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Comida

Tu amor por el pesto está destruyendo todo un ecosistema

Todo un ecosistema está amenazado gracias a lo mucho que nos gustan los pequeños y deliciosos piñones.
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El insaciable apetito de América por los productos italianos —¿verdad, Argentina?—, y el aire de sofisticación que lo acompaña, ha dado lugar a consecuencias de largo alcance para los artesanos de alimentos y licores.

Para empezar, la demanda incesante de aceite de oliva (desde hace mucho etiquetado como un lípido "saludable") unida con un año brutal para los productores en términos de clima, ha creado un enorme mercado de botellas baratas y etiquetadas de manera fraudulenta, todo a expensas de los productores que hacen las cosas bien.

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Y más recientemente, el bajo costo de Prosecco ha hecho que los bebedores de todo el mundo se den cuenta que no tienen que pagar precios de Champagne para emborracharse con vino espumoso. Este fenómeno disparó la producción hasta 400 millones de botellas el año pasado, mucho más que los 300 millones del Champagne (a pesar del mal clima y la lluvia excesiva) lo que provocó temores de una escasez global de Prosecco.

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Y ahora, todo un ecosistema parece estar amenazado por nuestro amor por uno de los frutos secos más pequeños y más deliciosos.

Los piñones son caros no solo por la demanda, sino porque es de los frutos secos que mayor mano de obra requieren: tienen que ser recolectados manualmente de las piñas de pino, que contienen unos 100 frutos secos cada una. En la actualidad, la especie más consumida en las cocinas estadounidenses es la Pinus koraiensis, más conocida como el pino de Corea, que crece principalmente en el extremo oriente de Rusia, cerca de su frontera con China, donde se envían por camión.

En un artículo de opinión en el New York Times, Jonathan C. Slaght, un gerente de proyectos para el programa ruso de la Wildlife Conservation Society, se dirige a los consumidores de América del Norte, cuyo apetito voraz por los piñones y purés de albahaca está afectando todo, desde la vegetación hasta la vida silvestre.

"El año pasado, me encontré con un grupo de coleccionistas en el bosque que había llenado 4 mil costales (medio millón de piñones) en tan solo seis semanas", escribe Slaght. "En el auge de la temporada de cosecha, los bosques se llenan con miles de coleccionistas en cientos de campamentos improvisados".

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Esta gran industria, impulsada en gran parte por los consumidores estadounidenses, está creando una enorme presión sobre el pino de Corea. "La demanda mundial está volviendo insostenible esta cosecha. Todo el ecosistema de pino de Corea podría colapsar si continúa. Ya estamos viendo las grietas: la escasez de piñones en los bosques puede haber contribuido a los recientes incidentes de osos hambrientos recorriendo las calles, e incluso atacando a los residentes".

Y si eso no fuera lo suficiente aterrador, Slaght continúa diciendo que el piñón que tanto amamos tiene un "costo oculto" que podría arruinar todo un ecosistema "de abajo a arriba, de semillas a árboles, de ardilla a tigre".

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Como resultado, Slaght recomienda el uso de alternativas del Pinus koraiensis "agradables para el paladar", como las nueces, las castañas, los pistaches y las almendras. Y para los puristas estadounidense de piñones, recomienda comprar localmente con el fin de aligerar la carga sobre el ecosistema de Rusia del Este.

Pero en este momento, puede que sea el momento de mandar al diablo a los puristas y ser creativos. Dale a los piñones (y a los tigres y a las ardillas) algún tiempo para regenerarse y usa pesto de almendras en su lugar, que de todos modos es mucho más barato.