Hablé con Richard Ford, el anti-rockstar de la literatura
Fotos por Wendy Peña.

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Hablé con Richard Ford, el anti-rockstar de la literatura

Una charla con el escritor ganador del Pulitzer, el Faulkner y el Princesa de Asturias.

Lo primero que le escuché decir a Richard Ford fue "estoy feliz".

Le habían preguntado en la librería Tornamesa, de la Zona G de Bogotá, si estaba cómodo, si quería algo de tomar. "Solo quiero que lleguen los periodistas".

Yo estaba listo y apenas hizo su petición me presenté incómodamente.

No era el Richard Ford a blanco y negro de brazos cruzados que estaba en los dos libros que llevaba en mi maleta, ni tampoco era Frank Bascombe de El periodista deportivo o Día de la independencia, su famoso personaje con el que lo confundimos en ocasiones. "Siempre pienso que Frank Bascombe es una persona mucho más agradable que yo", dice Ford en una entrevista para la Feria del Libro de Bogotá. Y tampoco era, en el sentido estricto de la palabra, el Richard Ford escritor con el que Ricardo Silva tuvo la suerte de intercambiar correos y, valga la redundancia, escribir.

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El hombre que yo vi era un gringo de 73 años con medias amarillas, pantalones vino tinto, camisa verde y ojos azules. Un hombre al que no le interesaba en lo más mínimo la dramaturgia, la ópera o los cómics. Un hombre que se jactaba de poder pronunciar mi nombre perfectamente porque, según él, "hay muchos en donde vivo". Richard Ford parecía ser casi un anti-rockstar de la literatura, alguien que, a pesar de viajar a diferentes países y publicar múltiples obras literarias, vivía una vida "aburrida", nunca comparable a cazar en el Serengueti como, digamos, Ernest Hemingway.

Y sin embargo, de alguna forma, era la misma persona casi inexpresiva de la portada de la colección Vintage Ford. Era el autor que escribió cuentos como "Communist", "Calling" o "Rock Springs". El Richard Ford que había ganado el premio Pulitzer de literatura, el Faulkner (ambos en el mismo año y por el mismo libro) y el Princesa de Asturias. El mismo que dicta clases en la Universidad de Columbia, que escribe para diarios como The Guardian, y que edita y colabora para revistas literarias como Granta.

Y él, aunque visiblemente exhausto, estaba feliz.

Había llegado la noche anterior a Bogotá y, para ese momento, lo único que conocía de la ciudad era su hotel y la librería.

"Si pudiera quedarme en esta tienda, estaría muy contento", dijo.

Tenía una copa de vino blanco medio vacía (o medio llena, depende) junto a él.

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VICE: Hay todo tipo de libros aquí. No solo novelas, colecciones de cuentos y poesía. También hay vinilos y hay cómics. ¿Qué piensa del renacimiento de este formato?

Ford hizo una pausa aunque sabía claramente cuál era su respuesta. Quería ser preciso sin ser ofensivo.

Richard Ford: No podrían importarme menos. Jamás he leído uno y tengo la certeza de que nunca lo haré. En cuanto a tratar de hacer lo que una novela hace… no lo sé. Tal vez hacen cosas completamente distintas.

Sí, creo que es otro tipo de narrativa.
Sí, pero me tienen sin cuidado. Ahora, tampoco me interesa la ópera, o el teatro…

Richard Ford tampoco se interesó nunca en ser padre. A finales de los sesenta se casó con Kristina Hensley, y desde entonces han hablado en numerosas ocasiones de no querer tener hijos. Eso no lo hace menos cálido a la hora de hablar.

Siempre temo que los actores olviden sus líneas. —me dice riendo.

Y hablando propiamente de literatura, ¿lee literatura latinoamericana?
Sí, desde los sesenta.

¿Y qué le gusta leer?
Lo mismo que a usted… lo he leído todo, todo. —Y entra en carcajadas nuevamente.

Yo río con él, un poco de manera genuina, y un poco para ocultar que yo, en realidad, no he leído nada.

