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Identidad

Esta rapera adolescente quiere convertirse en la Rihanna de Afganistán

Sonita Alizadeh escapó por muy poco de un matrimonio infantil. Protagonista ahora de su propio documental, quiere convertirse en una estrella del pop con la que otras chicas afganas puedan sentirse identificadas.
Photo courtesy of Human Rights Watch Film Festival

Si vives en Barcelona, puedes ver "Sonita" dentro del festival del Docs Barcelona los días 25, 26 y 27 de mayo. Más información aquí.

Hay una escena en Sonita, el documental de Rokhsareh Ghaem Maghami, en la que un grupo de colegialas están sentadas en un aula de Teherán hablando sobre chicos. Sería la típica charla adolescente si no fuera porque los chicos de los que hablan entre risitas no son chicos en realidad, sino hombres, y la conversación no gira en torno a quién le gusta a quién, sino sobre cuándo se casarán y el precio que pueden alcanzar como esposas. Sonita Alizadeh, que da nombre al filme, vale 8.000 €.

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Sonita tenía ocho años cuando su familia y ella huyeron de Afganistán y de los Talibanes para dirigirse a Teherán, la capital de Irán. Durante la década siguiente vivió como inmigrante ilegal sin papeles con una de sus hermanas, los hijos de esta y un hermano suyo en diversas habitaciones incómodas y estrechas de la ciudad. Aunque la vida en Irán estaba lejos de ser sencilla para Sonita, no cabe duda de que si se hubiera quedado en el hogar de su familia en Herat no habría podido descubrir y perseguir su principal pasión: la música rap.

En un mundo ideal, afirma Sonita al principio del documental, Rihanna sería su madre. En el mundo real se esfuerza al máximo por ser como ella. Desde las fotografías de dólares norteamericanos que lleva pegadas en su cuaderno hasta la forma en que actúa frente a sus devotas amigas del colegio, la influencia de Riri en esta adolescente está más que clara.

"Tengo una prima que es asistente social y un día me preguntó si podía conocer a Sonita, porque quería grabar música y necesitaba ayuda", afirma la cineasta Maghami sobre cómo conoció a Sonita. "Fui a conocerla y después de un rato comencé a interesarme por su historia y decidí hacer una película sobre ella".

El documental resultante sigue a Sonita mientras lucha por hacer realidad su música (en un país en el que, no nos olvidemos, es ilegal que las mujeres interpreten solas) para poder expresar mejor y protestar contra la opresión que ella e innumerables otras personas sufren a manos de sus familias.

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No resulta difícil ver cómo inspiró Sonita a Maghami para hacer una película sobre ella. El talento musical, la franqueza y la determinación de Sonita por no aceptar su destino son rasgos que, por desgracia, no suelen verse muy a menudo en las chicas afganas. Aunque han pasado casi 15 años desde la caída de los Talibanes —bajo cuyo mandato estaba prohibido que las chicas y las mujeres abandonaran la casa si no iban acompañadas de un hombre, que trabajaran o que acudieran a un médico si este era hombre—, el progreso de los derechos de las mujeres ha sido muy lento y Afganistán sigue siendo uno de los lugares más difíciles y peligrosos para las mujeres.

"La primera canción que escribí trataba sobre el trabajo infantil", me explica por teléfono Sonita —que ahora tiene 19 años— desde Missouri, donde asiste a un festival de cine. "Yo misma tuve que trabajar cuando era niña y quería compartir mis sentimientos con los demás, pero por aquel entonces mi familia no sabía que cantaba y rapeaba y tenía miedo de contárselo porque no estaba segura de que les fuera a gustar la idea. Son muy tradicionales".

