Alison Mosshart escribió una carta para acompañar estas fotos de The Kills
Todas las fotos por Myles Hendrik.

FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Alison Mosshart escribió una carta para acompañar estas fotos de The Kills

Mosshart reflexiona sobre el tiempo juntos como dueto, y cómo terminaron dando un show para su XV aniversario en el desierto de California el año pasado.
DS
traducido por Daniela Silva
Tshepo Mokoena
tal y como se lo contó a Tshepo Mokoena

En marzo pasado, Alison Mosshart y Jamie Hince de The Kills desaparecieron en la noche en el desierto de California con el DJ y productor Myles Hendrik. Esta historia termina bien, no te preocupes. El dúo de rock acababa de dar un show por su 15º aniversario en el local Pappy & Harriet's, que se encuentra justo en el borde del Parque Nacional Joshua Tree, y que alguna vez fue un set de películas del Viejo Oeste. Myles terminó fotografiando a Alison y a Jamie en su camino hacia y durante el show, aunque se describe a sí mismo "no como un fotógrafo profesional, sino más bien como un amigo con un ojo cero invasivo y razonablemente útil".

Publicidad

Tocaron en una habitación repleta, a la que llegaron Alison y Jamie "recibidos por fans a caballo, algo increíble", como Myles recuerda. Recuerda cómo estuvieron dando vueltas al principio tratando de encontrar una fiesta, pero finalmente se decidieron a seguir los sonidos de los coyotes a lo lejos. Después, "con la luna a nuestras espaldas y la brisa del desierto a nuestro alrededor como una acogedora manta, nos subimos a la camioneta y nos fuimos a casa", dice Myles. "Listos para otro día y la banda para otro show". A la luz del concierto que celebraba los 15 años de la banda, Alison también compartió una reflexión personal sobre el tiempo de The Kills hasta ahora, así que sigue leyendo.

Cuando me pidieron que escribiera una carta para acompañar estas fotografías, pensé que me llevaría una hora. Apunte algunas cosas durante una escala. Una copa de vino, algo de papelería del hotel, después de un concierto, donde sea que estuviera. Pero cuando empecé a escribir, fue difícil quitar el pie del acelerador. Una vez que comencé, fue como hacer un viaje a través del tiempo, y fue muy lindo ver todo de nuevo.

Estas fotografías fueron tomadas por Myles Hendrik el 17 de marzo de 2017. Ese día, Jamie y yo viajamos desde Los Ángeles a Pioneertown, CA, para tocar en Pappy and Harriet's. Era una misión para celebrar. The Kills iba a tener una especie de quince años en el camino del desierto empapados en tequila. En nuestro propio honor. Estas imágenes que estás viendo fueron tomadas en un día. Me encantan. Pero las valoro, porque tuvieron que pasar 15 años para hacerlas. Nos tomó 15 años estar en ese lugar ese día. Preparar los amplificadores, vestirnos y cantar y tocar como lo hicimos esa noche. Quince años para abrocharnos las botas, peinarnos y, ya sabes, llegar hasta aquí. Al medio de la nada. Rodeados de amigos.

Publicidad

Eso es lo que hace que estas imágenes sean especiales, más allá de ser especiales. El tiempo es lo que les da la belleza más allá de ser estéticas. Quince años son lo que les da carácter, contraste, poder y profundidad. Representan, son una oda y una reliquia de la trayectoria de The Kills, como banda, como amigos, como artistas, avanzando a toda velocidad por el paisaje de los recuerdos del futuro, el mundo y todo lo demás.

Son recordatorios. Me da gusto que hayamos secuestrado a Myles, que le hayamos atado cámaras a las manos con cinta adhesiva y que lo hayamos obligado…Ok, que lo hayamos engañado un poco para que lo hiciera, bueno más bien, que le hayamos pedido amablemente que grabara todo, para que pudiéramos mirar hacia atrás con claridad. Y poder recordar.

Hace más de 15 años, en 2002, era el Día de San Valentín en Londres. Tenía 23 años, era muy tímida. Usaba ropa de segunda mano que había cortado y cosido de nuevo para que me quedara bien: una camiseta de manga larga a rayas negras y blancas estilo Warhol. Pantalones vaqueros sucios. Un cinturón con discos plateados de estilo nativo americano. Botas vaqueras de cocodrilo con cintas alrededor, para agarrar mis tobillos.

