“Los gays con discapacidad también cogemos, echamos desmadre y nos enamoramos”
Óscar Ibm

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Salud

“Los gays con discapacidad también cogemos, echamos desmadre y nos enamoramos”

Activista y mercadólogo, Gustavo nos cuenta cómo vive su homosexualidad desde una silla de ruedas.

"El siguiente contenido no pretende ofender ni descalificar la lucha activista que realizo desde hace años o mi vida profesional actual. Intento que sea percibido como un acto de valor que visibiliza la sexualidad de quienes vivimos con alguna discapacidad y exprese que amamos y aceptamos nuestros cuerpos por lo naturales y bellos que son". —Gustavo Martínez Guevara.

Gustavo forma parte de una minoría entre las minorías: nació con una condición congénita denominada "osteogénesis imperfecta", conocida popularmente como huesos de cristal, por lo que se desplaza en silla de ruedas desde los seis años. A los 20 días de nacido sufrió su primera fractura y fue entonces que los médicos le pronosticaron una muerte inevitable en sus primeros meses de vida debido a la extrema fragilidad de sus huesos.

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La osteogénesis imperfecta, u osteogenia imperfecta, es una enfermedad que debilita los huesos hasta el punto de que estos se rompen con gran facilidad, o a veces sin motivo aparente. Además, en algunas personas, puede causar también músculos débiles —lo que imposibilita a quienes la padecen para realizar actividades cotidianas—, diversos grados de sordera y dientes quebradizos.

Gustavo presentó un variante de osteogénesis imperfecta en la que los genes de ambos padres fallaron, lo que hizo que su padecimiento se expresara muy pronto. Antes de ser diagnosticado, su madre estuvo bajo sospecha de maltrato infantil, debido a que era sumamente raro que un bebé de unos cuantos días de nacido, cuidado en condiciones adecuadas, mostrara una fractura. Sin embargo, los análisis revelaron la presencia de la "enfermedad de huesos de cristal" y su madre fue exonerada.

Al verse imposibilitado para caminar, Gustavo no tuvo una infancia típica, pero tampoco fue una telenovela trágica, como algunos imaginarían. Él mismo se recuerda como un diablillo, que andaba para todos lados con su silla, o arrastrándose con el ímpetu que le daba la edad, sin darle demasiada importancia a las fracturas que su actividad intensa podría provocarle.

Más tarde llegó a participar en juegos de básquetbol y "cachibol" para personas que se desplazan en sillas de ruedas. Y aunque había actividades en las que no podía participar de forma activa, también aprendió a divertirse viendo a los demás niños jugar. Lejos de sentirse excluido lo disfrutaba; encontró en el rol de espectador una forma de integrarse al mundo.

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Sin embargo, fue en su despertar sexual, al llegar a la pubertad, cuando un conflicto interno comenzó a apoderarse de él. Si bien había sobrevivido a más de 60 fracturas antes de los doce años y pudo superar momentos difíciles, tendría que sortear una prueba adicional: ser un hombre al que le atraían otros hombres. Por ello, en cuanto conocí un poco de su historia me entró un gran deseo de entrevistarlo; supe que él era el adecuado para hablar de tópicos que se tocan muy poco cuando se aborda el tema de las personas con discapacidad: la vida sexual, el enamoramiento, el desmadre.

Él desde su depa y yo desde el mío (bendito Skype, pues Gustavo vive en San Luis Potosí y yo soy chilango), comenzamos la charla.

¿Cómo fue tu despertar sexual, el llegar a la adolescencia y darte cuenta de que eres gay?
Fue a los 13 años cuando empecé a sentir mi atracción sexual hacia los hombres, pero no lo externé. En aquellos tiempos yo tenía muchas inseguridades, por mi cuerpo (el estar en la silla de ruedas y la falta de actividad física favoreció a mi sobrepeso), por mi discapacidad y ahora se le sumaba una cosa más, que era mi homosexualidad. De manera muy burda y con algo de rabia me dije a mí mismo: "¡no mames, lisiado y joto! ¡Está cabrón! ¡Qué pedo, ya qué sigue!"  Usé estas palabras que pueden sonar discriminatorias porque en ese momento me sentí frustrado de que todo se me juntara.

Existe una idea que a veces no se dice, pero se asume, y es que las personas con discapacidad no tienen vida sexual. ¿Cómo la vives tú?
En efecto, de alguna manera se asume que la persona con discapacidad es como un niño para siempre. Se le ve así porque según la gente la persona con discapacidad es frágil, es alguien a quién cuidar. Bueno, yo sí soy frágil, pero no exageren, ja ja. Pero ya en serio: ¿socialmente a quiénes se les cuida? Por lo general a los infantes. Así es como la persona con discapacidad se convierte ante los ojos de todos en un niño. Por eso es que no piensan en nosotros como personas que puedan tener relaciones de ningún tipo.

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Todo mundo asume que si no estás capacitado para valerte por ti mismo, menos vas a estar capacitado para brindarle algo a alguien más. Y la parte sexual mucho menos creen que exista: porque —en su mente— si eres como un niño, no tienes necesidades sexuales. Si tú me preguntas cómo la vivo yo, es como la de cualquier chico promedio de 26 años: a veces busco una relación estable, pero otras veces simplemente tengo encuentros sexuales casuales y me siento muy satisfecho.

