Mi viaje a las profundidades: un recorrido por la zona crepuscular

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Mi viaje a las profundidades: un recorrido por la zona crepuscular

El área comprendida entre la luz de los arrecifes de coral y la obscuridad de lo profundo del océano rara vez ha sido explorada debido al peligro que representa para los buzos.

Todas las fotos por el Dr. Luiz Rocha.

El 10 de junio, la Academia de Ciencias de California abrió su más reciente exposición: Zona Crepuscular: arrecifes profundos develados. La exhibición examina y muestra la vida marina que reside en una franja oceánica relativamente pequeña de entre 60 y 150 metros bajo la superficie. La mayor parte del territorio ubicado por encima de esta zona ha sido examinada por buzos profesionales y aficionados, mientras que las profundidades han sido el dominio de los sumergibles. Sin embargo, la zona comprendida entre la luz de los arrecifes de coral poco profundos y la obscuridad de las profundidades marinas rara vez ha sido explorada debido a la complejidad de la empresa —sólo entre 20 y 30 científicos están lo suficientemente calificados para realizar estas inmersiones.

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El doctor Luiz Rocha, de 43 años, es uno de ellos. Es el curador de Ictiología de la Academia de Ciencias de California, donde ha trabajado durante los últimos cinco años. Como buzo, ha registrado más de 5.000 horas bajo el agua, incluyendo 300 en la franja de la zona crepuscular. Rocha nos dice en sus propias palabras lo que se siente explorar una zona del planeta que nunca ha sido vista por los ojos humanos.

Cuando estás ahí abajo, en la zona crepuscular, todo lo que ves es una novedad, es algo que nunca has visto antes. Es increíble y emocionante. Tu adrenalina llega al tope. Pero tienes que echar un vistazo a tu nivel de oxígeno y a lo que está pasando con tu rebreather (reciclador de aire), porque no hay margen para el error en la profundidad. El peligro de todo esto probablemente sería agobiante para algunos, pero la emoción por el descubrimiento científico es lo que me hace continuar.

Mi interés por el buceo comenzó a mediados de los años 80, cuando estaba en la preparatoria en Brasil. Participé en el primer curso de buceo que ofrecían en mi ciudad natal. Cuando buceas para fines biológicos, cuanto más profundo llegas, más cosas emocionantes descubres. Así que incluso cuando practicaba el buceo regular, me gustaba romper los límites y llegar a lo más profundo que pudiera con el equipo que tenía, tratando de pasar al siguiente nivel. Cuando estaba en Brasil, no contábamos con tecnología porque no teníamos los fondos. Ahora mi trabajo en California tiene que ver con un tipo muy especializado de buceo, así que es difícil encontrar un programa que lo apoye.

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El entrenamiento es específico para el rebreather, el cual ha estado ahí desde siempre. Las primeras unidades de buceo eran rebreathers, pero nunca eran confiables. El ejército usaba rebreathers de oxígeno puro, que son eficientes, pero sólo hasta una profundidad de seis metros. A los 120 metros, si respiras demasiado oxígeno o muy poco, estás muerto, y hasta hace 20 años no contábamos con sensores fiables.

Con los rebreathers que usamos, al exhalar no salen burbujas. Tu respiración se regresa, y hay un filtro que elimina el CO2. Sigues respirando la misma mezcla, una y otra vez. Es muy eficiente. El sensor monitoriza constantemente la presión del oxígeno, y si necesitas más, lo reemplaza. El filtro puede funcionar durante aproximadamente 10 horas.

La alternativa es bucear con un tanque regular, donde cada vez que exhalas sale el gas. Hay dos problemas con eso. Uno de ellos es el volumen, porque si te sumerges a las profundidades, tienes que tomar una gran cantidad de gas si exhalas cada respiración. Eso implica el uso de más tanques y equipo más pesado. El segundo es el costo. Para ser capaces de sumergirnos en las profundidades, quitamos nitrógeno y añadimos helio, pero este gas es caro. Si exhalamos, estamos hablando de un gasto de cerca de 184 a 370 pesos (de 10 a 20 dólares) por cada respiración.


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La atmósfera de la Tierra está compuesta por un 79 por ciento de nitrógeno, 20 por ciento de oxígeno, y un 1 por ciento de otros gases. Eso es lo que normalmente ponemos en nuestros tanques. Pero a esa presión tan alta —cuanto más profundo llegas— más narcótico se vuelve el nitrógeno. A esa profundidad el gas te emborracha, y no queremos acabar mareados. A los 30 metros, si usas un tanque que tiene 79 por ciento de nitrógeno, es el equivalente a consumir de dos o tres vasos de vino. A los 60 metros, sería como beberse una botella entera. A los 90 metros, serían cinco botellas. Es por eso que quitamos una parte del nitrógeno y usamos helio en su lugar.

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Cuando llegamos a nuestro lugar de buceo, pasamos cerca de una hora en la configuración del rebreather, en las pruebas y todo lo demás. Revisamos una larga lista de pendientes. Por lo general, el equipo se compone de tres o cuatro buzos en total. Planificamos qué tan profundo iremos y por cuánto tiempo, pero siempre tenemos un plan de contingencia si nos topamos con algo más o menos profundo y tenemos que adaptarnos sobre la marcha. Usamos señales de mano la mayor parte del tiempo. A veces hablamos a través de los reguladores, pero no es fácil entender. Nuestra máxima profundidad son los 150 metros.