Quiero decir, cuando estos libros empezaron a ser publicados… los de Fuentes, Vargas Llosa, Carpentier, Rulfo… empezaron a popularizarse estos autores y nosotros sencillamente lo leímos todo. Yo estaba haciendo mi posgrado en ese entonces.

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Pero los leyó en inglés. ¿Qué piensa de las traducciones?
La traducción es un arte no muy diferente a la escritura de una novela. Cuando uno traduce, como con mis libros, del inglés al francés, del inglés al español, es mucho más complicado de lo que uno cree, ya que el traductor tiene que reimaginar el libro dentro de otra cultura… dentro de los detalles, las suposiciones y los acuerdos implícitos de otra cultura. Tienen que pensar en ellos mismos, en el lenguaje. En mi caso tienen que encontrar diferentes chistes para remplazar los míos, pues los míos son chistes de palabras que pierden el sentido en otro idioma, pues las palabras no significan lo mismo. Es un arte que se ha subestimado y que no se ha apreciado lo suficiente.

_Su amiga Valerie Miles, co-fundadora de _Granta_ en español y con quien habló el pasado sábado en la Feria del Libro, es traductora. Le pregunté cómo fue hablar con ella y cómo eran generalmente estos eventos a los que asistían._

Intentamos no planear estas cosas para que exista al menos la ilusión de espontaneidad. Si yo hablara de las cosas que he escrito habría muchas cosas que sé en un momento y al siguiente no sé. Pero al hablar en estos eventos uno intenta decir cosas que la gente del público encuentre útiles.

Y en la información del evento hay una cita suya que dice que un acto poético es a su vez un acto político. ¿Cómo es eso?
Creo que casi todos nuestro actos privados están enmarcados dentro de temas más amplios. Y creo que el tipo de decisiones que tomamos a un nivel personal es sinónimo del tipo de decisiones que se toman en un nivel macrosocial. Los humanos toman decisiones individuales, entonces si nos podemos responsabilizar por nuestras decisiones al nivel de la oración, al nivel del cuento, pues bueno… esa responsabilidad puede servirnos de mucho al reflexionar sobre los grandes temas sociales que son típicamente políticos.

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Es decir, usted sí piensa que el escritor tiene una responsabilidad social…
¡Tiene una oportunidad social! —Y vuelve a reír, orgulloso de esa última respuesta.

Le pedí en ese momento que pasáramos a hablar de su escritura.

Cuando empezamos a planear los temas que cubriríamos para la Feria del Libro, mis colegas me preguntaron por aquello que definía su escritura [la de Richard Ford], y fracasé en el intento. ¿Sabría usted cómo clasificarse dentro de la literatura?
No, y ni siquiera lo intentaría —dice frunciendo el ceño—: la escritura está ahí. La única cosa que no tengo que hacer es alejarme y dejar mi obra en una cajita. Otros se ocuparán de hacer eso por mí, y lo han hecho…de forma bastante injusta e incorrecta…

Sí, eso he visto. Lo han catalogado como parte de la corriente de realismo sucio, pero…
Tal vez, tal vez por un día…por una tarde. Cada vez que me categorizan, yo intento salirme de ahí. Ya no me pasa tanto porque estoy muy viejo y he escrito mucho, así que ya no pueden tipificar lo que escribo en términos de mi último libro, porque están todos estos otros libros que son muchas cosas.

Richard Ford no toca su copa de vino y el contenido parece aumentar en vez de disminuir. Al mismo tiempo, la librería empieza a ser habitada por sus seguidores, acechando el momento perfecto para conseguir una firma o un autógrafo.

