FYI.

This story is over 5 years old.

la infinita belleza de meterla para abajo

Recordando a Vinsanity, el gran héroe del NBA Live

Quizás no fuese nunca el mejor, pero la espectacularidad de Vince Carter dejó una huella imborrable en la retina de los aficionados al baloncesto... y también de los fans de los videojuegos.
Photo by Reuters

Sigue a VICE Sports en Facebook para descubrir qué hay más allá del juego:

Recordaré toda la vida el primer videojuego de deportes que me regalaron. En mi casa, y por alguna razón extraña, no querían que yo tuviera consolas, así que di mis primeros pasos en el mundo del entretenimiento digital con el ordenador. Mis colegas jugaban al Perfect Dark, al Tomb Raider o al Pokémon Stadium en la Nintendo 64: hasta entonces, a mí siempre me había tirado más el Age of Empires.

Publicidad

Por eso me impactó tanto cuando mis tíos, que en esa época vivían en Estados Unidos, aparecieron unas Navidades con el NBA Live 2004.

En la portada, estaba él.

Más baloncesto: Cuando Jordan jugó con el número 12

Empecé a jugar a baloncesto cuando debía tener diez u once años. En esa época —principios de los 2000, aclaro—, los Lakers de Kobe Bryant y Shaquille O'Neal se repartían los títulos de la NBA con los San Antonio Spurs de Tim Duncan y David Robinson: los Chicago Bulls de Michael Jordan ya habían quedado atrás.

Evidentemente, todos nos hicimos de los Lakers y todos fuimos fans de 'Black Mamba'. También estaba Allen Iverson, que molaba muchísimo —de hecho, fue mi segundo gran ídolo deportivo junto a Thierry Henry—, pero el referente, el MVP, el crack, el no-va-más, era Kobe.

Al menos, hasta que me regalaron el NBA Live y le vi a él en la portada.

"¿Quién debe ser este tipo?", me pregunté. Confieso que en realidad no había visto demasiados partidos de la NBA en esa época; la mayoría de mis referencias venían de Space Jam y de algún que otro resumen, siempre con la voz inconfundible del gran Andrés Montes de fondo. La imagen que tenía de la liga, como te puedes imaginar, era bastante romántica.

"Bueno, cuando me ponga a jugar le ficho para mi equipo", pensé. Obviamente, ese equipo iban a ser los Lakers, faltaría más: cuando uno empieza a jugar a cualquier videojuego de deportes siempre se coge los equipos más fáciles. Como cuando te pillabas al Real Madrid en el PC Fútbol porque era el único con pasta para fichar.

Publicidad

Al llegar a casa, lo primero que hice antes de instalar el juego fue… desinstalar otra cosa. Qué queréis, estamos hablando de principios de los 2000: en esa época más de cuatro o cinco juegos no cabían en un ordenador.

Recuerdo la típica impaciencia de la puñetera barrita del Autorun. Recuerdo, una vez instalado el juego, lo que me puteó que el ordenador aún tuviera que reiniciarse.

Y entonces, el vídeo.

Entre hordas de defensas terriblemente antinaturales —y con una versión convenientemente censurada del Right Thurr de Chingy de fondo, por cierto— aparecían un jovencísimo LeBron James driblando con el balón, Tim Duncan luchando por la posición con Yao Ming, Tracy McGrady machacando ante los Warriors y Kobe Bryant soltando una bomba como si de Juan Carlos Navarro se tratara.

Y, por supuesto, él. Buscadle en el 0:55.

"Está claro que voy a fichar a este tío de los Raptors", me dije justo cuando aparecía el menú principal y la voz de Sean Paul empezaba a sonar.

No os aburriré con los detalles de mi 'temporada perfecta' con los Lakers —en el NBA Live, 'perfecta' significa 'ganando absolutamente todos los partidos', por supuesto—. Solo os diré que mi quinteto en el equipo angelino contaba con Allen Iverson, Kobe Bryant, Robert Horry, Shaquille O'Neal… y él, claro.

Hasta ese momento, el baloncesto había sido una actividad marginal en mi vida. Empezar a jugar al NBA Live lo cambió todo: de repente, la pelota naranja se convirtió en el gran eje de mi existencia. Empecé a comprarme camisetas y balones, a esforzarme de verdad en los entrenamientos —siempre fui malísimo igualmente, pero al menos ahora lo hacía a conciencia—… e incluso cambió mi forma de vestir.

Publicidad

Él tuvo gran parte de la culpa. Y eso que yo no recordaba su histórico concurso de mates del año 2000, cuando compitió contra su entonces compañero de equipo —y primo lejano, por cierto— Tracy McGrady. De hecho, el nombre de T-Mac solo me sonaba en boca de Montes: "¿¡Por qué eres tan bueno, McGrady!?".

Cuando posteriormente encontré las imágenes de ese All-Star de Oakland —no había Youtube en 2003, así que uno se bajaba cosas con el Kazaa o con el eMule… lo cual a día de hoy suena a prehistórico a más no poder—, me quedé totalmente prendado de ese jugador. Resultaba que en la vida real él hacía los mismos mates que se veían en el juego. No era una exageración, o al menos eso pensaba yo.

¿Quién puede olvidarse de esto?

Después me enteré de que el concurso de mates del All-Star del 2000 había sido, según el público, el segundo mejor de la historia tras el que protagonizaron Dominique Wilkins y Michael Jordan en 1988. De cara a la percepción general, también ayudó el hecho de que fuese el primero tras el 'lockout' de la NBA en la temporada 1998-99, pero eso es otra cuestión.

Me enteré de que él había ganado el 'Slam Dunk Contest' con una puntuación de 100 en la primera ronda y 98 en la segunda. Al ver el concurso completo, con algunos de los mates más brutales que se hubieran visto en el torneo, no me extrañó que tanto el comentarista como el propio jugador dijeran "it's over!" ("¡se acabó!") tras una acción concreta.

Publicidad

Sí, esta acción:

De algún modo, el jugador se convirtió en mi ídolo. Quizás no fuera el gran Kobe Bryant, la estrella del equipo que siempre ganaba, o Allen Iverson, el tipo con más carisma de la competición; pero él era el tío de los mates, y en mi universo mental nada podía tener mayor belleza en el baloncesto que un mate.

Con los años, lógicamente, mi percepción cambió. Empecé a ver más partidos de la NBA —la de verdad, no el mundo 'arcade' de defensas de plástico y público de papel de los videojuegos— y me interesé en serio por el baloncesto. Me di cuenta que, aunque los mates fueran la hostia, me gustaba mucho más el estilo de los San Antonio Spurs de 2014 que el de los Miami Heat de 2013.

Supongo que esto es lo que entendemos por 'hacernos viejos'.

Por mucho que pase el tiempo, sin embargo, siempre tendré un rincón en la mente para el jugador que me hizo amar el baloncesto. Le estaré eternamente agradecido por introducirme en este mundo maravilloso: la ilusión no se paga con dinero, y él me llenó de ganas de intentar imitarle, de intentar machacar el aro, de intentar alcanzar la belleza sublime de los mates.

Gracias, Vinsanity.

"De nada".