque tengo dos dedos fracturados, lo que pasa es que ayer me peleé en un partido de fútbol. Seguro ya se enteró en los periódicos". El hecho de que mi doble vida como hooligan implicaba más riesgos de lo aparente se manifestó aquel jueves por la mañana, 30 veces por minuto.

Foto de Alessandro Bianchi, Reuters

En una ocasión, en el 50 cumpleaños de mi exsuegro, tuve que marcharme de manera repentina y abrupta. Mis amigos estaban en la puerta y su coche listo para arrancar. Nuestros enemigos habían sido vistos en grupo en el centro de la ciudad. Antes de cerrar la puerta detrás de mí, tomé rápidamente la sombrilla favorita del tío de mi esposa. Supe que sería muy útil. Aquella noche no llegué a casa; dormí en la estación de policía local sobre un repugnante colchón y una almohada de plástico. Recuerdo perfectamente la pequeña corriente de aire que salía de la almohada cada vez que movía la cabeza.

Cuando regrese a casa, encontré pedacitos de papel con números telefónicos por todos lados. Habían sido arrancados de la agenda y eran números de estaciones de policía y hospitales. Después de ser arrestado, jamás me tomé la molestia de avisar a mi familia. Mientras yo me frustraba por la corriente de aire que salía de la almohada, ellos ponían la ciudad patas arriba por el pánico que sentían. Como era de esperar, la relación con mi esposa terminaría dos semanas después.

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Durante una década pude balancear dos extremos de mi vida con un cuidado especial. La mayoría ni siquiera sospechaba que tenía dos vidas. Mis amigos del fútbol conocían mi vida social más allá del hooliganismo, pero mis colegas y gran parte de las personas que me rodeaban no tenían ni idea de mi lado oscuro. Ahora sé que el hecho de poseer un secreto lo hacía más emocionante.

Imagen vía Twitter @CasualMind_

Estoy seguro que sucedió en 2009, cerca del final de mi carrera como hooligan activo. Nada hace de una temporada algo tan sensacional como un sorteo en la copa doméstica. El idiota promedio de cualquier club echa un vistazo al calendario de partidos al inicio de la campaña, e inmediatamente se guarda la fecha para un partido de gala contra uno de los "grandes". Nadie tiene que ocultarlo a sus familias y colegas. Los enfrentamientos de copa hacen las cosas más interesantes. Se presentan en el lugar así, sin más, de la nada; y no tienes otra que aguantarlos. Se te acabaron los días libres, pero ya hiciste planes en el trabajo y con tu familia. Es en este momento cuando tus vidas paralelas, la normal y la de hooligan, se juntan sin remedio.

Es miércoles por la noche y hay partido. El pitido inicial es a las siete. Es un completo desastre para cualquier hooligan con esposa, hijos, trabajo… o todo. Debes tomar un descanso por la tarde y después ser capaz de ver la cara a tu jefe y tu esposa el día siguiente. Esto conforma un grave elemento de riesgo.

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Esa mañana me apresuré en el trabajo para poder salir a la hora de la comida con una excusa estúpida. Era la hora de liberar mi lado oscuro una vez más.

Imagen vía @CasualMind_

A veces tenemos uno de esos días en los que todo sale mal, y aquel funesto miércoles sería uno de ellos. Nuestra organización fue pésima y terminamos en la parte baja de la grada, acorralados contra el túnel de los jugadores. Ante nuestros ojos, un grupo numeroso de hombres corpulentos se dirigía en nuestra dirección. Después de una pelea extremadamente difícil, me encontraba en la zona seguro del terreno de juego con un corte gigantesco en mi pierna y dos dedos fracturados, de nuevo.

A la mañana siguiente me tropecé, intentando contener el dolor, con la alfombra vieja de la oficina de mi departamento. Fue como si nada hubiera ocurrido. El tipo de cuentas mencionó los desmanes de la noche anterior en la cocina del trabajo y los describió como una vergüenza total. Al mismo tiempo que hablaba podía sentir cómo mis pantalones se pegaban constantemente a la herida fresca en la parte trasera de mi pierna derecha. Y, aún así, no me importaba un comino. Mi orgullo había sido apaleado, y necesitaba tiempo para sanar.

De todos modos, el mismo orgullo era mi motivación principal y la razón por la que estaba dispuesto a arriesgarlo todo. La mayoría de las personas se conforman con un buen trabajo, un coche bonito y un salario decente, pero yo me identificaba más con la otra parte de mi vida: el hooliganismo y el ego. Arriesgarlo todo era lo único que me importaba.

Finalmente, mi vida como hooligan acabaría con mi excelente puesto porque el Servicio de Inteligencia y Seguridad me fichó por ser una "amenaza para la seguridad nacional". Por supuesto, supe que se trataba de una exageración, pero la verdad es que gasté la mayoría de mi dinero en mi pasatiempo, perdí días de descanso y una buena cantidad de mis ingresos totales. Si nunca me hubiera convertido en hooligan seguramente habría concluido mis estudios cinco años antes, y tendría un perro, una casa y una encantadora esposa. Sin embargo, jamás dudé ni un segundo durante aquel miércoles, cuando salí temprano de la oficina con una excusa de mierda para poder vivir, libremente, mi otra vida.

*Nick Hay es un seudónimo. VICE Sports conoce su verdadero nombre