Mucha gente se pregunta si hay más presión sobre el cuerpo a esa profundidad, pero no. El agua no comprime. Podría hundirme hasta el fondo de la Fosa de las Marianas y me sentiría igual. No me aplastaría. El gas es el que se comprime y todos los problemas provienen de esto.

Cuando respiramos, el gas entra en nuestro torrente sanguíneo. Básicamente, las moléculas de gas se acercan más entre sí a una mayor profundidad. Este no es un problema cuando te sumerges, pero crea problemas cuando emerges. Si subes demasiado rápido, el gas se convierte en burbujas. Es casi como si destaparas una botella de refresco. Si la abres muy rápido, el CO2 se convierte en burbujas y sale muy rápido. Pero si abres la botella lentamente, no se forma ninguna burbuja. Este es un asunto serio en tu cuerpo ya que las burbujas del torrente sanguíneo impedirán el flujo de sangre. Y dependiendo de la parte donde se detiene el flujo, puede ser potencialmente mortal. Si te ocurre en el corazón, éste se detiene. Si se trata de tu cerebro, éste deja de funcionar. Esto se conoce como síndrome de descompresión y es la razón por la que tardamos horas en salir de las profundidades.

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Cuando vamos hacia abajo, es una línea recta. Vamos tan rápido como nos lo permiten nuestros oídos. Tardamos cinco minutos como máximo. A continuación, tratamos de encontrar un lugar donde están los peces y otras cosas que queremos atrapar. Tenemos que encontrar un lugar dentro de cinco minutos. Si no lo hacemos, nos damos la vuelta y regresamos. Si encontramos un lugar, nos quedamos ahí entre 10 y 15 minutos, que es el tiempo que podamos bucear, sobre todo porque necesitamos mucho tiempo para regresar a la superficie.


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Supongo que es un caos controlado. No podemos alejarnos el uno del otro, pero no podemos chocar entre nosotros. Intentamos atrapar cualquier espécimen que nos interese llevar a la superficie. A los peces —ya que han pasado toda su vida allí abajo— los colocamos en cámaras de descompresión que luego sellamos a esa profundidad. Luego los enviamos de vuelta a la superficie. Los buzos de apoyo recogen las cámaras, y poco a poco descomprimen a los peces durante días, en lugar de horas. Después de 10 a 15 minutos de capturar especímenes, comenzamos a nadar lentamente hacia la superficie. Este proceso nos puede llevar siete horas.

De camino a la superficie, nos detenemos cada tres metros. Cada parada dura más que la anterior. La primera tarda uno o dos minutos, pero la última, a tres metros de la superficie, dura cerca de dos horas y media. Cuando llegamos a 30 metros, los buzos de apoyo suelen darnos cámaras y equipo que podemos utilizar para investigar la zona. Tomamos fotos, examinamos el coral descolorido, realizamos un conteo de los peces —cualquier cosa para mantenernos ocupados. En el 95 y 98 por ciento de nuestras inmersiones, nadamos hacia abajo a lo largo de la pared de un arrecife hasta llegar a la profundidad que queremos. De esta manera tenemos cosas que explorar cuando subimos.

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Pero a veces el arrecife comienza a los 30 o 45 metros, por lo que cuando superamos ese nivel camino a la superficie ya no hay más arrecife. En ese caso es muy aburrido. No hay nada que hacer. Mantenemos nuestras mentes ocupadas de diferentes formas, como en el juego de piedra, papel o tijeras. Tenemos unas pizarras para escribir bajo el agua, así que también jugamos gato. A veces llevo libros de bolsillo bajo el agua. Si se trata de una descompresión de cinco horas, voy a leer un libro. Si no puedo terminarlo en esa inmersión, lo pongo en una Ziploc con agua dentro. Si lo mantienes húmedo y no eres muy brusco, el libro queda bien, y puedes leerlo en la inmersión del día siguiente. He leído algunos libros de Hemingway de esa manera.

Después de la inmersión, quedo agotado y hambriento. Algunos buzos comen bajo el agua, pero a mí no me gusta porque siempre te entra sal, lo cual hace que me dé más sed. Los buzos comen plátanos o manzanas, cualquier cosa que no se disuelva bajo el agua. Para ello, giran la cabeza hacia abajo. Si abres tu boca con la cabeza en posición vertical, el agua entra. Pero si giras la cabeza hacia abajo, hay una bolsa de aire en tu boca. Habrá un poco de agua, pero no quedará completamente húmeda.

De todos mis viajes a la zona crepuscular, el pez que realmente me ha volado la mente es sacura speciosa. El nombre común que la gente usa para llamarlo es "el súper extraño y alucinante pez arco iris". Es muy raro. La Academia de Ciencias de California es el único acuario en el mundo que posee uno. Ningún coleccionistas privado lo tiene, porque nadie se sumerge a esas profundidades. Recolectamos dicho pez en torno a los 148 metros bajo el agua.

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Cuando buceas a esa profundidad, tienes que estar al tanto de varias cosas diferentes. La gente compara el uso del rebreather con volar un avión. Algunos dicen que no sumerges un rebreather, sino que lo piloteas. No es tan complicado como un avión, pero es igual de peligroso. Si haces una o dos cosas mal, estás muerto.

Observa el trabajo del Dr. Luiz Rocha en su página web.

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