Miedo y asco en la Regionalliga Nordost, la cuarta división del fútbol alemán

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infrafútbol en todo su esplendor

Miedo y asco en la Regionalliga Nordost, la cuarta división del fútbol alemán

Palizas, pirotecnia y política: un día más en la Regionalliga Nordost, la división más loca del fútbol alemán.

Lejos de las radiantes luces de la Bundesliga existe un paraíso futbolístico, una mezcla posmoderna de leyendas abatidas, provincianismo, equipos suplentes y proyectos vanidosos para los caciques locales. Esta es la tierra del viento gélido, de la nieve perenne sobre las desgastadas gradas sin techo: aquí, las oxidadas rejas que rodean el campo te dejan claro que todo sería más fácil si te quedaras en tu casa y te olvidaras de ir a los partidos.

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La calidad de los encuentros es baja, pero el precios de la cerveza lo es aún más. Aquí, el fanatismo de muchos solo puede compararse con el absoluto desinterés de muchos otros. Se dice que de vez en cuando incluso se ha visto a alguien jugar a fútbol, pero no podemos confirmarlo. Esta es la Regionalliga Nordost, uno de los cuatro torneos que conforman la cuarta división de Alemania.

Me sumergí en este glorioso mundo un sábado de 2012. Mi hermano estaba de visita por primera vez desde que me mudé a Berlín, y como habíamos ido juntos varias veces a los partidos del Rochdale FC en Inglaterra, decidimos pasar el día tomando unas cervezas mientras disfrutábamos del fútbol de la Regionalliga. Tomamos el tren hacia Potsdam y presenciamos el insípido empate a cero entre SV Babelsberg 03 y Karlsruher SC.

Mi corazón nunca terminó de irse del todo del campo. El resto de mi cuerpo sigue volviendo allí semana tras semana.

Ese 0-0 sería el primero de muchos. El Babelsberg 03 —o Babelsberg 0, mejor dicho— es el campeón mundial del fútbol tedioso. Al seguirlos, te conviertes en un auténtico experto en pases mal ejecutados, remates mal coordinados y cabezazos mal dirigidos: un fanático, en suma, de los empates sin goles.

El Babelsberg 03 solía estar en la tercera división, pero pronto comenzó su inexorable caída hacia las ligas regionales. Los empates se convirtieron en derrotas, las derrotas se convirtieron en goleadas en contra. Después de eso el equipo fue cuesta abajo. Tras perder por 0-4 en casa frente al Wacker Burghausen, la estancia de Babelsberg en la tercera división se terminó: había empezado la época del Salvaje Oeste en la Regionalliga.

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El fútbol del Babelsberg, por supuesto, es espantoso. Me quedé por la comunidad, la atmósfera, los cánticos y el ruido. Resultó que la mayoría de mis camaradas sentían lo mismo: el club había bajado un euro al precio de las entradas, había conseguido un mejor proveedor de cerveza para el estadio… y la asistencia había aumentado.

En la Regionalliga, la lógica no aplica. Muchos fans estuvieron contentos con el descenso —o al menos, no estaban enojados. Jugar en la tercera división significaba que el equipo tendría que viajar a Karlrushe, en la frontera francesa; a Burghausen, en la frontera austriaca; y a Aachen, en la holandesa: la Regionalliga nos permitía ahorrarnos estos costosos desplazamientos. Nos podríamos pasar los fines de semana viendo jugar a un equipo constantemente derrotado y además hacerlo cerca de casa. Era mucho más cómodo, dónde va a parar.

En la RL Nordost tendríamos infinitos derbis locales: habría partidos contra el Magdeburg, el Union y el Herta (o al menos sus reservas), clubs que amábamos odiar y que amaban odiarnos. Solíamos perder a nuestros mejores jugadores temporada tras temporada, pero conseguíamos nuevos. Mientras mantuviéramos a Sülo, pensamos, tal vez hasta podríamos ganar un partido o dos.

Süolo —Süleyman Koç para su madre— es un central que merecería figurar en letras doradas en la historia de la RL Nordost, al menos mientras duró su estancia en el Babelsberg. Era nuestra estrella: una estrella atípica, eso sí, ya que él nunca nos quiso tanto como nosotros a él. Su amor por nosotros era por mera conveniencia, pero nos daba igual.

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Nuestro amado Sülo, además, pasaba sus días como futbolista profesional y sus noches como prisionero, encerrado en la cárcel de Moabit por conducir un coche con el que escapó de un asalto armado en Neukölln. No nos importaba su pasado: al fin y al cabo, era él quien se había puesto el equipo al hombro, quien lideraba la (terrible) zaga, quien había marcado ocho goles antes de Navidad.

