
Días antes, el galán había declarado sus intenciones. Armándose de valor se presentó en la casa de la familia y de forma atenta pidió la mano de su enamorada. Los suegros aprobaron la unión y ahora la tía Lucero presumía con orgullo un anillo de compromiso como de revista.El viaje era su modo de celebrarlo. No obstante, de acorde al tono de la moral que imperaba en la época, se había dispuesto que varias chaperonas cortejaran a la joven pareja en su expedición. No fuera a ser que se comieran la torta antes del recreo y que su apellido quedara manchado por las hormonas. Recordemos que corrían tiempos más conservadores. Uno no le metía cuchara a la machaca hasta que el Señor diera su visto bueno. Sin el conocido: "Hasta que la muerte los separe", no había canchanchán. Así que el contingente estaba conformado por una docena de testigos potenciales para prevenir el pecado.

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En este momento la secuencia se parte en dos, dependiendo del lado de la cámara en que nos encontremos:
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