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Reseñas de 4 moscas sobre terciopelo gris, El quinto jinete y el pack Correspondencia(s).

4 MOSCAS SOBRE TERCIOPELO GRIS
Dario Argento
Regia Films En 1971 Argento no era lo que se dice un pipiolo en eso de escribir y dirigir, pues llevaba cinco años haciendo lo primero y dos lo segundo, pero tampoco era, no todavía, el veterano encallecido cuyos rasgos de identidad serían inconfundibles hiciera lo que hiciese; eso que se llama “un autor”. Sería en este punto intermedio en su carrera, el primero de varios puntos que se sucederían en años posteriores, cuando el romano decidiera rodar un thriller que cerrara lo que otros dieron en llamar la “trilogía de los animales” y pasar a otra cosa; esa cosa sería Le cinque giornate, una pieza de época cuyo magro éxito popular movería a Argento a volver al giallo. Pero no nos desviemos… Se dice que los primeros años de un artista suelen ser los de mayor inventiva, sus trabajos no esclerotizados aún por la rutina y la eficacia comprobada. Es época de tanteos y hallazgos, también de meteduras de pata, que es de lo que más se aprende. En este sentido, 4 moscas sobre terciopelo gris vendría a ser, tal vez, el film definitorio del Argento que daba palos de ciego. Puesto que hasta un ciego te puede arrear un soberano palo si te acierta bien, 4 moscas… es una película plena de hallazgos, quizá no en cuanto a la historia, rebuscada como buen giallo pero de resolución facililla, ni en el trabajo actoral (aquí, quien no sobreactúa pone cara de palo), y pecando de unos gags que más que risa dan grima (a Argento, el humor le sienta como a un santo dos pistolas), pero de atmósfera extraña, inasible, y dotada de auténtico genio en eso en lo que tanto brillaba Argento, en la planificación de los asesinatos y los movimientos de cámara. Y qué carajo, cualquier film en el que nada menos que Bud Spencer hace una providencial entrada salvadora es digno de alta nota. ¿Dije yo que a Dario no le sienta bien el humor? Bueno, ¡me desdigo!

EL QUINTO JINETE
Varios directores
39 escalones ¿Cabe hablar de edad de oro alguna en la televisión española? No pondría yo la mano en el fuego, pero en aquellos tiempos en que sólo había dos canales y las opciones para el televidente se dividían entre una mesa redonda en la que los debatientes, qué tiempos aquellos, fumaban impunemente en el plató, y una representación grabada de Cuatro corazones con freno y marcha atrás (lo digo porque me acuerdo), el ente, el único que había, prestaba más atención a lo macabro. En estos tiempos en que la fantasía y el terror están acotadas a los telediarios y los programas electorales, no le veo pega a tirar de nostalgia y recordar series de mesa camilla y televisor con cuernos como ¿Es usted el asesino? e Historias para no dormir, productos más que dignos entonces y ahora que suplían escasez de medios por fuste, humor negro y actores que merecían el título; gente con tablas, carácter y un pundonor profesional a prueba de todo. El quinto jinete, emitida ya en los 70, vendría a ser la tercera pata de esta terna; a lo largo de 13 episodios metió el miedo en el cuerpo a aquellos espectadores que deberían estar en la cama hacía horas a base de adaptaciones, que iban de lo fiel a lo libérrimo, de obras de Le Fanu, Bécquer, Maupassant, Poe, de Quincey y demás gente que sabía hacer la O con un canuto. Es probable que a la generación blipvert de hoy le parezcan desfasados los relatos, tediosa su realización (ojo, algunos planos duran más de tres segundos), arcaica su estética e inocentona su concepción del horror, pero por mí como si los ondulan a todos. Se trata de una recuperación pertinente, honesta en tanto que no trata de camuflar su identidad antañona, y a mí me va a permitir saber cómo acababan un par de episodios cuyo final me perdí por mandato paterno y con coscorrón adicional por protestar.

CORRESPONDENCIA(S)
Varios directores
Intermedio Lo de este pack Correspondencia(s) es, para entendernos, como uno de esos volúmenes que reúnen la relación epistolar entre dos personas con algo que decirse entre ellas y de valor para los demás, solo que en formato audiovisual. Cartas filmadas, esto es; quizá un nuevo invento cuando parecía que, en esos campos del señor del cine, no quedaba nada por inventar. La idea nació hace un par de años en el sanedrín del barcelonés CCCB durante la preparación de una muestra dedicada a Kiarostami, el de las cerezas y los olivos, y Víctor Erice, el de las colmenas y los membrillos: uno le enviaría al otro un pasaje filmado, una contemplación, una reflexión en imágenes, un loquefuese en el que no interviniera la ficción y le hablara al otro de tú, a lo que este correspondería siguiendo el hilo o saliéndose por la tangente, estableciendo un diálogo o enfrascándose en un monólogo, y de ahí saldría el retrato de dos cineastas tan semejantes y a la vez tan divergentes. Erice y Kiarostami, aquí se demuestra, lo son, ambas cosas. Ellos fueron los catalizadores y punta de lanza, y al envite se apuntaron después José Luis Guerín y Jonas Mekas, Albert Serra y Lisandro Alonso, Isaki Lacuesta y Naomi Kawase, Jaime Rosales y Wang Bing, y Fernando Eimbcke y So Yong Kim. Los resultados de sus dimes y diretes filmados se proyectaron/expusieron en el CCCB, entre otros cubos de paredes blancas, y aparecen ahora recogidos en este corpóreo pack de cinco DVDs más abultado libro que vale lo que cuesta y más. Atención, no hay catalogaciones que valgan: no son piezas de videoarte, ni cortometrajes al uso, ni ejercicios experimentales, ni impenetrables juguetes metalingüísticos. No; son cosas que un sujeto le cuenta a un tipo porque cree que le pueden interesar, rodadas con la caligrafía que cada quisque ha sabido desarrollar. Como concepto es fascinante. Algunos intercambios también. JESÚS BROTONS