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El Soma, la droga de la felicidad – Parte 2

En esta segunda entrega hablamos sobre el Soma, sus propiedades y su historia.

Lee la primera parte del artículo aquí

El 1 de junio de 1959, varios farmacólogos se reunieron en la Universidad Estatal de Wayne, en Detroit, Michigan, para hablar sobre un nuevo fármaco, el carisoprodol, y estuvieron de acuerdo en que presentaba propiedades ansiolíticas y miorrelajantes. El carisoprodol era una modificación del meprobamato, del que ya habíamos hablado extensamente en nuestra anterior entrega, y con los cambios se consiguió mejorar sus propiedades relajantes y ansiolíticas, y a la vez reducir el potencial de abuso y el riesgo de sobredosis, que tuvieron muy en cuenta a causa de los informes de los últimos años sobre el meprobamato. Para reforzar aún más las expectativas –en el paciente– de relajación y bienestar asociados a la nueva sustancia, la bautizaron con el sugerente nombre de Soma®, gracias a la popularidad de Un mundo feliz, de Huxley. La elección fue tan buena que así es como se conoce al fármaco en todo el mundo, en lugar de por su principio activo. Ese mismo nombre se adoptó en otros países en los que alguna compañía había comprado la necesaria licencia; pero en otros se cambió y así, por ejemplo, en Gran Bretaña salió al mercado con el nombre de Carisoma.

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Propiedades del carisoprodol

Como ya hemos dicho el principio activo del Soma es el carisoprodol, con el nombre químico de N-isopropil-2-metil-2-propil-1,3-propanediol dicarbamato, fórmula molecular de C12 H24 N2 O4, peso molecular de 260,33 y fórmula estructural de:

El nuevo fármaco fue también un éxito, igual que su predecesor y las ventas fueron multimillonarias, si bien decayeron gradualmente porque los médicos en general, y los psiquiatras en particular, fueron decantándose, cada vez más, por las benzodiacepinas, que aumentaron enormemente en número, siempre intentando conseguir alguna mejor y con menos efectos adversos. El carisoprodol podía presentarse solo, o bien mezclado con aspirina, e incluso hubo una especialidad en que se asoció a la codeína y la cafeína.

Sus propiedades fueron las esperadas: una especie de meprobamato con menos efectos secundarios, con lo que podía servir de ansiolítico o de relajante muscular con menos posibles problemas. Además, su consumo producía a veces una relajación total, acompañada de cierta euforia, que generaban un claro deseo de tomarlo. Tras la ingestión oral del comprimido de Soma® ‒o de otra marca de carisoprodol‒ que normalmente es de 350 miligramos, empieza a ejercer su acción en treinta minutos, tiene una vida media en el organismo de unas ocho horas, y sus efectos perceptibles pueden llegar a durar unas seis horas. La acción en el organismo que le permite aliviar los espasmos musculares agudos no se ha identificado claramente.

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Comienzan los problemas

Dado que el carisoprodol es un derivado del meprobamato, sus creadores debieron pensar que las cosas no podían ser tan fáciles como conseguir un derivado con menos efectos secundarios a partir de la droga madre, librándose de ella. Ciertamente, estamos hablando de la era de los inicios de la psicofarmacología, cuando esta disciplina se encontraba aún en mantillas y no se conocía prácticamente nada de toda la información disponible actualmente. Baste decir que actualmente aún hay muchas incógnitas que despejar y muchos problemas que resolver para hacerse una idea de cuál era la situación a finales de los años cincuenta.

Aunque era cierto que el carisoprodol en sí mismo tiene una actividad farmacológica significativa como fármaco independiente, lo cierto es que dura bastante poco en el organismo (un máximo de dos horas) y se descubrió que gran parte del carisoprodol se convierte, dentro del cuerpo, en meprobamato, que dura unas seis horas, lo cual explica la mayor parte de sus acciones terapéuticas, ya que el meprobamato, ahora como metabolito suyo, permanece en nuestro sistema mucho más tiempo y alcanza una concentración máxima en plasma mayor que la del meprobamato. Asimismo, eso es lo que le permite mantener su acción habitual sobre el paciente, ya que, si solo se tratara de la acción del carisoprodol, habría que administrarlo cada dos horas.

Por supuesto, al metabolizarse gran parte del carisoprodol a meprobamato, produce el subidón propio de este último, que ya explicamos en parte en la entrega anterior: su sensación de bienestar y de indiferencia respecto a los problemas propios de la vida cotidiana. El usuario puede olvidarse de la discusión con su jefe o con su cónyuge, del estrés que le producen las tareas diarias, de los problemas personales, y sentarse relajadamente para ver la televisión, leer un libro o navegar por Internet; o bien, si ha tomado una dosis mayor, puede tumbarse para permanecer en un estado cercano al sueño, o incluso echar una cabezadita. Pero, como bien sabemos los drogófilos, todo tiene dos caras ‒como el dios Jano‒ y lo que se experimenta como una bendición puede convertirse en una pesadilla. Además de la recomendación de mantener las dosis lo más bajas posibles ‒dentro de los límites de lo que el usuario reconozca como satisfactorio‒, junto con el consumo habitual de carisoprodol es inevitable el aumento de la tolerancia (se necesita una cantidad mayor para obtener el mismo efecto) y crece asimismo la posibilidad de dependencia.

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Esto conlleva a su vez el conocido ‒y temido‒ síndrome de abstinencia si se interrumpe bruscamente el consumo, con síntomas parecidos a los del mono de benzodiacepinas (ansiedad, irritabilidad, insomnio, despersonalización, convulsiones, confusión y psicosis, entre los diversos posibles), que pueden requerir la hospitalización del sujeto. Por eso, si ha generado dependencia, lo mejor es retirarlo poco a poco, bajando las dosis gradualmente.