"Süleymani, jetzt oder nie!" ("¡Süleymani, ahora o nunca!"), cantábamos mientras los jugadores salían del campo después de una victoria. Cuando su libertad condicional entró en vigor durante las vacaciones de invierno, la respuesta final fue "nunca": Sülo se mudó al Paderborn de la Bundesliga. Sin él, nos sentimos despojados.

En el primer partido después de las vacaciones, nuestros jugadores recuperaban el balón y buscaban al lateral derecho una y otra vez, pero él ya no estaba. Terminamos con un empate a cero frente al Zwickau. Nos invadió una terrible sensación de vacío. Sülo, igual que nuestros mejores jugadores, escapó a la mínima que pudo. Para nosotros no era tan fácil.

En este punto querríamos familiarizaros con la nimiedad del futbol alemán: prometo que será interesante, o al menos, relevante. La 3.Liga es el último nivel profesional: debajo de esos 18 clubes se encuentran las ligas regionales, donde 88 equipos compiten en cinco divisiones por solo tres lugares de promoción.

En la práctica, esto significa que subir es prácticamente imposible. Además, las incertidumbres financieras en este nivel implican que los equipos pueden verse fácilmente en bancarrota (hola, VFC Plauen) o directamente colapsar (qué tal, Union II). Las ligas regionales son, pues un purgatorio futbolístico donde el drama está garantizado y donde invertir no tiene sentido.

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Dado que nunca ocurre nada interesante en el campo —después de tres temporadas siguiendo al Babelsberg, os puedo asegurar que ya es la norma—, los fans se ven obligados a inventarse sus propios métodos para entretenerse: es aquí donde la Regionalliga gana enteros. Los aficionados irreductibles, aquellos que siguen asistiendo a pesar del inexistente espectáculo en el campo, son los que mandan. Sin ellos no hay liga y todos lo saben. Su poder (son prácticamente la única fuente de ingresos de los clubes) los hace casi intocables.

El Magdeburg, el Babelsberg, el Jena y el BFC Dynamo pueden atraer a miles de fans a sus 'Kurve' (curvas, por gradas), pero la mayoría estará presente por razones ajenas al fútbol. A lo sumo estarán ahí por la atmósfera y los cánticos. Hay que tener en cuenta, además, que esto es la Regionalliga Nordost: en esta categoría, las ideologías de extrema derecha nunca andan lejos.

Antes de que el Babelsberg debutara en la RL Nordost —literalmente minutos antes— recibimos nuestra particular bienvenida al mundo del fútbol regional del Este de Alemania. Los aficionados de nuestro oponente, el 1.FC Lok Leipzig, corrieron hacia las rejas del lado de los visitantes —directamente hacia nosotros— con una expresión muy poco amistosa.

El Babelsberg se identifica fuertemente con la izquierda (¡jugamos en el Karl-Liebknecht Stadion en Karl-Liebknecht Straβe, por el amor de Dios!); nuestros nuevos amigos estaban ahí para decirnos que no iba a ser tan fácil en la 4.Liga. "Wir sind Lokisten", cantaban, "Morder und Faschisten" ("Somos lokistas, matones y fascistas"). Incluso colgaron una pancarta que decía "Justicia para Anders Breivik". Les ganamos 1-0; marcó Sülo Koç. Fue justicia poética en todo su esplendor.

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Sülo Koç en uno de sus escasos momentos tiernos con los fans del Babelsberg. Foto vía Imago

La RL Nordost es Ost (Este) con O mayúscula. Cumple con los estereotipos de la antigua RDA y su fútbol. Con todos: desde el colorido y la estética dudosa hasta la violencia y los ideales políticos de extrema derecha antes mencionados.

Esta realidad es palpable en cualquier campo. En los tiempos de la RDA, los equipos de la Alemania del Este competían a nivel europeo: el BFC Dynamo y el Lok Leipzig alcanzaron las semifinales de la Recopa de Europa, el Carl Zeiss Jena alcanzó la final en 1981, y el FC Magdeburg la ganó en 1974 con Jürgen Sparwasser en sus filas (el jugador que marcó en la victoria de la RDA sobre la RFA en el legendario Mundial de ese año). Hoy, los cuatro se sitúan en la RL Nordost, excepto el Lok, que descendió en la última jornada de la temporada pasada. El tiempo no ha pasado en balde para ellos.

El partido entre el Spitzenspiel y el Zwickau que se disputó en marzo es un buen ejemplo de la naturaleza de la Regionalliga. 16.000 fans asistieron al estadio a disfrutar del encuentro, un clásico con todos los condimentos del torneo: el choque no defraudó, ni en el sentido del marcador (0-0) ni en la contienda entre hooligans y la policía.