Tenía el pelo negro y apenas me estaba creciendo después de que dejé que Vidal Sassoon me rapara la mitad de la cabeza para un trabajo de modelaje de 20 libras. Ese corte de pelo estaba horrible pero no me arrepiento, pasaba mis dedos por mi cabello, para ver qué podía hacer para cubrir mi cara… Allí estaba, horas antes del primer concierto de The Kills, el corazón acelerado, los nervios de terremoto. Seis de nuestras canciones juntas a la vez, luchando brutalmente para hacerlo bien. Tenía la boca seca, los labios partidos, el cerebro como huevos revueltos, obvio quería vomitar porque el momento había llegado.

Publicidad

Antes de eso… había estado en Londres un poco más de dos años, de sillón en sillón, pasando el rato, sentada en el suelo de Jamie, platicando, tramando, soñando, escribiendo letras, escribiendo canciones, con una grabadora de cuatro pistas, bebiendo vino , liando cigarros, haciendo pan tostado. Llegaría al otro lado del mundo. Tenía la firme convicción de que teníamos algo que hacer, canciones que necesitaban ser escritas, arte que era necesario hacer. Que juntos podríamos hacer cualquier cosa. Nada que perder.

Lo que fuera que necesitáramos, lo buscaría. Cámaras, micrófonos, cables de guitarra, armónicas, baterías… encontré todo eso en la basura de la gente. ¿Necesitas una pandereta? Dame un día. Una vez, un "artista" que vivía al otro lado de la banqueta murió. Había un contenedor de basura en la banqueta que estaba lleno de su vida pasada. Así es como obtuve mi primer micrófono SM-57 y las sábanas de color azul claro con las que dormiría por años.

Jamie y yo escribimos un puñado de canciones. Eran aturdidas y simples, con letras locas y guitarras de blues borrosas. También, estaba aprendiendo a tocar la guitarra por primera vez, torpemente. Muchas veces tocábamos en la cocina a todas horas con guitarras acústicas, donde el canto sonaba agradable y con eco. Pisoteábamos furiosamente debajo de la mesa.

Grabamos un demo en la habitación de Jamie, se la dimos a amigos y se la enviamos a la gente por correo. Poco después, nos pidieron que tocáramos un show de riot grrrl en el 12 Bar Club en Denmark Street. Como la banda no tenía nombre, decidimos llamarnos VV & Hotel. Ensayamos hasta más no poder e hice un cómic de dibujos de nosotros dos y todos nuestros equipos extraños, para regalárselos a la gente en el show. En términos totalmente inciertos, un hombre muy raro me ayudó a entrar en una iglesia e imprimirlos en una máquina Xerox en medio de la noche. Al regresar a casa, los coloreé todos a mano.

Publicidad

No teníamos idea de qué sonaba tan fuerte y electrificado, hasta ese concierto de 20 minutos delante de 50 personas. El 12 Bar era el lugar más pequeño. Pero esa noche se sintió como un estadio. Todo en mi cuerpo se estremecía mientras repetíamos las palabras, luchábamos con nuestras guitarras, mirábamos esas caras y volvíamos a vernos. Nos sentíamos como si estuviéramos colgando al borde de un acantilado. Toda la energía, todo el hermoso ruido que estábamos escuchando y sintiendo por primera vez a un volumen tremendo, fue increíble. La química del miedo, la alegría y los sueños toman forma. La adrenalina. La indescriptible carga de adrenalina. Estábamos muy clavados.

No pasó mucho tiempo después de que esos demos que mandamos a nuestras disqueras favoritas y nuestras bandas favoritas dieron sus frutos. Pero mientras esperaba una respuesta, reservamos una gira de tres meses por Estados Unidos. Lo hicimos enviando cartas a lugares por correo. Creo que nos reservaron por pura persistencia y buena ortografía. No podíamos pagar llamadas a larga distancia. No teníamos internet. Mi visa se estaba venciendo y tuve que abandonar el Reino Unido, pero no quería que nos detuviéramos. Irnos de gira por Estados Unidos juntos parecía la mejor aventura. Además, nos sentíamos listos. Ya habíamos dado un show de 20 minutos. Ya estábamos experimentados.