Parte de ser una familia "muy tradicional" implica vender a una hija como novia para que un hermano o un hijo puedan comprar una esposa. Se trata de una práctica todavía endémica en gran parte de Afganistán y las niñas con frecuencia se utilizan como moneda de cambio entre las familias. Aunque la edad legal en que las mujeres pueden casarse es de 16 años y la Ley de Eliminación de la Violencia Contra la Mujer de 2009 criminaliza el matrimonio infantil, esta ley rara vez se ejecuta y la tradición familiar a menudo tiene mayor influencia en las cuestiones que deberían dirimirse en un tribunal. Por supuesto, este no es un problema exclusivo de Afganistán: esta semana, UNICEF informó de que el 25 % de las mujeres de todo el mundo ha sido alguna vez una esposa niña.

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Esta tradición es la que inspiró a Sonita a escribir "Brides for Sale" ("Novias a la venta"), una canción que acaparó atención internacional y cambió su vida. El vídeo del tema, en el que Sonita no tanto rapea sino que suplica ante la cámara llevando un traje de novia y un código de barras pintado en su frente, ha recibido más de 367.000 visitas en YouTube. A finales del año pasado, Sonita fue nombrada una de las 100 Mujeres de 2015 por la BBC.

"Cuando mi madre trataba de obligarme a casarme yo no estaba enfadada con ella, porque sabía que ella misma había sido una esposa niña y no conocía otra cosa", afirma Sonita. Ese modo de pensar es lo que Sonita desea cambiar a través de su rap y de su activismo.

Sin embargo, si Maghami no hubiera aparecido con 1.800 € para comprar seis meses más de libertad para Sonita, esta no habría tenido más opción que seguir a su madre de vuelta a Afganistán y repetir la vida que ella había llevado. Ofrecer el dinero fue una decisión muy difícil para Maghami, sobre todo por el modo en que difuminaba la frontera entre la directora y la protagonista del documental. "Como persona, como ser humano, yo deseaba entregar el dinero", explica Maghami, "pero como cineasta pensaba que mataría mi película".

Poco después, Sonita recibió una beca para estudiar música en la Academia Wasatch de Utah y lleva los dos últimos años estudiando allí, lejos de la amenaza del matrimonio forzado. "Ahora que soy estudiante me siento segura y puedo aprender lo que quiero", afirma. "Si estuviera en Afganistán tendría hijos y no podría pensar en mi futuro".

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Foto cortesía de Human Rights Watch Film Festival

La familia de Sonita todavía no ha visto el documental, pero a ella ya no le preocupa lo que puedan pensar. "Ahora me apoyan, a mí y a mis decisiones, y son conscientes de que tengo poder en el mundo. De verdad, quiero poder mantenerles, no se trata solo de mí misma".

De hecho, Sonita insiste mucho en que no es la única que debería beneficiarse de su experiencia y su educación. "Trato de aprender algo aquí para poder volver a mi país y ayudar a otra gente, poder mostrarles otras posibilidades", afirma. "Mi objetivo es contar mi historia, que es la historia de muchas, muchas chicas de todo el mundo".

Algunas de esas chicas son las amigas de Sonita, las muchachas que "siguen inspirando los temas sobre los que rapeo", explica. "Cuando empecé a rapear ellas fueron mis primeras fans y ahora comparten mis canciones con otras personas para extender mi mensaje y crear conciencia sobre nuestros problemas. Rokhsareh cambió mi vida con este documental y ahora yo soy capaz de cambiar la vida de otras chicas. Si puedo cambiar la vida de una sola, ella seguirá adelante y cambiará a su vez la vida de otra chica".

Pregunto a Maghami cómo ha sido ser testigo del viaje de Sonita. "Es mi logro más grande", me dice sin vacilar. "Espero que la gente aprenda del documental que cambiar la propia vida no es tan difícil. Existe en un gran potencial en los niños y es nuestra responsabilidad ayudarles".

Pero Sonita no ha hecho más que empezar: "Mi mayor deseo es ver el final de los matrimonios infantiles en una generación", afirma, "pero no puedo hacerlo yo sola, tengo que trabajar con otras personas y otras organizaciones que también tratan de acabar con el matrimonio infantil. Sin duda necesito ayuda para conseguirlo".

Sonita_ se proyectará en el Human Rights Watch Film Festival, _que se celebra entre el 9 y el 18 de marzo en Londres.