El historial reciente del Magdeburg va en esta misma línea. El partido que disputaron los magdeburgueses contra el Babelsberg el año pasado tuvo que ser detenido dos veces por invasión del terreno de juego y uso de bengalas por parte de ambas aficiones. El árbitro llamó al entrenador del Magdeburg para que intentase calmar a sus fans, pero no funcionó. Después de que el Babelsberg anotara su segundo gol, un nutrido grupo de aficionados bajó a la cancha y se peleó con los policías.

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Tras un retraso de 20 minutos, el partido se reanudó: solo un minuto después, el colegiado llamó a los capitanes y se acordó terminar el encuentro con el marcador de 2-2. Por escandaloso que pueda parecerle al espectador acostumbrado a la impoluta Champions League o a los torneos profesionales, este tipo de arreglos no son nada fuera de lo común en esta categoría.

El Magdeburg tiene sus problemas, pero comparado con el BFC Dynamo, básicamente es un paraíso. El BFC Dynamo fue campeón de la Liga de la RDA durante diez temporadas consecutivas en los 80 —lo cual no sorprende si tenemos en cuenta que el jefe de la Stasi, Erich Mielke, era su presidente. Cuando el muro cayó, cambiaron su nombre a FC Berlin, pero comenzaron a atraer tipos no deseados; neonazis, principalmente. A medida que la asistencia bajaba, el equipo iba cayendo a divisiones inferiores hasta que finalmente se declaró en bancarrota. Tuvo que reemerger como Dynamo, pero conservó las estrellas en la camiseta como recuerdo de los títulos que había "ganado" en otras épocas.

Los fans del BFC Dynamo son tan amigos de los aficionados del Lok Leipzig como lo son los 'laziali' de los romanistas en el fútbol italiano. Nos visitaron en Babelsberg hace unas semanas: a un fan lo hirieron con una navaja y tuvimos que soportar saludos nazis y cánticos como "Arbeit Macht Frei, Babelsberg 03!". Es lamentablemente común en este nivel.

Podría pasarme todo el día hablando de incidentes —el Zwickau también es conocido por hechos similares—, y sin duda debería incluir a la policía, que no se cansan de agitar las porras y los esprays de pimienta siempre que tiene oportunidad. Al fin y al cabo, en la Regionalliga Nordost nadie te escucha gritar.

Alegres y simpáticos fans del Lok Leipzig saltando al campo en un partido frente al Babelsberg. Foto vía Imago.

Para ser justos, sin embargo, debemos decir que no todo es conflicto en la Regionalliga. La RL es un torneo bipolar: cuando uno se acostumbra a las diferencias entre los alocados derbis y los soporíferos partidos sin historia, puede pasárselo genial disfrutándola, aunque los estadios a veces estén casi vacíos. El VFb Auerbach, el ZFC Meuselwitz y el TSG Neustrelitz representan provincias con poblaciones de menos de 30.000 almas: prácticamente podrían caber en el MDCC-Arena, el estadio del Magdeburg. El FSV Budissa Bautzen llegó al Karl-Liebknecht-Stadion con un total de seis seguidores; el FC Viktoria, con ninguno.

La naturaleza transitoria de los jugadores y la mala calidad del juego permiten que un equipo con corazón y entusiasmo pueda llegar lejos. Los equipos sin fans, en cambio, se vuelven apáticos rápidamente y sus partidos se pierden en la nada. Para los aficionados de verdad, el resultado y el desempeño pasan a ser secundarios frente a la experiencia de ir al campo… y esto nos lleva a las noches de los viernes y el FC Viktoria.

Los Half Man Half Biscuit, un grupo 'indie' de culto cuyos componentes son reconocidos aficionados a las ligas menores, compusieron una canción llamada Friday Night and the Gates are Low, una crítica a la predilección moderna por los partidos del viernes por la noche; y sin embargo, no puedo pensar en una forma mejor para pasar una tarde relajante después de una semana en el trabajo.

Fue precisamente un viernes cuando el Babelsberg recibió al FC Viktoria. El sol brilló y la cerveza fluyó. Se cantaron canciones, y como no podía ser de otra manera, el partido terminó 0-0. Fue nuestro décimo empate de la temporada. El árbitro pitó el final el partido a los 87 minutos; en palabras de los Pixies, sin embargo, "necesitas el silencio para apreciar el ruido". Mientras los jugadores saludaban a la grada en la 'Nordkurve', apareció una pancarta en la reja: "Holt den Derbysieg!" (¡Holt, gana el derbi!), refiriéndose a la semifinal que el Babelsberg debía jugar en la Brandenburger Landes-Pokal frente al Cottbus. En la RL Nordost, el siguiente derbi siempre está a la vuelta de la esquina. ¿Puede haber una forma mejor de pasar los viernes?