Volamos a Florida y le compramos a mi papá un Saturn verde metálico de dos puertas con asientos de tela color canela. Ese coche estaba feo como pecar, y en él, pusimos toda nuestra fe, nuestros amplis y nuestras pertenencias apiladas en el techo y en nuestras piernas. Rodeamos todo el país tocando en almacenes, sótanos, bares vacíos y clubes nocturnos, estacionamientos y festivales punk, salas de estar, garajes y galerías de arte de turno.

Publicidad

En algún momento en medio de esa gira, se empezó a correr la voz. Empezamos a vender boletos para nuestros conciertos. Me refiero a 10, 15, 50… Las disqueras se empezaron a poner en contacto. Teníamos un mensajero al que le teníamos que hablar de vez en cuando. Salíamos de la autopista y buscábamos un teléfono público. No recuerdo en qué ciudad estábamos cuando conseguimos un trato. Pero lo hicimos y luego, las llantas de atrás se derretían en Green River, WY., porque la autopista estaba muy caliente. Nos pararon más de seis o siete veces por exceso de velocidad durante esa gira. Literalmente nos gastamos todo el dinero que ganamos en multas por exceso de velocidad. En efectivo. En las cárceles locales. Fue grandioso. Nos sentíamos como fugitivos.

Incluso mientras dormíamos en las paradas de camiones en cuartos sin limpiar de los camioneros y nos bañábamos en tinas llenas de uñas de pies de desconocidos, y teníamos que poner nuestras propias cobijas encima de las sábanas sucias, nos reíamos. Y reíamos. Y grabábamos y fotografiábamos todo. Y de alguna manera, como de milagro, dábamos un concierto casi todas las noches durante tres putos meses.

La gente era maravillosa con nosotros. Dormíamos en sus casas. Nos hacían de comer, nos emborrachaban, nos dibujaban mapas, nos llenaban de gasolina el tanque. Todos quedaban deslumbrados por Jamie. Nadie podía entender una palabra de lo que decía; su acento inglés los desconcertaba. Y sus outfits eran irreales y les llamaban la atención. Usaba lentes de sol azules y enormes que le cubrían la mitad de su cara, collares de plástico y zapatos de cuero italiano blancos y puntiagudos. Tenía media ceja. Una chamarra que literal estaba amarrada con una cinta adhesiva plateada, pegajosa, empapada en sudor, que lo hacía parecer un astronauta perdido.

Publicidad

Me acuerdo mucho del principio, de los primeros shows, la primera gira, porque poníamos atención a todo. Todo era nuevo, brillante e interesante, y ninguno de nosotros podía creer en nuestra suerte o imaginar que podríamos volver a hacerlo. Era lo mejor. Y selló nuestra amistad. Todo eran risas. Mientras más mierda era la situación, más divertido era. Mientras más triunfos más ganas de seguir adelante.

Ahora, 15 años después, estoy más vieja, mi cabello es rubio, y mis botas de cocodrilo se rompieron hace mucho. Jamie ya no usa cinta adhesiva. Y llegamos a las ciudades en un autobús turístico, después de haber dormido todo el camino, en sábanas que (por lo general) están bastante limpias. Hemos circulado el mundo demasiadas veces para contar. Hemos dado miles de conciertos, en salas, muchos de los cuales tuvieron miles de personas. Hemos grabado mucha música en algunos estudios geniales e icónicos, y hemos trabajado con muchas mentes talentosas. Hemos llegado a conocer a tanta gente increíble y hemos sido honrados, humildes y sorprendidos, sin cesar, implacablemente, de maneras maravillosas y, a veces difíciles, una y otra vez.

Podría decir que, literalmente, todo ha cambiado, y al mismo tiempo, que nada ha cambiado. Lo que realmente importa siempre ha sido igual. Todavía estamos totalmente y ferozmente comprometidos. Desde el fondo de nuestros corazones, nos encanta hacer esto. Cada nivel de nuestras mentes con jet-lag, de ciudad en ciudad y llenas de diferentes culturas sabe que todavía estamos tratando de descifrar la vida.

Nunca olvidaré esa noche en el desierto en Pappy and Harriet's. La luna estaba tan baja que parecía un OVNI. Rodeados de amor, amistad y arena del desierto, los cactus que se aferran al zumbido del tiempo y la dicha del presente. Dientes sonrientes en la oscuridad. De pie mirando hacia el horizonte, con la sensación eufórica de que todavía estamos en algún lugar como al principio, y mi bebida tan cargada.

Gracias Myles, por el recordatorio.

Julio de 2017, Alison Mosshart

Sigue a Noisey en Twitter.