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Salud Mental

Lo que te pasa después de un trastorno mental

Los brotes psicóticos o los episodios agudos producidos por algún trastorno son muy difíciles de gestionar, tanto por los médicos como por nuestra sociedad.
Imagen vía Pixabay/CC 0

Todavía recuerdo aquella vez que acompañé a alguien durante un episodio delirante de persecución paranoide durante el último día de un anti-festival. Empezó a pensar que otro de sus amigos había contratado gente para incomodarle y pegarle cuando fuese posible, por lo que no quería quedarse sólo, se refugió en el coche de un conocido y desconfiaba de todo el mundo. Ocho horas después le acompañé al servicio de urgencias, le recetaron un tranquilizante y dormir de una maldita vez.

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Al día siguiente me dijo que se encontraba mejor pero que estaba seguro de que lo que había pasado era real y que no le iba a convencer con que podía ser algún tipo de trastorno psicótico por consumo de sustancias.

En ese momento me planteé si había hecho bien en estudiar psicología, ya que descubrí que no tenía ni idea de cómo actuar en una situación como esa (aunque pudo salir bastante peor), no sabía si iba a ser algo constante de su personalidad o causado por los factores del momento, si sería algo crónico o si se repetiría en el futuro, ni siquiera cuál era su clasificación diagnóstica.


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Después de esta experiencia, comprendí que cualquiera puede actuar como si tuviese un trastorno mental en algún momento de su vida y no tiene por qué implicar nada. Incluso algunos vivirán siempre como si tuviesen algún tipo de psicopatología y nunca lo sabrán.

Años después, he tenido la suerte de poder seguir formándome. Además, he conocido algunas personas que han tenido experiencia en abordar estas situaciones y a otras cuyos conocimientos proceden de recibir algún tipo de intervención, por lo que me surgió la idea de escribir este artículo. Compartir las vivencias de personas que han recibido un diagnóstico, las implicaciones que conlleva o cómo lo vive la persona son aspectos que pocas personas conocen si no es por experiencia propia.

Las situaciones que vivimos requieren que actuemos de forma diferente según el contexto y que nos adaptemos a las demandas de nuestro alrededor, aquellos que no se adaptan, pueden acabar sufriendo uno de estos brotes

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Para situarnos un poco, los diagnósticos son el resultado de la evaluación psicológica de una persona en un momento temporal concreto. Estos diagnósticos suelen nombrarse como algún tipo de trastorno mental o psicopatología, ya que describen situaciones en las que algún aspecto vital esta alterado o resulta desadaptativo, es decir, que dificulta llevar una vida normal debido a los síntomas que aparecen (la mayoría, conductas que son disfuncionales para la persona).

De esta forma, las situaciones que vivimos requieren que actuemos de forma diferente según el contexto y que nos adaptemos a las demandas de nuestro alrededor, por lo que aquellas personas que por sus conductas o por experiencias y aprendizajes anteriores no consiguen adaptarse, pueden experimentar consecuencias negativas, que deriven en un aumento de los síntomas. Algunas personas cambian por si solas, otras buscan ayuda y pocas llegan a recibirla.

"Los trastornos pueden aparecer por diferentes factores, desde el consumo de sustancias hasta un suceso traumático"

Sobre los trastornos mentales o psicopatologías, cabe decir que se tratan de categorías diagnósticas en base al cumplimiento de una serie de criterios que los psicólogos y psiquiatras acuerdan para clasificar los comportamientos de las personas y poder intervenir con un tratamiento u otro según sea dicho diagnóstico.

Hay muchos tipos de trastornos, desde los relacionados con la ansiedad, a los psicóticos, los trastornos alimenticios, los relacionados con estrés, o los de la personalidad. Todos ellos pueden aparecer por diferentes factores, desde el consumo de sustancias o un evento traumático o un aprendizaje disfuncional, pero las causas son siempre bastante subjetivas. Por ello, hablé con personas que pudiesen describir esta situación mejor que yo.

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La primera persona con la que hablo es Jennifer, hace poco comenzó a ir a terapia debido a una progresiva somatización (es decir, el paso de síntomas psicológicos hacia síntomas físicos y funcionales, sin que exista una causa orgánica). Le pregunto el motivo por el que empezó a acudir. “Decidí ir a terapia porque muchos de los síntomas físicos que siempre había tenido aumentaron. Tenía pesadillas y me despertaba corriendo a vomitar en plena noche. Me daban vértigos y me levantaba mareada por la mañana, lo que interrumpía la rutina que llevaba. Lloraba o empezaba a temblar de repente. Después de ir al médico me di cuenta que tenía que ser algo psicológico, por lo que decidí buscar una psicóloga que me diese herramientas sin tener que recurrir a la medicación”.

“Lo más positivo de la terapia fue romper con la idea de responsabilidad o culpa por lo que me había pasado y no sentirme juzgada al contarlo" — Jennifer

Este fenómeno es igual de común que de confuso, así que le pregunto sobre cómo fueron las siguientes sesiones: “después de los primeros días no pasó nada, de hecho creo que me sentía peor porque tenía que tratar temas que me producían malestar, tras varias sesiones me diagnosticaron estrés postraumático, aunque el diagnóstico era lo de menos”.

