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berlín 1936

Throwback Thursday: Jesse Owens y la historia no contada de las "Olimpiadas de Hitler"

Es un accidente de la historia que aún podamos ver y apreciar la famosa carrera de Owens gracias a un simpatizante nazi.
Library of Congress Prints and Photographs Division

Hace 80 años, Jesse Owens ganó su tercera medalla individual de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Seguramente aprendiste de él en alguna de tus clases de la secundaria: Jesse Owens, el negro estadounidense oriundo de Cleveland, dejó en ridículo la supuesta superioridad aria de los racistas de la Alemania nazi al correr más rápido que ellos.

Este es el tipo de narrativa moralista, pero incoherente que sólo existe en las malas cintas de deportes, incluyendo una que trata sobre la vida de Owens. También es un fragmento histórico deshonesto que se enseña a los niños. En realidad, los periódicos del sur de los Estados Unidos se negaron a imprimir la foto de Owens, o hacer mención alguna del dominio de los atletas afroestadounidenses en los Juegos Olímpicos; gesto que resultó ser más infantil que el de los nazis. Los periódicos del norte celebraron la identidad estadounidense de Owens y resaltaron su herencia negra, pero ni siquiera enmarcaron la actuación de Owens como una refutación del Nazismo, y mucho menos del racismo estadounidense.

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No, la verdad incómoda es que los nazis alemanes trataron a Owens, al menos públicamente, con más respeto del que recibió en su país natal, donde el público se reservó sus comentarios racistas para diarios privados y comunicados internos. Berlín y la mayoría de Europa amaban a Owens. A su vez, Owens no pudo más que hablar positivamente de Hitler durante e inmediatamente después de las Olimpiadas —a pesar del mito popular, Hitler no desdeñó el apretón de manos de Owens—, y hablar de cuestiones menos dichosas acerca de sus compatriotas que lo despojaron de su estatus como amateur por no haber concursado en un torneo post-Olímpicos en Suecia.

La máquina propagandista nazi sabía a la perfección que los JJ.OO. de 1936 presentaban una inmejorable oportunidad para dar a conocer un frente relajado y unido ante el resto del mundo. Hitler y los dirigentes de su partido se vieron tremendamente frustrados ante el éxito del puñado de atletas afroestadounidenses que ganaron medallas en el torneo. Pero, al mismo tiempo, dicho éxito le dio la oportunidad a los nazis para demostrar que tampoco les había molestado en absoluto.

Por ende, la ironía histórica está en que un cineasta, patrocinado por el Ministerio de Propaganda de la Alemania nazi para crear una cinta capaz de elogiar a El Tercer Reich, sea más conocido en nuestros días por haber tomado las fotografías más conocidas de uno de los mejores atletas negros de la historia.

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Leni Riefenstahl, actriz y cineasta alemana, se unió a los círculos del partido nazi después de enviar a Hitler una carta de admiración. Como señala la reseña de The New Yorker sobre una biografía reciente, Riefenstahl estuvo presente con regularidad en los eventos sociales del ministro de propaganda, Joseph Goebbels; algo que siempre negó hasta que su diario salió a la luz en la década de los 90 (sin embargo, su rechazo de una aventura amorosa con Hitler parece ser genuino).

Tal y como el US Holocaust Memorial Museum describe en su página, Hitler escogió personalmente a Riefenstahl para la cinta de los Olímpicos porque "contaba con la estética para producir una imagen de una Alemania poderosa contagiada de motivos wagnerianos de poder y belleza". Richard Wagner era todo histrionismo y grandilocuencia en sus espectáculos, y por ello Hitler fue su fan. (Da la casualidad que "los motivos wagnerianos de poder y belleza" es una descripción bastante sólida de los Juegos Olímpicos modernos. Puedes interpretar esto como quieras). La tarea de Riefenstahl era simple: mostrar las primeras olimpiadas vendidas como un mega evento.

Riefenstahl dirigió los dos filmes de los Olímpicos de 1936, Fest der Völker (Festival del pueblo) y Fest der Schönheit (Festival de la belleza). Después de la guerra, aseguró en varias ocasiones que las cintas habían sido financiadas por el Comité Olímpico y producidas por su propia compañía productora, y no por le gobierno nazi. También aseguró que Goebbels le ordenó eliminar los fragmentos donde aparecía Owens y otros atletas negros, pero ella se negó. En palabras de Riefenstahl, ella era una productora con principios que se oponía a la censura nazi.

