Cambiarse de sexo en uno de los países más homófobos de Europa
Nevena, a trans woman undergoing hormone therapy in Serbia. All photos by Nemanja Knežević

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Identidad

Cambiarse de sexo en uno de los países más homófobos de Europa

Serbia atrae a muchos transexuales de todo el mundo gracias al bajo coste en la cirugía de cambio de sexo, pero los transexuales locales se encuentran desamparados.

Cuando el presidente serbio Slobodan Milošević fue finalmente derrocado el 5 de octubre de 2000, no fueron las bombas de la OTAN las que le obligaron a abandonar su cargo sino los electores, que despojaron a este supuesto criminal de guerra de la presidencia absolutamente enfurecidos por su negativa a abandonar tras haber sido derrotado en las urnas varias semanas antes. Durante un segundo, dio la sensación de que Serbia había desarrollado una inédita e irrefrenable sed de democracia tras décadas de mandato autoritario.

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Los grupos locales de LGBT, percibiendo que soplaban aires nuevos, protagonizaron su primer intento de celebrar un Desfile del Orgullo el año siguiente bajo el lema "Hay sitio para todos". La respuesta no pudo ser más espantosa: una horda de hooligans, nacionalistas y extremistas cristianos se lanzaron a las calles de Belgrado coreando "Matar, matar, matar a un maricón" y agrediendo a cualquiera que, bajo su punto de vista, pareciera gay. Muy poco ha cambiado en los 16 años transcurridos desde entonces y los recientes desfiles solo han logrado transcurrir de forma pacífica gracias a una combinación de presión por parte de la UE y operaciones policiales de escala militar.

Pero a pesar de este clima de intolerancia atroz, Belgrado ha llegado a convertirse en capital mundial de la cirugía de cambio de sexo. El Transgender Law Center (Centro de Derecho para Transexuales), una organización con sede en San Francisco, afirma que la cirugía en EE. UU. puede llegar a costar entre 4.500 y 45.500 euros. En Serbia, sin embargo, el precio oscila entre los 4.000 y los 10.000 euros. Cada año viajan a la capital serbia en torno a un centenar de personas transexuales, atraídas por la irresistible combinación de precios bajos y elevados niveles de profesionalidad.

Es posible que cien pacientes no parezcan una cifra especialmente destacada, pero es que no se trata de un tipo común de cirugía. Según el Washington Post, en EE. UU. solamente se operan ente 100 y 500 personas al año y en 2009 solo se realizaron 143 operaciones en el Reino Unido. La medicina en Serbia supera con creces estas cifras y su reputación es tan buena que Chaz Bono, el hijo de Cher, llegó a declarar hace unos años que quería ir a Belgrado para someterse a su operación de cambio de sexo.

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"Si vamos a hablar de turismo médico, no olvidemos que cualquier otra operación sigue siendo también más barata aquí que en el resto del mundo", me explica el Dr. Miroslav Djordjević desde su despacho situado en una reducida sala de reconocimiento del Hospital Infantil Universitario. Siendo uno de los cirujanos de cambio de sexo más destacados de Serbia, es también director del Centro para la cirugía genital reconstructiva de Belgrado. "Si deseas operarte de la vesícula, aquí la operación es 15 veces más económica que en Norteamérica, por ejemplo, pero nadie viaja hasta aquí para eso. La razón por la que vienen es la calidad que ofrecemos, somos pioneros en las técnicas quirúrgicas que utilizamos y las hemos perfeccionado hasta tal punto que los pacientes desean venir a Belgrado".

El Dr Miroslav Djordjević dirige el Centro para la cirugía genital reconstructiva de Belgrado. Todas las fotos por Nemanja Knežević

Aparte de los precios económicos, los médicos de Belgrado son famosos por su maestría a la hora de practicar intervenciones a mujeres que desean cambiar su sexo a hombres, que resultan más complicadas (y, por lo tanto, están mucho menos disponibles) que las operaciones a la inversa. Djordjević afirma que el grado de especialización médica es tan elevado que los cirujanos han logrado condensar lo que normalmente supondría varias largas operaciones en una única intervención de seis horas de duración, evitando así que los pacientes sufran el estrés físico y mental que supone operarse varias veces. Djordjević viaja con asiduidad para realizar intervenciones en hospitales de otros países, como Japón y EE. UU., y calcula que los hombres transexuales suponen hasta un 80 % de sus pacientes extranjeros.

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Uno de los pacientes de Djordjević me explicó por email: "Decidí ir a Belgrado por varias razones. En primer lugar, Miro es urólogo y la mayoría de los otros cirujanos son cirujanos plásticos. Yo necesitaba poder orinar a través de mi pene, no solo conseguir algo estéticamente agradable. Me puse en contacto con cuatro médicos, tres en EE. UU. y uno en Belgrado".

Solamente recibió respuesta directa de un cirujano estadounidense, los demás le remitieron a sus procesos de solicitud online, pero el Centro de Belgrado le respondió inmediatamente. "Miro y yo lo organizamos para reunirnos en EE. UU., me vio y pasó casi cuatro horas conmigo, repasando mi historial y respondiendo a todas mis preguntas. Me veía como a un individuo, me habló y me trató con el mayor de los respetos".

