Los niños patinadores de Kenia sueñan con los Juegos Olímpicos
Photo by Lexi Spaulding

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Los niños patinadores de Kenia sueñan con los Juegos Olímpicos

En la provincia más pobre de Kenia, el Kisumu Roller Skating Club enseña a niños el arte de patinar. Desde el humilde aparcamiento del edificio de un banco, los jóvenes keniatas sueñan en los Juegos Olímpicos.

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Si das un paseo un domingo por el centro de la ciudad de Kisumu, en Kenia, y cruzas los barrios industriales de la costa norte del lago Victoria, rápidamente verás el edificio Barclays. A menos que vengas de la parte alta de la ciudad, es imposible no albirar el enorme edificio bancario, rodeado siempre de vendedores y conductores piki-piki.

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Todos los domingos, sin embargo, el enorme aparcamiento del edificio Barclays se llena de una curiosa plaga: decenas de personas con patines en los pies dispuestos a pasarse horas recorriendo pistas de obstáculos. Es el Kisumu Roller Skating Club (KRSC), probablemente la sociedad de patinadores más curiosa de toda África.

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La mayoría de miembros del grupo KRSC son niños, porque esta asociación sobre todo tiene tres objetivos: ser un club social, una organización de deportes competitivos… y un programa para jóvenes. Según el fundador del club Chris Obuong, sin embargo, el objetivo real es uno solo: pasárselo bien.

El patinaje sobre ruedas, como podrás imaginar, no es un deporte prominente en Kenia. La gran mayoría de keniatas juega al fútbol, y los logros más grandes del país a nivel internacional se los lleva el atletismo. El patinador más cercano a la fama de dicho país es Philip Boit, que participó en tres Juegos Olímpicos de invierno como esquiador… y que originalmente era un corredor de larga distancia.

No obstante, a día de hoy el patinaje está en franco ascenso. Cada vez hay más personas en el este de África que descubren este deporte y se enamoran de él —especialmente jóvenes. El patinaje en línea, de hecho, fue uno de los deportes candidatos a ser incluidos en los Juegos Olímpicos de 2016, aunque finalmente no logró entrar. Los defensores de la propuesta lo intentarán de nuevo de cara a Tokio 2020.

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Hace poco, la agencia Associated Press realizó un estudio del índice de crecimiento del patinaje en Kenia. AP lo atribuye principalmente al incremento de la clase media, aunque la mayoría de las estadísticas proceden de Nairobi: Kisumu es mucho más pequeña, culturalmente diferente, y está lejos de disponer de la riqueza de la capital del país.

Patinar allí no es fácil… pero, a pesar de las adversidades, Obuong cree que su disciplina tiene futuro. No solo eso: el fundador de KRSC quiere mandar patinadores del club a las academias para que puedan convertirse en profesionales… y a lo mejor, algún día, participar en las Olimpiadas.

Todo el mundo sobre ruedas. Foto de Lexi Spaulding.

Obuong fundó el club en 2000, cuando tenía 15 años. Desde entonces, el número de miembros ha ido creciendo hasta sumar 40 niños de entre 4 y 18 años. Chris me cuenta que dos de los miembros más nuevos que tiene su club son "niños de la calle" para quienes ha encontrado un techo.

Cuando ahorra suficiente dinero —normalmente, un par de veces al año o tres— el KRSC viaja por todo el país para competir. En la actualidad entrenan para la carrera más importante del año, una competición que se disputará en Mombasa en unos meses. Como los niños están de vacaciones, el club practica toda la semana en un parque, no muy lejos del edificio Barclays.

Para practicar, los niños se turnan en escalones apretados. Obuong les ha enseñado cómo patinar juntos en sincronía: tras intentar varias filigranas colectivas, los patinadores se separan y se preparan para los ejercicios individuales echando carreras. Cuando cruzan la línea de meta, Obuongo les ordena hacer falsas celebraciones o ejecutar un truco.