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Su versión es completamente ficticia, y posiblemente fue un intento para distanciarse de la guerra nazi durante la era de los juicios de Núremberg. El Ministerio de Propaganda le otorgó a Riefenstahl un gran presupuesto y el control creativo. Le tomó 18 meses recortar y editar los filmes par crear la versión definitiva titulada Olympia, la cual se estrenó en 1938 en la fiesta de cumpleaños de Hitler en Berlín. Olympia fue todo un éxito, generó grandes ingresos para el Ministerio, y ganó una Presea Dorada en el Festival de Cine de Venecia de 1938. Riefenstahl viajó a Estados Unidos, al mismo tiempo que se dieron los ataques conocidos como La noche de los cristales rotos —creyó que el suceso fue inventado por los medios estadounidenses— para intentar obtener la distribución de la cinta en dicho país, pero la única figura de alto perfil de Hollywood que conoció fue Walt Disney.

Sin embargo, gracias a la propaganda nazi, tenemos la posibilidad de ver a Jesse Owens correr con calidad cinematográfica. De acuerdo con el US Holocaust Memorial Museum, "Riefenstahl fue pionera de numerosas técnicas cinematográficas, como la diferentes tomas con cámaras montadas sobre rieles". También utilizo poderosos lentes telefoto y cámaras sumergibles. Se puede ver su esfuerzo en la presentación de la victoria de Owens en los 100 metros libres.


Ante el riesgo de afirmar la obviedad, Olympia no es un documental en el sentido más puro de la palabra. Los atletas replicaron sus logros para las cámaras y Riefenstahl utilizó su creatividad durante la edición para recrear los eventos con un toque más glamoroso. Después de todo, más propaganda.

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Claudia Roth Pierpont señala en su reseña de The New Yorker, que el esfuerzo funcionó: "La atención inesperada de las cámaras de Riefenstahl sobre Jesse Owens, la estrella afroestadounidense de los JJ.OO., pretendía aliviar los miedos del mundo ante las políticas nazi, al igual que las imágenes de sonrisas y conversaciones de un Hitler 'humanizado'. Las tomas de Owens contienen una sensibilidad innegable. Es una paradoja insoluble que Riefenstahl demuestre verdadera devoción hacia los logros de ambos hombres".

De acuerdo a la ideología nazi, los éxitos de Jesse Owens no fueron logros humanos; por lo tanto, no desmintió algo en torno a su concepción racista. Triste pero tampoco sorpresivo, fue el hecho que los estadounidenses estuvieran de acuerdo. Dean Cromwell, asistente del equipo estadounidense de atletismo en las Olimpiadas de 1936, expresó, "los negros son mejores en las competencias porque son más cercanos a los primates que los hombres blancos".

Afortunadamente, no tenemos que desperdiciar más tiempo en torno a este tipo de comentarios porque la cinta habla por sí sola. La marca de 10.3 segundos de Owens podrá parecernos algo lenta para los estándares modernos —no sería suficiente para los estándares actuales de clasificación automática del equipo estadounidense de atletismo— pero esto se debe en gran parte a la mejora de la tecnología (y el dopaje), y no tanto por los velocistas. De acuerdo con el periodista de ciencias del deporte, David Epstein, los velocistas en la era de Owens utilizaban carbón como bloques de salida, y tenían que usar una pala pequeña para hacer hoyos en el mismo antes de correr sobre la suave superficie. Hoy día, los velocistas cuentan con bloques fabricados cuidadosamente y con una "alfombra diseñada especialmente para permitirles correr tan rápido como es posible", explica Epstein. El mejor intento para determinar qué tan rápido habría corrido Owens en una pista contemporánea lo pone a una zancada del récord mundial de Usain Bolt.

Estos cálculos nos permiten contextualizar las habilidades de Owens, pero las tomas de Riefenstahl hacen mucho más que eso. Gracias a los ángulos alternos y acercamientos de Owens antes y después de correr, el espectador puede sentir su poder y gracia. En la final de los 100 metros planos, Owens rebasa con facilidad a los demás corredores —con excepción del medallista de plata afroestadounidense, Ralph Metcalfe— que luchan en vano por retener algo de su dignidad. El estilo compuesto de Owens no sólo lo hacía ver físicamente superior, también estéticamente. Fue y sigue siendo un hermoso velocista.

Nota sobre la fuente: Muchos detalles sobre la reacción de Owens en Alemania y en su país natal están incluidos en la obra de Goldblatt, The Games.

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