Era sabido que echaba a los pacientes de la mesa de operaciones a mitad de intervención porque estaba realizando procedimientos privados en clínicas estatales y fuera del horario laboral…

El comercio global del turismo médico tiene bastante mala reputación, parece como si todo el mundo conociera a alguien que conoce a alguien cuya tía voló a Tailandia para operarse las tetas y volvió con lo que parecía el contenido de dos latas de carne en conserva soldado a su espalda. Djordjević afirma que lo que diferencia al equipo de Belgrado, aparte de su "entusiasmo" y su intrínseca "calidad humana", son las estrictas normativas que se aplican a los procedimientos.

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Un paciente no puede sencillamente hacer una transferencia y reservar fecha para la operación, primero deben completar un año de evaluación mental preliminar, durante el cual son examinados tanto por psicólogos como por endocrinos, y después deben someterse a terapia hormonal durante 12 meses antes de poder entrar finalmente al quirófano. Los pacientes extranjeros deben demostrar que se han sometido a las mismas pruebas en su país de orige.

"Para nosotros, los pacientes no son una mera fuente de ingresos que operamos hoy y olvidamos mañana", afirma Djordjević. "Seguimos en contacto con ellos e insistimos en que ellos mantengan el contacto con nosotros para poder hacer un seguimiento y obtener información fiable y extraer de ese modo conclusiones sobre nuestros resultados, nuestros éxitos o nuestros fracasos. Y esa es la diferencia entre nosotros y algunos de los 50 hospitales de Tailandia que realizan este tipo de intervenciones".

Milan Djurić, un transexual queer que luchó por que el gobierno serbio subvencionara la cirugía de cambio de sexo. .

El auge de Serbia como capital mundial de este tipo de operaciones se debe enteramente al trabajo de un único urólogo, el Dr. Sava Perović, que era conocido en toda Yugoslavia por corregir deformaciones genitales en niños. Como sucede en todas las sociedades socialistas de pensamiento rígido, los médicos se tenían en especial estima y sus apariciones en la radio y en los periódicos convirtieron a Perović en toda una c

Según Djordjević, que recibió su formación a manos de este cirujano, ya fallecido, fue esta reputación la que atrajo a la primera paciente trans de Perović. "La primera paciente, incapaz de seguir adelante, irrumpió en el hospital un día y dijo 'Tengo un problema, soy una mujer y no quiero esta cosa que tengo'", recuerda Djordjević, haciendo el gesto de señalar hacia abajo, hacia su regazo.

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Este incidente suscitó el interés de Perović y le inspiró para investigar la disforia sexual antes de llevar a cabo su primer procedimiento de cambio de sexo en 1989. Continuó operando hasta su muerte, hace cinco años, formando a todos y cada uno de los cirujanos de Belgrado que actualmente practican esta intervención y construyendo él solo esta rama de la industria médica serbia desde cero. En los años transcurridos desde entonces, casi 300 pacientes de las antiguas repúblicas yugoslavas, además de aproximadamente unos mil extranjeros, han visitado los quirófanos de Belgrado.

Había una gran reticencia a que practicáramos estas intervenciones, especialmente en las clínicas estatales

Si hablas con uno de los cirujanos de la ciudad o con sus asistentes, no pasa demasiado tiempo antes de que te deleiten con un prolongado sermón sobre lo que tiene su trabajo de misión moral y lo grandes filántropos que son ellos. Tal y como me explicó un coordinador de casos de pacientes por email: "No se trata de un fenómeno nacional, sino un fenómeno personal generado por unos pocos hombres que hacen cosas maravillosas por las personas… con un tremendo sacrificio personal". Cuando se habla del fallecido Dr. Perović se hace con ese tipo de efusiva reverencia que normalmente se reserva a los santos. Y aunque él y sus alumnos sin duda transformaron cientos de vidas para mejor, un individuo transexual familiarizado con el médico lo describió como "narcisista" y "con un freudiano complejo de dios". Aceptó hablar con nosotros con la condición de que mantuviéramos su anonimato.

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"Sava Perović comenzó a realizar este tipo de operaciones en la década de 1980 y, durante los noventa, se formó un equipo a su alrededor que operaba en circunstancias completamente criminales", explica. "Ganaron muchísimo dinero a costa de los transexuales, cobrándoles hasta cinco, seis o siete mil marcos alemanes (que en 1993 equivaldrían aproximadamente a entre 7.500 y 10.500 euros). El problema estaba en que Sava siempre cambiaba la cifra, un día te decía un precio y al día siguiente te decía otro. Era sabido que echaba a los pacientes de la mesa de operaciones a mitad de intervención porque estaba practicando procedimientos privados en clínicas estatales y fuera del horario laboral, y no podía permitir que sus colegas vieran lo que estaba haciendo. Todo se hacía bajo mano y el estado lo toleraba".

Djordjević en su despacho.