¿Dónde ligas?
¡Eso no se dice, jajaja! Nah, no te creas. Pero mira, yo vivo en san Luis Potosí, y en el entorno laboral en el que me muevo a veces resulta un poco complicado llegar y decirles: "soy gay", "usen condón", "ayer tuve sexo y estuvo bien rico", pero uno se las ingenia. Como buen millennial que soy, uso aplicaciones. Grindr y Tinder, nada más esas dos, aunque también he ligado por Facebook. Y en persona, en los antros. Últimamente me gustan más los ligues en persona porque ya las redes me dan flojera.

Foto por Óscar Ibm.

 ¿Te ha tocado la típica discriminación grindera? Porque cada vez más en los perfiles hay frases como "no feos", "no gordos", "sólo varoniles" y un largo etcétera…
¡Sí, jaja! Pues claro que me ha tocado, pero no queda de otra que aprender a lidiar con el modus operandi de esas aplicaciones. También por eso ya las he dejado un poco de lado y no son mi fuerte. Porque además en las apps pasa mucho algo que hasta me da risa, que la gente me dice: "oye, pero sólo vamos a tener relaciones sexuales, ¿eh? Es sólo una cogida, no te claves". A veces hasta les digo para sacarlos de onda: "si el que va a terminar bien clavado y empinado eres tú". Mucha gente cree que por tener esta discapacidad estoy eternamente necesitado de afecto. ¡Qué flojera!

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Pero bueno, tampoco eres un insensible, supongo que sí te enamoras como todos, ¿no?
Ay claro, imagínate, la primera vez que me enamoré de otro hombre tenía 17 años y él nunca lo supo porque nunca me atreví a decírselo. Pero ya a los 19 años tuve mi primera relación y estaba tan emocionado que hasta salí del clóset con mis papás y les dije: "¡soy gay y además tengo novio!" Y no fue nada difícil con mis padres, fue más difícil aceptarme a mí mismo como gay con discapacidad.

Y a la par de este proceso, también ibas a la universidad. ¿Qué estudiaste?
Estudié Mercadotecnia Internacional y terminé en 2013. Y desde antes de eso también me involucré en trabajos de activismo y derechos humanos. Mi discapacidad nunca me impidió emprender el vuelo. Yo me pago mis cuentas, soy una persona independiente.

¿Cómo es salir de antro siendo una persona con discapacidad? 
Güey, es que hay que cambiar esa mentalidad. No somos niños, las personas con discapacidad también echamos desmadre. Yo tengo incluso tengo la fama de que soy la destrucción en persona, porque si ya soy intenso en mi vida diaria, ahora imagínate en la fiesta. Y no es que siempre me emborrache, más bien me divierto mucho. Cualquier persona que me vea intenseando ha de pensar que estoy pedo o que ya me explotó la tacha, pero no.

¿Y no ha habido discriminación ahí?
Pues en cosas más bien sutiles. Por ejemplo, cuando voy de antro con un amigo, ese cuate se convierte en "el salvador". Le dicen cosas como que qué chido que va conmigo, que es la mejor persona del mundo. Tampoco falta el típico borracho que ya no ligó y se acerca conmigo al final porque cree que conmigo sí se le va a hacer porque me ve en silla de ruedas.

¿Y en el antro nunca te han puesto peros para entrar?
Es que yo no pregunto, en segura, yo me paso y ya. Ganando como siempre. Y pues así como está el antro que me ignora y me dejan pasar como a cualquier persona, están los que se desviven y hasta hacen una valla para que pase. Pero yo prefiero que me ignoren. Durante años hubo antros que no me cobraban cover. ¡Y yo queria que me cobraran! Yo no quiero favoritismos por mi condición, y si quiero un trato igualitario tengo que poner el ejemplo.

¿Cuál es el mensaje que quisieras dejar con esta entrevista?
Que todos se atrevan a ser quienes son a pesar de su entorno. Si eso les molesta a los demás, "ansori for ebrirari". Que sepan que es la primera vez que hablo de mi vida privada de esta forma y el objetivo no es andar de figurosa, sino hablar sobre una realidad de la que se habla muy poco y si más gente se atreviera a hablar de ello, sería mucho más común, es como derribar un segundo clóset.

Que sepan que existe la diversidad dentro de la diversidad, que las personas con discapacidad también nos divertimos, sentimos deseo, tenemos erecciones y disfrutamos nuestra sexualidad. Que nosotros también cogemos, echamos desmadre y nos enamoramos. Y que sé que aunque a algunos les incomode —quizá hasta mi familia se incomode por lo que leyó aquí—, pues ni modo. Yo sé quién soy y ojalá esto sirva para que se empiece a hablar de estos temas.

Gustavo Martínez Guevara tiene 26 años, vive en San Luis Potosí. Es Mercadólogo y combina su actividad laboral con acciones de activismo social en diferentes ámbitos. Es ganador del 'Premio Estatal de la Juventud', otorgado por el Instituto Potosino de la Juventud en 2014 y Mención Honorífica en el 'Premio Estatal de los Derechos Humanos' en San Luis Potosí 2015.