Combinaciones con otras drogas

El carisoprodol, además de sus efectos propios que hemos descrito, puede combinarse con otras sustancias para lograr una potenciación mutua o sinergia. Por ejemplo, hay personas que lo toman junto con opiáceos. Esta mezcla no solo sirve para obtener mayor placer, sino que puede ser útil médicamente para utilizar una dosis menor de opiáceo, con el mismo resultado de eliminación del dolor. En el ámbito lúdico se trata de un subidón mixto muy agradable, que une las características de las dos drogas. Sin embargo, hay que andarse con mucho cuidado con las cantidades, y de hecho ha habido muertes por sobredosis producidas por esta combinación, normalmente con hidrocodona.

Otra posible combinación es tomar carisoprodol junto con fármacos potenciadores del GABA, a fin de conseguir una mayor euforia por la potenciación del efecto ansiolítico. Esto conllevaría mezclarlo con gabaérgicos como gabapentina, pregabalina, baclofeno o fenibut, o bien con algún tipo de benzodiacepina, como diazepam (vida larga y acción prolongada) o alprazolam (vida corta y acción más pronunciada). Esta mezcla también puede conllevar ciertos riesgos, como sedación excesiva, confusión, depresión respiratoria, coma e incluso la muerte. Hay que tener precaución con las dosis y no olvidar la regla de actuar con moderación, además de utilizar la mínima cantidad posible.

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Hay también usuarios que mezclan el carisoprodol con alcohol, en busca de un tipo distinto de sinergia. Lo cierto que pueden conseguir un estado de gran paz y tranquilidad, pero en este caso hay menor lucidez mental ‒debido al alcohol, evidentemente‒ y debe tenerse un cuidado extremo con las dosis, más incluso que al combinarlo con fármacos gabaérgicos. El lector debe recordar que la mezcla de carisoprodol con alcohol es especialmente peligrosa, tal como sucede con la combinación de benzodiacepinas con alcohol.

El carisoprodol en España

A pesar de llevar cincuenta años en el mercado, el carisoprodol se continúa fabricando y recetando en algunos países, especialmente en los Estados Unidos, donde sigue estando disponible con receta médica. En España llegó a venderse durante algunos años con los nombres de marca de Mio-Relax® y Relaxibys®, pero la Agencia del Medicamento decidió suspender estas especialidades en el año 2008 aludiendo precisamente al riesgo de abuso ("Los beneficios no compensan los potenciales riesgos y existen medicamentos alternativos para tratar este tipo de afecciones" decía el informe), y desde entonces los médicos ‒para esos problemas de salud, las contracturas y los espasmos musculares‒ echan mano de las benzodiacepinas, especialmente las de acción más periférica, como el tetrazepam (Myolastan®, que precisamente ha sido retirado recientemente por las posibles reacciones cutáneas; y por ello, actualmente acuden al clonazepam o similares), a la ciclobenzaprina (Yurelax®), que en realidad tiene la estructura de un antidepresivo tricíclico y algunas de sus propiedades, con muchísimas interacciones y efectos secundarios, o bien del baclofeno (Lioresan®), con muchísimos efectos secundarios posibles, así como interacciones con otros medicamentos.

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En España el carisoprodol se retiró del mercado por cuestiones de salud, nos dicen, pero por otro lado no existe actualmente en clínica un fármaco que cumpla satisfactoriamente sus acciones y que no tenga ningún efecto secundario, ya que la dependencia de las benzodiacepinas puede surgir tras tres o cuatro semanas de uso a dosis medias, y no están libres de efectos adversos.

Modo de uso

La administración del Soma® es siempre oral. No vamos a mencionar dosis, para evitar que alguien diga que aconsejamos tal o cual cantidad. Nos limitamos a informar y a recomendar un consumo responsable. Lo más normal en clínica es tomar un comprimido de 350 miligramos al día, mas otro al acostarse.

En lo relativo a dónde conseguirlo, en los Estados Unidos se puede conseguir mediante algún médico deseoso de prestar su servicio de extender una receta a cambio de cierta cantidad de dinero. En el resto del mundo, se puede comprar sin problemas en cualquiera de los mercados de drogas de la Deep Web; no creemos necesario dar más detalles al respecto. Resumiendo: el Soma de nuestra era hace honor a su nombre; es un fármaco útil tanto por sus indicaciones terapéuticas como por su potencial lúdico (relajarse y desinhibirse). Por último, y a riesgo de ser insistentes, como siempre debe hacerse al manejar sustancias con posibles riesgos, hay que tener cuidado de no excederse con las dosis, controlar mucho las mezclas con otras drogas y no tomarlas de forma continuada, para no caer en una dependencia.

J. C. Ruiz Franco confirma con esta entrega una serie que tratará sobre fármacos y sustancias psicoactivas en general. Es licenciado en Filosofía, DEA de doctorado en esa misma disciplina y tiene posgrados en Sociología y Nutrición Deportiva. Trabaja como profesor de Filosofía, traductor y escritor, aunque le gusta definirse simplemente como "filósofo". En http://jcruizfranco.es/ hay enlaces a algunas de sus páginas web y sus escritos. Actualmente está dirigiendo un proyecto de traducción al español de los principales libros de Shulgin, y la editorial La Liebre de Marzo está a punto de publicar un libro suyo sobre Albert Hofmann y la LSD.

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