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Identidad

Laia Abril cuenta la historia de la prohibición del aborto en el mundo

Mediante entrevistas con mujeres que se han visto forzadas a abortar por su cuenta, la artista Laia Abril explora la violenta historia —y el violento presente— de la restricción de los derechos reproductivos de las mujeres.
All images courtesy of the artist

En el último proyecto de Laia Abril, un delicado falo gentilmente adornado con una cinta permanece incómodo junto a un estante repleto de púas metálicas y fórceps. Podría asumirse que las cosas han tomado ligeramente un cariz al estilo de Lorena Bobbit, pero este es el modo —mediante estas yuxtaposiciones que dejan al espectador totalmente desarmado— en que esta artista residente en Barcelona explora el acceso al aborto en todo el mundo, en la actualidad y a lo largo de la historia.

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Acerca del aborto, que se inaugura el mes que viene en formato de exposición y se publicará en forma de libro en 2017, presenta las reconstrucciones visuales que ha realizado Abril de las herramientas y de las horrendas técnicas que históricamente han empleado las mujeres para practicar abortos cuando se les ha negado acceso legal y seguro a la atención sanitaria reproductiva. Estas obras escultóricas —desde fórceps hasta primitivos dispositivos de vacío, pasando por agujas cervicales y secciones transversales del abdomen de una mujer— se sitúan junto a retratos fotográficos de mujeres que han fallecido a causa de abortos clandestinos y junto a instalaciones de audio creadas empleando las voces de las mujeres que ha entrevistado Abril para conocer sus experiencias. Los aspectos conceptuales de la exposición se equilibran mediante un exhaustivo proceso de investigación. Los antecedentes periodísticos de Abril se ven reflejados en las obras que incluyen texto, que otorgan un contexto y un hilo narrativo a la exposición. Se trata de contar historias profundamente personales sin caer en el sensacionalismo.

Según la investigación llevada a cabo por Abril, "47.000 mujeres fallecen a causa de abortos clandestinos" cada año. Aunque la medicina moderna ha permitido que este procedimiento sea tan seguro y sencillo como tomar una píldora, las prohibiciones por parte de la religión, la sociedad y los gobiernos convierten las alternativas poco seguras en la única opción para algunas mujeres. Acerca del aborto confronta ese riesgo y esos fallecimientos tan innecesarios, y forma parte de un proyecto más amplio sobre los sistemas que limitan los derechos de las mujeres en el que Abril sigue trabajando, titulado Historia de la misoginia.

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Broadly quedó con la artista para hablar sobre su crudo enfoque del arte.

BROADLY: ¿Cómo has dispuesto la exposición? ¿Qué medios y materiales has empleado y cómo los has elegido?
Laia Abril: Mi metodología se basa en una investigación conceptual, visual y narrativa. Como era incapaz de documentar todos y cada uno de los países del mundo, traté de cubrir tantas consecuencias y situaciones negativas sufridas por las mujeres como pude. Me centré en diferentes sociedades, víctimas y contextos a modo de colección de pruebas visuales, auditivas y textuales. De este modo, trato de entretejer una red de preguntas sobre ética y moral, y de revelar una asombrosa serie de desencadenantes, estigmas y tabúes sociales en torno al aborto que hasta ahora habían sido invisibles.

En la exposición pueden encontrarse historias personales de supervivientes narradas en forma de fotonovelas y retratos, la reconstrucción de situaciones de diferentes tipos de repercusiones [por someterse a un aborto], objetos históricos que se empleaban en el pasado para abortar, métodos caseros —tanto antiguos como actuales— utilizados por las mujeres, fotografías policiales de médicos y mujeres condenadas a penas de cárcel; retratos fotográficos de mujeres que fallecieron por abortos que eran auténticas carnicerías o por la falta de acceso a un aborto seguro e instalaciones de audio de terrorismo pro-vida o de confesiones.

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En mis proyectos, el texto tiene una presencia muy importante. En este en particular, yo diría que conforma el 50 % del mismo. Aunque es un proyecto mayoritariamente visual, existe una fuerte necesidad de contexto e información para poder leer las piezas.

Marta, 29 años, Polonia El 2 de enero de 2015 viajé a Eslovaquia para someterme a un aborto. [En Polonia el aborto es ilegal excepto en casos de violación, deformación fetal grave o riesgo para la vida de la madre]. Estaba demasiado asustada para tomar píldoras abortivas por mi cuenta. ¿Qué pasaría si algo iba mal? De modo que decidí someterme a un aborto quirúrgico en una clínica extranjera. Me sentí muy molesta por tener que pedir dinero prestado para el procedimiento y también muy sola y frustrada porque no podía contar a nadie lo que me estaba sucediendo. La parte más difícil fue enfrentarme a mi novio, que se oponía al aborto. A pesar de todo, después me sentí más fuerte y más madura.

¿Por qué decidiste centrarte en el aborto?
La maternidad forzada lleva siglos restringiendo la libertad de las mujeres y su desarrollo en la sociedad. En general, cualquier cosa relacionada con las decisiones que han tomado las mujeres acerca de la reproducción y la sexualidad ha estado siempre rodeada de fuertes estigmas y tabúes. Por ejemplo, este año, por primera vez en la historia, el Papa ha concedido el perdón a las mujeres católicas que han abortado. Aunque pueda parecer un paso adelante, no hace sino perpetuar el estigma de la culpa que rodea las decisiones tomadas por mujeres, ya que [la iglesia católica] lo ve como un pecado. Ven el aborto como un asesinato. Mientras tanto, los políticos explotan el aborto como moneda de cambio en sus campañas electorales. Convierten los problemas reproductivos en asuntos políticos, en lugar de considerarlos una cuestión de derechos.

