El popular —y perdido— distrito de cafés callejeros de El Cairo

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El popular —y perdido— distrito de cafés callejeros de El Cairo

El distrito de cafés, el-Borsa, en El Cairo, tuvo mala reputación ante el gobierno por atraer a traficantes de drogas, trabajadores sexuales y gays. En marzo, se cerró para siempre.

En las tempranas horas del viernes 13 de marzo de 2015, las autoridades marcharon con una civilidad sin precedentes a través de el-Borsa, un emblemático distrito en el centro de El Cairo, para cerrarlo. Los dueños de 36 cafés, 21 negocios y unos pocos kioscos se quedaron parados mientras las autoridades desmantelaban sus medios de vida, todo antes de que la ciudad pudiera despertarse para ser testigo de ello. Cientos de sillas de plástico brillante –ocupadas la noche anterior por una mezcolanza de clientes, que incluían fans de futbol, jóvenes desempleados, parejas discretas, artistas, hombres en trajes, y mujeres en hijabs– están ahora en una pila juntando polvo. Desde arriba, las mujeres ululaban desde los balcones.

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Khaled, uno de los previamente dueños de café en el-Borsa. Fotos de Aly Hazzaa.

Las repercusiones de la repentina clausura de el-Borsa implican pérdidas económicas importantes para la comunidad del centro de la ciudad de El Cairo. Esta decisión es parte de la campaña del Presidente Abdel Fattah el-Sisi para limpiar el centro de los negocios informales que crecieron desde la Revolución de 2011. Sin embargo, la desaparición de cafés callejeros no es solo «un paso adelante», como declararon los oficiales, sino una señal de que el régimen está retomando el territorio perdido y afirmando su control sobre los espacios públicos de la ciudad.

Han pasado más de dos meses desde que Khaled, 28, dejó de ganar un sueldo. De Asyut –el pueblo en la parte alta de Egipto que engendró al querido Gamal Abdel Nasser–, Khaled es uno de la tres decenas de dueños de cafés afectados por la clausura de el-Borsa. Dentro del establecimiento sombrío ahora infestado con cucarachas, Khaled intentó darle un sentido a las eventualidades que levaron a la caída del café callejero más grande de El Cairo.

Khaled abrió su café en 2002, coqueteando peligrosamente con la ley hasta que le dieron su permiso en 2009. «Esta vez es serio», dijo mientras alisaba con su mano la licencia que falló en protegerlo. En recientes años, la economía enferma de Egipto ha estado caracterizada por un periodo de lento crecimiento, déficit del presupuesto, reservas declinantes de moneda extranjeras y el creciente desempleo. Como resultado la gente se volvió a la economía informal, la fuente de unos estimados 10 millones de trabajos en Egipto, y del 85 por ciento de empresas medianas y pequeñas.

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«El gobierno dejó de entregar licencias de shisha (pipas de agua) en los 90s», dijo Am Mohamed, un dueño café de mediana edad en el centro de El Cairo. El único prerrequisito para que una vereda se pudiera convertir en un ahua (café de calle) era la presencia de sillas de plástico. Pero el operar en los puntos de encuentro más populares e igualitarios es parte de un oscuro sistema en el que la shisha requiere su propia licencia. Entonces los dueños aprenden a caminar entre los campos minados.

«Es simplemente una idea que vino del gobierno», dijo Am Mohamed, refiriéndose a la licencia de café. A una extensión en que la mayoría de los cafés de El Cairo operan ilegalmente, haciendo que los dueños del café el-Borsa sean escépticos al racionamiento detrás de los oficiales del gobierno para cerrarlo. «Todo el centro fue afectado», agregó, «pero no nos dan una forma de hacernos legales», discutió. «¿Qué se supone que hagamos?»

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Un café ubicado enfrente a el-Borsa, cerrado de la calle.

Luego de las protestas del 2011, el-Bosca se convirtió en un centro para la juventud –y debido a su proximidad con la Plaza Tahir , la juventud revolucionaria en particular–. Los parches en las sillas colocados en las calles deliñan la esfera pública de El Cairo. El planear la revolución o el mantenerse alejada de ella, sucedió en medio de los juegos de backgammon, shisha, y té con menta. En los pasados cuatro años, el-Borsa ha sido allanado por la policía por su rol fomentando la Revolución, así como su reputación en atraer vendedores de drogas, trabajadores de sexo y hombres gays. «Bos (mira)», dijo Khaled. «Los revolucionarios dejaron de venir aquí luego de los primeros arrestos. Dijeron 'Somos revolucionarios'. Dijeron somos ikhwan (los hermanos musulmanes). Podían hasta decir, 'Estamos muertos'».

