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The End

El final de Kobe Bryant: un espectaculo trágico fascinante

Durante dos décadas, Kobe Bryant ha sido uno de los mejores jugadores de baloncesto del planeta. Presenciar su final es terrible... y a la vez, misteriosamente atrayente.
Photo by Kirby Lee-USA TODAY Sports

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Este año los Lakers de Los Ángeles no son un buen equipo de baloncesto. Ello es especialmente duro en una Conferencia Oeste de un nivel regulero: el desafío de los angelinos parece estar más cerca de evitar ser los últimos que de luchar por las primeras plazas en los Play-Offs.

Dicho esto, los Lakers no son un equipo aburrido. Cuando el escolta novato híper-inteligente D'Angelo Russell entra a la pista con talentos jóvenes como Julius Randle y Jordan Clarkson, hay esperanzas y hay materia prima para jugadas destacadas. Los fans de los Lakers, siempre exigentes, no están acostumbrados a ver una plantilla tan joven: normalmente ven desfilar por el Staples Center a jugadores veteranos y millonarios que un tiempo después son reemplazados por otros jugadores veteranos y millonarios.

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Los seguidores más pacientes, en cambio, seguro que encontraron algo divertido en la novedad de ver a un equipo en construcción con la paciencia como principal argumento… o al menos lo estarían si no fuera por un hombre de 37 años que pasea por la pista a un ritmo mucho más bajo que los niños que tiene alrededor.

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Todos los partidos, durante una media de 29,2 minutos, los Lakers centran su ofensiva alrededor de una estrella legendaria que a día de hoy es uno de los escoltas más lentos y menos atléticos en la liga; un hombre que anota un 32 por ciento de sus tiros y retiene el balón durante largos períodos de tiempo, casi siempre antes de una serie de fintas con los pies y las manos que por lo general nunca terminan en canasta.

Este jugador finaliza más jugadas que cualquier otro en su equipo, y parece obsesionado en romper su marca personal en triples por partido —la quinta de la historia de la NBA, por cierto— tirando decenas de triples… de los cuales apenas anota un 21 por ciento. En comparación, el MVP de la liga Steph Curry solo tira 10,8 triples por partido, pero anota el 45 por ciento de los mismos.

Este hombre, candidato indiscutible al Hall of Fame, solía hacer cosas extraordinarias: triunfó con su singular magia en el uno contra uno y por su determinación despiadada. Durante más de una década, este jugador parecía encestar cualquier tiro malo que lanzaba: ganó un trofeo de MVP, cinco anillos y dos trofeos MVP de la Finales, además de coleccionar 17 apariciones en el All-Star. Solo dos hombres han anotado más puntos que él en toda su carrera en la NBA

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Sí, este atleta ha tenido una de las carreras más brillantes de la historia del baloncesto, sin duda. Hoy, sin embargo, la estrella de Kobe Bryant parece apagada para siempre.

Cuando fallas cinco tiros seguidos y el entrenador empieza a poner los ojos en blanco. Foto por Noah K. Murray, USA TODAY Sports.

La carrera de Kobe había sido sorprendentemente sólida y longeva hasta que se desgarró el tendón de Aquiles en la primavera de 2013. Desde entonces, el estadounidense ha sufrido un salvaje recorrido a través de las cinco fases de la amargura.

Después de dos temporadas marcadas por las lesiones, Kobe comenzó este año embarrancado en la etapa de la negación y la ira. La que antaño había sido una hermosa arrogancia había colapsado en una oscura y destructiva hibris. Bryant ha mantenido la franquicia secuestrada en las últimas dos temporadas, tanto por su descomunal salario —25 millones de dólares que le convierten en el jugador mejor pagado de la NBA esta temporada— como por su más que gigantesca personalidad. Durante este período, los Lakers no han tenido más remedio que diseñar plantillas a mayor gloria de un jugador cuyas articulaciones chirrían como si fueran de de hierro oxidado. Los resultados, evidentemente, han sido todo lo malos como cabría esperar en un caso así.

Bryant ha expresado su rabia contra el declive de su carrera al comentar en la ESPN el perfil de los jugadores que según él pueden alcanzarlo. Bryant ha dicho que sus jóvenes compañeros son "tan suaves como Charmin" (una marca de papel de wáter) y ha insistido al 'general manager' Mitch Kupchak sobre lo mala que es la plantilla. Kupchak parece convencido de que Kobe sigue siendo Kobe y de que el carnaval aún no se ha terminado aunque Black Mamba se esté marchitando ante nuestros ojos. Su contrato de 48 millones por dos años se ha mantenido como un testamento de esta (no) verdad.

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El show de Kobe continúa, pero el comienzo de la que probablemente sea la última temporada de Bryant en la NBA ha presenciado la decadencia de la leyenda y su caída en las etapas de la depresión y aceptación. Nunca antes Kobe se había visto tan molesto consigo mismo. Después de anotar un 3 de 15 en la derrota de la semana pasada contra los DallasMavericks, Kobe declaró: "Apesto. Soy el jugador 200 en toda la liga en estos momentos".

Bryant ha pasado de ser el centro de todas las miradas a un espectáculo que nadie quiere ver. Kobe, el asesino más exuberante y vengativo de su generación y el príncipe de la franquicia más laureada, ahora es un pálido y depresivo ejemplo del declive. Su decadencia es un drama apasionante y una cruel farsa penosa: nunca es bonito ver a nadie cayendo, pero por alguna razón la metamorfosis de una superestrella como Kobe es un proceso fascinante.

Cuando por fin encuentras una buena situación de tiro pero igualmente te marcas una pose espectacular para salir en la foto. Foto de Noah K. Murray, USA TODAY Sports.

Ahora, ver jugar a Kobees presenciar el sufrimiento de lo que solía ser el arma más potente de la liga: su imponente ego a prueba de balas. Dicha confianza en sí mismo no solo impulsa a Kobe a tirar; le permite ver su lucha como algo esencial en su papel de mentor de la joven plantilla.

"No quieren verme con un jugador cualquiera o como un viejo con 20 años en esto", declaró Bryanta Ken Berger, de la cadena norteamericana CBS. "Ellos quieren y necesitan ver concentración, intensidad y energía. Así es como aprenden… así es como quieren aprender". El ego que llevó a Kobe a la cumbre ahora le está destruyendo… y por su misma naturaleza, Bryant es incapaz de ganar humildad en el proceso.

Bryant jugó baloncesto como si fuera a vivir para siempre, como si fuera impermeable al tiempo, al declive, o al pérdida de cualquier tipo: su leyenda perdurará gracias a ello. Pero ni nada ni nadie es para siempre, ni siquiera el talento y el cuerpo de un escolta que ha pasado dos décadas dándole a la NBA todo lo que tenía y negándose categóricamente a parar ni un solo segundo.

En el que tal vez fue su último partido en el Madison Square Garden el domingo pasado, la multitud de Nueva York coreó "MVP" durante los tiros libre de Bryant. Kobe metió un 6 de 19 en la derrota ante los Knicks, incluyendo un 2 de 10 desde la línea de tres puntos, desde donde acumula hace la mitad de sus tiros. Randle y Russell anotaron 6 de 19 tiros entre los dos. Los cantos de MVP fueran más un tributo a Bryant que otra cosa, pero de todas formas se hicieron escuchar: el hombre muere como un atleta, enojado y enfurecido con lo que parece ser una senectud amarga, pero su legado permanecerá en la memoria colectiva durante mucho más tiempo.

Sigue al autor en Twitter: @johnwilmeswords