Decidí centrarme en las situaciones extremas en las que la falta de acceso por parte de las mujeres a métodos seguros de interrupción del embarazo las obliga a tomar decisiones arriesgadas, poniendo en peligro su salud y su libertad: mujeres que se autoinducen el aborto de forma casera o que se ponen en manos de médicos que practican abortos ilegales y sin un mínimo de seguridad, menores y víctimas de violación, mujeres obligadas a llevar a término sus embarazos y mujeres que mueren cuando se les niega el tratamiento médico adecuado.

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Yo soy una privilegiada, soy una mujer blanca y con estudios que casualmente vive en un país donde el aborto es legal, pero se trata de un derecho que no siempre ha estado ahí y que constantemente está en riesgo. Recientemente los políticos trataron de modificar la legislación española. Nunca se está segura al cien por cien. Cuando estamos en una situación privilegiada tendemos a pensar que es un problema lejano que no nos atañe, y no es así. Yo enfoqué mi proyecto desde un punto de vista histórico por la misma razón: porque tendemos a pensar que son problemas que pertenecen al pasado.

La falta de acceso [al aborto] no se reduce a una cuestión legal. Nos olvidamos del acceso [físico] y del dinero. En Italia, el aborto es legal hasta los 90 días de embarazo, pero muchos médicos de algunos hospitales sob objetores de conciencia, lo que obliga a las mujeres a viajar al extranjero para interrumpir sus embarazos. India cuenta con una de las leyes sobre el aborto más progresistas de toda Asia, una ley que permite la interrupción del embarazo durante las primeras 20 semanas, pero eso no garantiza el acceso a servicios de aborto seguros, especialmente en las zonas rurales. En 2013 una mujer fallecía cada dos horas en la India debido a abortos poco seguros, poco higiénicos o practicados en el hogar. Además, el estigma [contra el aborto] puede ser tan fuerte, incluso en países donde el aborto es legal, que las mujeres ponen en peligro su salud.

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¿Cómo fue tu proceso de investigación?
Este está siendo hasta la fecha el proyecto más difícil que he realizado. Mi anterior proyecto a largo plazo, de cinco años de duración, Acerca de los desórdenes alimenticios, fue difícil de abordar por muchos motivos. El estigma y el tabú en torno a las enfermedades mentales y especialmente en torno a los desórdenes alimenticios dificultaron mucho el hecho de acceder a determinadas historias. En este caso, la ilegalidad complicó mucho más las cosas. Llevo más de siete meses llamando diariamente a médicos tan solo para obtener algunos datos. Me he acercado a cientos de mujeres y a cientos de ONG y nunca había tenido que luchar tanto para conseguir incluso testimonios anónimos. Lo entiendo, porque para ellas es peligroso [ofrecer su testimonio]. Se enfrentan al rechazo de la sociedad y de sus familias, podrían perder su libertad o incluso la vida. Me viene a la cabeza la historia de Alicja, en Polonia. Hace años le negaron el aborto, a pesar de que podía perder la vista a causa del parto. Ganó el juicio internacional, pero durante la última década ha debido enfrentarse cada día a la crítica social. Incluso sus hijos tienen un apellido diferente, ¡y a veces hasta tienen que hacer deberes que tratan sobre el caso de su madre!

Pero las mujeres a las que me aproximé, tanto si estaban dispuestas a participar como si no, siempre se mostraban muy receptivas con respecto al proyecto, aunque muchas de ellas hubieran tenido experiencias muy negativas con la prensa sensacionalista en el pasado. Las mujeres con las que colaboré o a las que retraté se sienten contentas de que no las victimice ni las juzgue. Son supervivientes de violencia obstétrica y sistémica, pero no se sienten avergonzadas de haber abortado; están orgullosas de tener suficiente madurez para haber hecho valer sus derechos.

¿Qué efecto esperas conseguir en las personas que vean tu obra, tanto la exposición como el libro?
Al construir este tipo de instalación te enfrentas a una gran cantidad de retos. Es preciso hallar un equilibrio entre la información, la emoción y la creatividad visual para tratar un tema tan incómodo y controvertido, de modo que la gente sea capaz de cuestionarse sus propias creencias.

El aborto se oculta con mucha frecuencia: en el pasado, entre las sombras, en la ilegalidad… Muchas mujeres no desean ser visibles y los médicos no son capaces de compartir demasiada información. Nadie quiere hablar porque este tema está rodeado de vergüenza y estigma. Es un pecado. Para mí, tratar de visibilizar lo invisible es un reto enorme. Mi única esperanza es conseguir que quienes vean mi obra se enfrenten a un problema sobre el que no saben nada o sobre el que nunca han pensado, y ayudarles a empatizar mediante historias personales.

La instalación y el libro cuentan con hilos narrativos y piezas artísticas diferentes, pero comparten la mayor parte del contenido. Ahora que estoy trabajando en el libro seré capaz de crear argumentos que las exposiciones no me permiten mostrar. El arte de instalación crea una experiencia para el visitante que puede conectar con sus creencias a un nivel muy diferente.