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«Estoy muerto», dijo empáticamente Khaled, «no me importa».

La cultura de los cafés en El Cairo refleja la realidad del Egipto contemporáneo. «Cada café en el centro tiene su propia cultura», dijo Ahmed S., un ávido fanático del rock y una presencia muy conocida en muchos de los cafés del centro. Mientras que algunos de los cafés del centro, como Souqu El Hamaliya, Nadwa, Takaiba, y Boraka, son distintivamente conocidos por las multitudes que atraen –los artistas, los bailarines, los activistas, los expatriados– las calles peatonales de el-Borsa estaban llenas de cafés diversos e inclusivos.

La cultura de los cafés en Egipto está dominada por los hombres. Los hombres pasan horas sentados en los cafés antes y después del trabajo, empleados o desempleados cada día. Pero el- Borsa era un lugar que invitaba a las mujeres a sentarse con sus amigos y a fumar shisha, un acto que aún posee un cierto desafío. El tamaño, ubicación y ambiente ofrecía a los jóvenes egipcios un respiro del severo status quo.

El rango de emociones sentido por los dueños de los cafés fue de la indiferencia al miedo y luego a la rabia. Para Khaled, «akl aish –negocios– son negocios». «La gente piensa que la nueva Revolución puede surgir de el-Borsa», me explicó.

En frente a el-Borsa, Ahmed –un hombre alto con un seseo y unos dientes de menos– me dijo su parte de la historia. «La policía me ha amenazado con clausurarme si pongo una silla afuera», dijo. Como cada café en la vecindad, Ahmed ha sido golpeado fuertemente y ahora mira a su joven clientela con desconfianza. «El problema son los jóvenes», me dijo, «los cafés en el Borsa fueron estúpidos por dejar que sus clientes hicieran lo que quisieran».

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El-Borsa abarcaba una mezcla de edificios residenciales y un distrito financiero mal concebido. En los años que siguieron al levantamiento de 2011, las autoridades perdieron control de los cafés y empezaron a abarcar las calles peatonales interrumpiendo las vidas de los negocios y de los residentes. «Los cafés querían todo», me dijo dijo Tarek Atia, periodista del periódico local Mantiqti. Atia estaba implicada en esfuerzos para establecer regulaciones y compromisos entre los residentes, cafés y el gobierno local. Las peticiones fueron firmadas en un intento para involucrar a la comunidad y llegar a un consenso, pero falló en materializarse.

Aún así, la clausura de los cafés en el-Borsa no fue una sorpresa. Yahya Wagdy, el editor jefe del

Mantiqti

ha estado siguiendo la caída de el-Borsa desde enero. Debido al estatus ilegal de la mayoría de los cafés en el-Borsa, los dueños de los cafés se alinearon con la seguridad estatal durante la caída del régimen. «Luego de que perdiera su principal clientela, el-Borsa atrajo un grupo que se entretenía con música a alto volumen y los juegos de futbol», dijo Wagdy. Con el tiempo, la fricción entre los residentes, los dueños de los cafés y los desconcertados oficiales del gobierno llevaron a la decisión acorazada de estos últimos de cerrar los cafés en vez de regularlos. Los principales interesados de el-Borsa no pudieron llegar a un consenso y ahora el gobierno ha cerrado los cafés que hacían más dinero que

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la Borsa

en sí –la bolsa de valores que le dio su nombre al distrito.

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A pesar de que los dueños de los cafés se niegan a hablar sobre política, la dura implementación de la ley por parte del gobierno ha dejado a los dueños de los cafés como Am Mohamed preguntándose por qué. «¿Por qué los cerrarían ahora que han estado trabajando por 18 años?», preguntó. Mientras que la decisión es una maldición para algunos y una bendición para otros, el-Borsa es ahora un pueblo fantasma y un ejemplo trágico de un enfoque que no suma nada a la construcción de una comunidad. «El presidente es un buen hombre, pero el gobierno es malo», dijo Khaled –una frase que ejemplifica el dilema de los egipcios que intentan llegar a un acuerdo los las decisiones de su gobierno–.

Que el-Borsa resurgirá o no como centro de encuentro de un gran segmento de la población egipcia está aún por verse. «Instala el orden», instó Am Mohmed, «pero no cierres los cafés».