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El primer juego de los Marlins después de la muerte de José Fernández, fue extraño, triste, pero normal

Pasaron muchas cosas en el juego de los Marlins, además del tributo a José Fernández.
Jasen Vinlove-USA TODAY Sports

La noticia del fallecimiento de José Fernández, pitcher de los Marlins de sólo de 24 años de edad, fue muy extraña y triste. También lo fue el primer juego de los Marlins después de su muerte. Fue extraño y triste ver a todo el equipo usando la camiseta con el número 16 y el nombre de Fernández; fue extraño y triste escuchar "Take Me Out to the Ball Game", interpretado por una trompeta solitaria; fue extraño y triste ver a los Mets y a los Marlins abrazándose en el campo y limpiando sus mejillas.

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Fue increíble, extraño y triste ver al zurdo Dee Gordon llegar al zurdo Dee Gordon entrar en el primer inning, luego de cambiarse el casco, formar un círculo alrededor de su usual caja de bateo, y batear su único jonrón del año. Gordon lloró al recorrer las bases y soltó en llanto al tiempo que tocó el home. Sus compañeros lo ayudaron a entrar al dugout.

Fue extraño y triste ver a los Marlins seguir el ultimo out de su victoria de 7-3 con una fila de apretón de manos que culminó en una reunión alrededor del montículo. Gincarlo Stanton y Don Mattingly hablaron; cada uno dejó su gorra en el montículo. Gordon fue el último en irse, permaneciendo detrás por un momento y acariciar el "16" pintado en el suelo.

Estas serían las imágenes duraderas y adecuadas del juego del lunes por la noche. Contaron la historia necesaria.

Ese algo normal fue la parte final de la segunda entrada, una entrada llena de ofensiva por parte de los Marlins. Stanton abrió el marcador con un único disparo por el centro, Justin Bour siguió con un doble, y J.T. Realmuto siguió con un hit. Adeiny Hechavarria conectó una línea al centro que brincó la valla. La cabina de Miami habló sobre beisbol por un minuto: el signo prometedor de Bour, acaba de regresó de sus 60 días de descanso por una lesión, y la gran velocidad del catcher Reamulto.

Cuando Colon lanzó, sucedió algo maravilloso. Los aficionados del Miami, extraña y tristemente tranquilos abuchearon. No fue una muestra de indignación, sino la queja de los aficionados frustrados por una de las estrategias más tediosas del juego. Querían que Gordon lograra la carrera, como siempre, y estaban furiosos de que Colon no lo estaba permitiendo. Sonaba bien.

Lo que a mucha gente le gusta del beisbol es su aspecto ritualista. Los jugadores hacen las mismas cosas una y otra vez, a veces funciona y a veces no. Lo que la gente amaba al ver a Fernández, era que increíblemente podía inclinar esas probabilidades, como sus pelotas rápidas y su slider podían darle lo que parecía ser un control total, y cómo claramente disfrutó de esto. Volvió ese ritual en emoción.

Pero esta sarta de cosas habituales en la segunda entrada era lo que más destacó en el juego. Una pelota golpeó justo donde el campocorto no pudo hacer una jugada. Colon se ganó abucheos. El beisbol nunca estuvo en calma cuando Fernández jugaba, pero la noche del lunes, lo estuvo un poco.