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Drogas

Los niños dealers de México

"¿Estás buscando a mi abuela? No está en casa pero si quieres alguna cosa, yo te la puedo vender", dijo el niño que abrió la puerta del apartamento.
Doña Norma rests and watches TV after a tedious workday as a janitor. Photo by Ernesto Álvarez.

Doña Norma descansa y mira televisión después de un tedioso día de trabajo limpiando en un hospital de Ciudad de México. Foto por Ernesto Álvarez.

"¿Estás buscando a mi abuela? No está en casa pero si quieres alguna cosa, yo te la puedo vender", dijo el niño que abrió la puerta. Se fue por un momento y después trajo una caja de madera que cargaba con mucho orgullo, como si fuera un juguete nuevo. Sus movimientos mostraban que él más o menos sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. La caja contenía pequeñas bolsas plásticas marcadas con la palabra "cristal".

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Habíamos llegado al cuarto piso de un bloque de apartamentos en el centro de Ciudad de México, donde Doña Norma (no es su nombre real), de 60 años, vive con tres de sus nietos que tienen 6, 4 y 1 año. Doña Norma es una traficante de drogas pero cuando no está en su casa, los niños se encargan del negocio.

Para llegar ahí cruzamos la entrada del edificio y caminamos por un pasillo estrecho que llevaba a un tramo de escaleras deterioradas de cemento. Algunos de los apartamentos tenían barandas de metal en sus puertas, mientras que otros tenían cortinas en lugar de puertas. Todo el bloque olía a orines.

Apenas se escuchaban los sonidos de la calle en el cuarto piso, como si fueran un susurro mezclado con música proveniente de distintos apartamentos. Golpeé en la puerta de metal y me saludó un niño de 6 años calvo en una camiseta de Angry Birds.

Uno de los niños nos ofreció metanfetamina. Foto por Emilio Espejel.

"Mi abuela se fue a la tienda, pero si quieres algo, te lo puedo vender", insistió. Otro niño sacó su cabeza por la puerta. Dentro del apartamento había un televisor prendido que mostraba caricaturas, y una pila de ropa tirada en el piso cerca de un sofá viejo impregnaba la habitación de olor a humedad.

Los niños no parecían saber exactamente lo que estaban vendiendo, pero estaban seguros del precio: 220 pesos mexicanos (40.000 pesos colombianos) por medio gramo de metanfetamina. También dijeron que vendían cocaína, marihuana y MDMA.

Les dijimos que esperaríamos a su abuela. Nos sentamos en las escaleras afuera de su apartamento y 20 minutos después, el padrastro de los niños llegó. Tiene 22 años y es el tercer esposo de la hija de Doña Norma. La joven pareja vive en un pequeño cuarto en el mismo apartamento. Él se encarga del cuidado de los niños, aunque raramente está por ahí. Nos invitó a seguir.

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El apartamento era pequeño y las paredes estaban pintadas de azul. El techo estaba deshecho por la humedad y se veían varias goteras. En una cama chirriante, en la primera habitación a la izquierda, había un bebé de un año que miraba atentamente a todo lo que lo rodeaba.

El nieto de un año de Doña Norma. Foto por Emilio Espejel.

Tomamos un par de fotos y nuestras cámaras se volvieron el centro de atención. Los niños insistían en que se las prestáramos para tomar algunas fotos ellos mismos. Después, nos llevaron un piso más arriba, a la terraza desierta.

Corrían, trepaban y jugaban como si estuvieran en un parque. Cuando eres niño, todo es un juego. Cuando volvimos abajo, Doña Norma nos recibió acostada en una cama. Nos contó un poco sobre su negocio sin entrar mucho en detalles.

Doña Norma trabaja como conserje en un hospital en Ciudad de México, pero también ha sido dealer por los últimos 15 años. "Siempre son los problemas de dinero los que empujan a la gente a trabajos de porquería como este. Si vives en esta ciudad, las drogas son lo más fácil de conseguir".

Afirmó que sabe que vendiendo drogas se mete con "gente enferma", como ella los llama, y que se siente muy mal por los drogadictos. "Son personas que no se quieren a sí mismos, y eso los hace malos. No puedes amar a nadie si no te amas a ti mismo y a Dios", continuó.

Los niños seguían jugando mientras Doña Nora nos decía que el negocio se estaba volviendo más y más difícil porque la cadena de suministro había aumentado. "Estos niñitos, todo lo que saben hacer es presumir. Es por esos pendejos que el negocio está tan malo. El negocio de un pendejo despega y yo tengo que arriesgar mi vida cargando toda esa mierda o teniendo que trabajar con los mismos pendejos. Este trabajo es muy peligroso. Si me cogen, nadie me va a cuidar la espalda ni va a cuidar a los niños", dijo sin quitar los ojos del televisor.

Uno de los nietos de Doña Norma caminando por un corredor al interior del edificio. Foto por Ernesto Álvarez.

Los niños jugando con carros de juguete en la sala. Foto por Emilio Espejel. Foto por Ernesto Álvarez. En la terraza del edificio, uno de los niños pretende ser un superhéroe. En la terraza, otro niño juega a que este contenedor de metal sea su casa. Foto por Emilio Espejel. Los dos hermanos miran hacia la calle. Foto por Emilio Espejel.