Cuando presenté estas afirmaciones a Djordjević, este me dijo: "Había una gran reticencia a que practicáramos estas intervenciones, especialmente en las clínicas estatales. No tengo datos exactos acerca de lo que se pagaba, ni cuánto ni a quién, así que no puedo decirte nada al respecto. A partir de 2007 introdujimos normativas más definidas y ahora todo es más transparente y se encuadra dentro del marco legal. No podría pronunciarme con respecto a la experiencia de otras personas".

Resulta difícil determinar la validez de estas afirmaciones. Como explica una persona trans que fue a Belgrado a operarse, cualquier antiguo paciente se resistiría a comentar este tema porque "seguro que preferiría olvidar el pasado". Pero alguien que esté familiarizado con la Serbia de la década de 1990 no encontrará estas afirmaciones especialmente descabelladas. El país, políticamente aislado por sanciones económicas y sumido de pleno en la transición del socialismo al capitalismo en medio de una guerra civil, se transformó en un estado totalmente dominado por las mafias. Las leyes ya no tenían efectos prácticos, el mercado negro era la única economía que prosperaba y determinados individuos se hicieron inimaginablemente ricos mediante fraudes vinculados con el tabaco y la gasolina, mientras que los miembros del aparato estatal incluso estaban supuestamente implicados en el tráfico de heroína. Dentro de este panorama, los procedimientos médicos sin licencia definitivamente encajan en el clima económico de la década

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Durante mucho tiempo, estas operaciones fueron prohibitivamente caras para los habitantes de Serbia, un país donde aproximadamente el 20 % de la población está en el paro, pero gracias a la incansable lucha de la ONG local Gayten-LGBT se aprobó una nueva ley en 2012 que declara que cualquier ciudadano transexual que supere los debidos exámenes psicológicos tiene derecho a que el estado cubra el 68 % de los gastos de su operación. Djordjević me explica que desde entonces el gobierno ha financiado la operación de cambio de sexo de 16 personas.

No obstante, algunas personas creen que esto crea un sentido del progreso de carácter meramente estético. "El hecho de que el estado subvencione intervenciones de cambio de sexo es un gran paso hacia adelante por el que hemos luchado muy duramente", indica Djurić, que lidera Gayten-LGBT y se identifica como transexual y queer. "Lo que ha faltado durante todo este tiempo, especialmente hasta hace cuatro o cinco años, es que las instituciones estatales y el sector médico se sentaran a hablar sobre todo el conjunto de problemas a los que se enfrenta la gente trans, como las elevadas tasas de suicidio, la falta de vivienda, la pobreza, el paro…

"Existe toda una serie de problemas que ni se tratan ni se solucionan, de modo que es maravilloso que el estado por fin se haya decidido a escucharnos y a hacer algo, pero todavía queda mucho camino por recorrer".

La identidad transexual se sitúa dentro de un amplio espectro y muchas personas que no se identifican con su género biológico no sienten la necesidad de alterar sus genitales. En Serbia, existe quien se encuentra en un limbo existencial porque es incapaz de cambiar su sexo de forma legal sin un parte escrito por un médico, algo que la mayoría de doctores se niega a entregar hasta después de la cirugía. De hecho, no existe un marco legal para regular el proceso burocrático de la transexualización y los individuos trans quedan a merced del funcionario público que casualmente esté tratando su caso.

"Yo tengo otras preocupaciones. Me enfrento a problemas con las instituciones médicas y con la policía porque mi apariencia no se corresponde con lo que pone en mi identificación", explica Nevena, una mujer transexual que actualmente está recibiendo tratamiento hormonal. "Tengo aspecto de mujer pero en mis documentos aparezco homo hombre y eso me provoca muchos problemas: la gente se confunde y ese es el motivo por el que no puedo encontrar un empleo estable, porque los empresarios no contratan transexuales, a menudo por miedo".

Es posible que los transexuales serbios encuentren ahora más fácil que nunca sufragar su cirugía, pero se ha hecho muy poco para mejorar su situación social. La constitución nacional, por ejemplo, solo reconoce un modelo heteronormativo de matrimonio; si un individuo casado cambia legalmente su sexo, sus derechos parentales, su herencia y sus derechos de visita como cónyuge quedan sin definir. Djurić me cuenta que, en las zonas rurales del país, muchos pacientes transexuales son incapaces de recibir ayuda del estado porque los médicos locales con frecuencia desconocen la disforia sexual o simplemente se niegan a reconocerla como afección médica.

Pero de forma algo extraña, casi resulta lógico que Serbia se haya convertido en un centro mundial para la cirugía de cambio de sexo. Cuando se la conocía como Yugoslavia, la libertad de expresión era muy limitada, como en muchas sociedades comunistas. Las carreras técnicas como la ciencia o la ingeniería se cultivaban agresivamente, casi como forma de sobrecompensación. Puede que la sociedad serbia siga siendo tan intolerante como siempre, pero da la sensación de que las personas más sensatas, las que trabajan en labores basadas en la ciencia como la medicina, estén mejor equipadas para separar su trabajo de sus opiniones y su ideología. Tal y como me indica Djordjević, "no podemos cambiar el código genético de una persona con una operación, pero sí podemos cambiar sus genitales".