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Nicaragua, uno de los países más pobres de Centroamérica, ha tenido un día de pesadilla: este jueves, mientras sus habitantes resistían la violenta llegada del huracán Otto, un terremoto de 7.2 grados en la escala de Ritcher sacudió a la nación.
Cerca del mediodía, vientos de más de 170 kilómetros por hora anticiparon que el ciclón categoría 2 tocaría tierra en el sureste del país. Fuertes lluvias, inundaciones y hasta una amenaza de tsunami provocaron un éxodo de 100.000 personas hacia albergues seguros.
Los nicaragüenses saben bien el poder destructor de los huracanes frente a su precaria infraestructura: en 2007, el huracán Félix golpeó a Nicaragua y dejó centenares de muertos y desaparecidos, 9.000 casas inhabitables y 600.000 damnificados, una tragedia de la cual —hasta ahora— la nación no se ha recuperado totalmente.
El miedo a estar de nuevo en esa situación se mantenía presente, cuando llegó el sismo: las autoridades lo registraron a las 12:45 horas, en el Pacífico norte, una zona de alta actividad telúrica. En El Salvador, Costa Rica y Honduras también se sintió el movimiento, pero sin tanta fuerza.
Hasta las 5 de la tarde, hora local, el gobierno de Nicaragua no ha reportado muertes o heridos graves; las principales afectaciones son materiales y en zonas costeras, aunque las peores horas aún no han pasado, pues el huracán Otto no ha disminuido su fuerza y amenaza con atravesar poblados enteros en el sureste del país.
La combinación de huracán y terremoto causó que la vocera del gobierno y primera dama, Rosario Murillo, anunciara en cadena nacional la declaratoria de estado de emergencia, ante la posibilidad de que ambas catástrofes originaran un tercer desastre: un tsunami.
Nicaragua declara Estado de Emergencia Nacional por Huracán y Terremoto https://t.co/JOHoUD5sZf
— Vicepresidencia Nica (@VicePresidenci1) 24 de noviembre de 2016
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