En cuanto a sus libros, ¿tiene un proceso creativo específico para escribir una novela o un cuento?
¡Claro que tengo! —rio por unos segundos al notar lo obvia que era la pregunta para él—. Alguien me preguntó una vez "¿qué te inspira?", y mi respuesta siempre ha sido la misma. He sido inspirado una sola vez en la vida, en 1968 —Ford se refiere a su esposa Kristina y al año en que se casaron—, y todo ha sido una continuación desde ese entonces, cuando llegué a la conclusión de que en lo único que no había fracasado era en la escritura, así que que me dedicaría a ser mejor. Y ese es mi proceso: ser mejor. Aún a mi edad tengo que ser mejor. Aparte de eso, lo que hago es mantener conmigo un cuaderno, y poner todas mis ideas ahí, crudas, fracturadas. Luego revisarlos cada tantos años e intentar ver si por ahí se encuentra una novela esperando a ser escrita.

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¿Y cree que su escritura se inspira en otras formas de arte? En una entrevista del Paris Review leí que se trataba de una escritura rítmica, orientada en la música o, más bien… en los sonidos…
Creería que está más influenciada por la poesía que por la música. Bueno, Bob Dylan ya dejó claro que la música es poesía (aunque el jurado todavía no se decide), Pero sí. Debido a que leí y a que me leyeron tanta poesía, aprendí sobre la importancia de escoger las palabras, y sobre las cualidades que tienen aparte de su significado denotativo; su apariencia, su número de sílabas, su sonido, su síncopa. Y todas esas cosas interfirieron en cómo yo escribo oraciones. En ese sentido, la poesía es lo que más me ha influenciado, aparte de la ficción misma.

Todo esto se sentía en su habla. Recurría a otros elementos como la repetición y la aliteración, pero incluso en la conversación espontánea, Richard Ford construía pausada y cuidadosamente cada oración.

Aunque la pintura tiene algo. Particularmente la pintura representativa se parece un poco a escribir oraciones. Cuando un pintor está muy cerca de su lienzo, lo que él o ella ve es la pincelada, el color. Luego se aleja del lienzo y la obra reclama su integridad, dejándose ver por lo que verdaderamente es, y eso es muy similar a escribir oraciones. Uno pasa todo este tiempo armando frases al escoger tal palabra o al agregar esa coma. Pero cuando esto llega al lector, él lo aborda desde lejos, desde unos ojos mucho más incluyentes.

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Sí, y aunque las pinceladas, o las frases, son las pequeñas partes, estas vienen con un gran objetivo en mente.
Componen esa gran obra. Siempre me ha parecido interesante cómo los pintores son capaces de hacer y tener esas dos cosas en mente al mismo tiempo: las pequeñas pinceladas que ven desde muy cerca, y la imagen completa que ven cuando se alejan un poco.

Pero usted no solo escribe literatura. Ha sido profesor en varias universidades en los Estados Unidos, ha escrito para revistas y periódicos, y también ha sido editor. ¿Cambian las cosas cuando se desplaza entre los diferentes oficios?
Todo es igual, todo es igual. Cuando le hablo a mis estudiantes de Columbia, les hablo sobre las lecciones que he aprendido en mi propia experiencia. Y cuando edito, busco trabajos que cumplan con mis expectativas sobre lo que debería ser la buena literatura, cosa que aplico para mis propios textos. Y escribir sobre política en periódicos no es muy distinto a escribir sobre cualquier otra cosa. Así que intento no hacer distinciones innecesarias en mis formas de escribir, pues siento que podrían inhibirme.

Y como autor, ¿qué piensa sobre la academia y la crítica literaria?
Si está hablando de la crítica francesa, la considero completamente inútil. No me refiero a los reseñistas de libros, ellos son diferentes. He leído a muchos críticos y académicos en mi vida, pero la mayoría de los que me gusta leer también son novelistas y poetas que ejercen.

Sin quererlo, terminé con la pregunta que lo inicia todo, el título.

Por último, señor Ford, siempre me ha interesado la forma en la que usted titula: es sencilla y directa al grano.
Sí…bueno, es que no quiero que el título se entrometa. No quiero que el título sea olvidable. Quiero que el título genere una suerte de atmósfera verbal, que sea sugerente, y que vaya bien con el libro. Y quiero que sea interesante. Pero más que nada, lo que no quiero, es que se interponga en mi camino.

Ford terminó su vino, firmó mi libro y dibujó un atardecer en él. Yo estaba feliz.