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Brandon, un chaval de diez años, intenta patinar de espaldas y termina cayéndose de bruces entre risas. Obuongo se me acerca y me hace una confesión: "Aprendí esos movimientos viendo YouTube. Ves todo lo que hacen los patinadores buenos, los ves caeer, y de eso aprendes".

Para patinar se necesitan agallas y gracia: si quieres mejorar, debes aceptar las caídas como una parte indispensable del juego. Enfatizar la diversión es la forma de los entrenadores para quitar a los patinadoresel miedo a caer. Puede que los viejos vídeos de tutoriales de otros países sean la única herramienta formal que tienenObuong y su equipo, pero ellos saben lo que hacen.

El club gana dinero tanto mediante las donaciones que recibe todos los domingos como a través de las colectas que realizan sus trabajadores por toda la ciudad. Algunos domingos juegan un partido de RollBall —una suerte de híbrido entre balonmano y baloncesto sobre patines— y atraen a mucha agente.

Los patines de fibra de carbono que los patinadores de élite usan cuestan alrededor de 300 dólares el par; el KRSC solo tiene dos pares. El resto del equipo lo conforman un montón de materiales de otros deportes, almohadillas disparejas y patines de diferente calidad. El club tiene suficiente material para todos… pero no para competir en la élite precisamente.

Haciendo trucos con los patines. Foto de Lexi Spaulding.

En su última carrera, al club le fue mucho mejor que a sus rivales de Nairobi, que cuentan con mejor equipo. Para mantener el nivel, sin embargo, el KRSC necesita reunir más miembros y comprar más patines para los torneos. Este es uno de los muchos desafíos económicos que Obuong y el club tienen que afrontar.

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La ventaja que tiene el KRSC es que Kisumu es una ciudad en crecimiento: por todos lados aparecen nuevos hoteles, centros comerciales y almacenes. El problema es que, si bien se inician muchos proyectos, también muchos de ellos fracasan: esta es la realidad económica de Kenia, un país con unos ingresos por cápita inferiores a los 2.000 dólares.

Uno de los mejores patinadores del KRSC es un niño de 10 años llamado Leon. Cuando tiene fiesta del colegio, Leon viaja tres horas desde la ciudad de Nakuru hasta Kisumu para patinar: en su localidad natal, el chaval practica la natación, pero en realidad le gusta más patinar por el estilo y la velocidad que permite desarrollar esta disciplina.

En las pruebas de tiempo, Leon consigue la segunda plaza, aunque al intentar celebrarlo casi tropieza y cae. Leon, sin embargo, puede permitírselo: es uno de los pocos patinadores que viaja a todas las reuniones y puede ponerse los patines de competición. Esto también significa que es uno de los pocos con la oportunidad de llegar a una academia.

Según Obuong, dos keniatas (ambos de Nairobi) han sido aceptados en academias de patinaje en línea en Francia y Sudáfrica en los últimos dos años. Que Leon o algún otro miembro estrella del club lograse llegar a la academia ayudaría mucho al KRSC a progresar. A pesar de lo divertido que es el patinaje, éste no llega a tener el alcance cultural del fútbol, y por eso es difícil para el club reclutar a más gente.

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Para atraer mejores atletas, pues, el KRSC necesita una historia de éxito.

Poniéndose en línea. Foto de Lexi Spaulding.

Si se consideran todos los obstáculos que el KRSC tiene que afrontar, la idea de crecimiento, de alcanzar fama internacional, parece lejanísima: pero a nadie en la pista parece inquietarle la distancia entre el aparcamiento del edificio Barclays y los Juegos Olímpicos. Los chavales siguen patinando.

Leon es el mejor ejemplo de ello. Tal vez sea lo más cercano a un prodigio dentro del KRSC, pero no hay presión alguna sobre él para llevar su nombre a la gloria. En las pruebas de tipo contrarreloj, Leon mide el tiempo con el teléfono de otro niño mayor y anuncia los números con un carisma único.

Quién sabe, tal vez Leon llegue a ser un atleta olímpico en el futuro. Por ahora, es sólo un niño que se divierte.