Pero a pesar de ello, para Jennifer “lo más positivo de la terapia fue romper con la idea de responsabilidad o culpa por lo que me había pasado y no sentirme juzgada al contarlo. También me alivió bastante que otra persona me mostrase mi problema de forma objetiva, sin la interpretación que yo tenía. Mi conclusión es que todo el mundo necesita ser escuchado y que, en situaciones especiales, por mucha inteligencia emocional que tengas, es importante que otra persona te muestre herramientas para aprender a vivir con el pasado, mejor que parcharlo con drogas o medicamentos”.

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“Nos encierran, nos medican, nos tratan contra nuestra voluntad. Nos retiran el derecho a la libertad, a saber sobre el exterior, usar el teléfono, a fumar, a respirar aire de verdad" — Victor

Otro de los casos que he podido conocer es el de Victor, quién pasó por un trastorno psicótico breve debido a diversos factores durante un tiempo de su primera etapa de adulta, momento vital en el que suelen darse este tipo de episodios.

Después de experimentar los síntomas típicos como ideas de referenciaque derivaron en ideas delirantes y paranoides o lenguaje y comportamiento desorganizado, Victor ingresó en un departamento hospitalario de salud mental durante algo más de un mes. De ese tiempo, Victor guarda un recuerdo totalmente negativo.

“Nos encierran, nos medican, nos tratan contra nuestra voluntad. Nos retiran el derecho a la libertad, a saber sobre el exterior, usar el teléfono, a fumar, a respirar aire de verdad. Un centro sin exteriores donde te castigan si no te portas bien, donde el medico habla contigo cada diez días y nunca de lo que tú necesitas, donde te hacen sentir como un enfermo desde el primer día, donde hay más cámaras que personal de enfermería. Allí te preguntas que delito has cometido y te das cuenta de que lo que se escapa de la normalidad está fuera del sistema y solo queda anularlo y reintroducirlo. Tuve que volver y aguantar allí una semana más hasta que pude salir del todo".

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El testimonio de Victor durante su internamiento es bastante duro, pero la historia no acaba ahí, le pregunto como vivió la vuelta a casa, a lo que me responde: “llego a casa débil, deprimido y enganchado a una medicación. El psiquiatra me da dos posibilidades, ir a un centro de tratamiento ambulatorio de adicciones o una terapia grupal en el hospital de día. Yo las rechazo. Pero no tengo ni idea de qué hacer con mi vida. Pasan unos días y en mi casa se lía un poco. Volví al médico y finalmente me decidí a ir al hospital de día. Un tratamiento de terapia grupal de mierda con mujeres de mediana edad, una medicación de mierda que me quitó la movilidad y, tras un periodo de aceptación, me recetaron antidepresivos. Al final salí de todo eso y conseguí llevar una vida normal otra vez. Solo salí de esta porque tuve mucha suerte con la gente. Los amigos y la familia que me ha cuidado, aceptado y motivado para superarme. Sin eso, solo me quedaba un tratamiento pobre y amargo que no ha dado buenos resultados a nadie que conozco. Me dijeron que yo era el ejemplo de recuperación, yo digo 'vale pero que no se apunten el tanto'”.

"Se ha asumido la creencia popular de que la etiqueta diagnóstica que define un trastorno es sinónimo de patología y, por ende, de enfermedad, lo que condiciona a un tratamiento desde el enfoque médico" — Ana Domínguez, psicofarmacóloga

La última persona a la que acudo es mi colega Ana Dominguez, psicofarmacóloga con experiencia en gestión emocional como terapia para mediar en la dependencia a sustancias en grupos de mujeres con uno o varios diagnósticos psicopatológicos y de las personas que más saben en cuanto a diagnósticos psicológicos.

Le comenté la idea de mostrar la experiencia personal de procesos diagnósticos y me comentó que “dentro de los diagnósticos hay infinitud de casos, tanto en la manera que la persona tiene de afrontar sus desajustes como en la forma que la figura profesional tiene de transmitir esa conclusión diagnóstica a la que se llega con la etiqueta de esta u otra 'patología'. No hay que olvidar que los manuales diagnósticos y estadísticos de trastornos mentales (los famosos DSM), fueron diseñados como herramienta de estandarización y comunicación entre profesionales. Se ha asumido la creencia popular de que la etiqueta diagnóstica que define un trastorno es sinónimo de patología y, por ende, de enfermedad, lo que condiciona a un tratamiento desde el enfoque médico; pero cuando hablamos de salud mental el planteamiento debería ser otro. Las diferentes categorías diagnósticas son conjuntos de síntomas que aparecen habitualmente de manera cojunta, representando patrones de funcionamiento. Lo que se suele olvidar es que un diagnóstico no es sinónimo de enfermedad, se puede asumir un trastorno pero, como tal, el enfoque de intervención ha de contemplar diversos niveles de actuación, emocional, cognitivo, personal, ocupacional, vincular, sistémico, social, económico e incluso existencial”.

"Desde la perspectiva del paciente no es lo mismo decir 'yo soy bipolar' que 'me diagnosticaron trastorno bipolar'"

Y concluye con lo siguiente: "en general, las etiquetas limitan y cada persona es un universo de manera que creo que el etiquetaje no es lo más importante y hasta puede ser prescindible. Desde la perspectiva del paciente tampoco es lo mismo decir 'yo soy bipolar' que 'me diagnosticaron trastorno bipolar', a nivel de construcción de identidad y de realidades que lleva a cabo el propio lenguaje son matices importantes”.

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