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¿Es Conor McGregor el nuevo gran deportista 'pop'?

El luchador irlandés Conor McGregor no solo está triunfando en el mundo de las artes marciales mixtas, sino que está logrando extender su popularidad mucho más allá. ¿Estamos ante la nueva gran figura "pop" del deporte?

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—¿Y tú, ya eres McBelieber? —me pregunta en voz baja una reportera argentina mientras esperamos a que comiencen los entrenamientos abiertos en el MGM Grand de Las Vegas.

—¿Que si yo soy qué?

—¡McBelieber! Fan de Conor McGregor.

—Ah… —digo yo—. Pues no.

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Pocas cosas en el mundo me caen tan mal como Justin Bieber. Sé que odiarlo se ha convertido en un cliché, pero es que simplemente no lo trago. Así que hacer referencia a Justin Bieber al hablar de un luchador del UFC… pues es algo que no me hace demasiada gracia.

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Es miércoles 8 de julio de 2015 —qué lejano suena ya— y estoy en uno de los salones de eventos del MGM acompañado de una multitud compuesta por reporteros, fans, miembros del staff del UFC… y, por supuesto, curiosos. Es la semana del evento UFC 189, el gran acontecimiento que verá a Conor McGregor y Chad Mendes enfrentarse por el cinturón interino de peso pluma.

Rory MacDonald acaba de terminar su sesión de entrenamiento, demostrándonos una vez más por que es uno de los mejores y más técnicos luchadores de la organización. Pero no nos engañemos: la mayoría de la gente está aquí para ver a Conor McGregor, ese irlandés de barba larga y boca rápida que le ha inyectado un montón de vida al deporte.

Imagen cortesía de Monster.

"¡Ahí viene! ¡Ahí viene!", comienzan a gritar algunos. Y sí, ahí viene de verdad. Zapatillas deportivas fosforescentes, barba casi pelirroja y gafas oscuras estilo rockstar; McGregor hace su aparición mientras los fans montan un auténtico espectáculo de gritos y colorido.

Los decibelios llegan al máximo cuando el irlandés se dirige directamente hacia las vallas que lo separan del público y choca las manos con los espectadores de la primera fila. Es emocionante.

'The Notorious' sabe exactamente cómo poner en pie a sus seguidores.

Ya en el escenario, mientras se desviste para comenzar el entrenamiento, McGregor tiene un arranque de emoción y baja nuevamente hacia las vallas para tirar la camiseta al público. Finalmente, después de una gran demostración de boxeo y técnicas de ground and pound, McGregor termina el entrenamiento con una mini vuelta olímpica donde vuelve a chocar las manos con cada uno de los fanáticos.

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Eso son tres interacciones directas con el público en una sola tarde. No recuerdo a ningún otro luchador capaz de hacer tan memorable algo tan intrascendente como suelen serlo los entrenamientos abiertos.

Durante la semana tengo la oportunidad de entrevistar a Conor un par de veces. Siempre sabe qué decir frente a la cámara y, sobre todo, sabe adaptar su mensaje según el medio. Cuando le digo que venimos de México, toma el micrófono y lanza un saludo en español con su marcadísimo acento irlandés: "¡Hola! ¡Todas las latinas, bonitas, sí! ¡Yo soy Conor McGregor!".

No hay duda de que el sueño dorado de cualquier promotor es tener a un peleador como él en nómina.

Fuera de cámara, McGregor descansa su personaje y se convierte en lo que es: una persona normal y corriente consciente, eso sí, de su enorme popularidad. Antes de que la gente del staff se lo lleve, hablamos de Irlanda, de artes marciales mixtas y finalmente de Cathal Pendred, un luchador irlandés que había entrenado con Conor.

"Claro, Cathal es un monstruo", me asegura McGregor. "Hace poco combatió en México y en ningún momento le afectó la altura. Hay que entrenar para eso. El que quiere ser campeón debe ganar donde sea y contra quien sea".

Ese fin de semana, McGregor derrotó a Chad Mendes por nocaut técnico en el segundo asalto y se convirtió en campeón interino de peso pluma.

Lo que ha pasado desde entonces ha sido una locura: en el evento UFC 194, McGregor unificó el título al derrotar a José Aldo —que no había perdido una pelea en diez años— en solo 13 segundos.

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¿Qué seguía para el irlandés? Fácil: subir de categoría y retar a Rafael dos Anjos por el cinturón de peso ligero.

Creo que comienzo a entender a aquella reportera argentina. Es difícil no dejarse seducir por McGregor. Se trata de un atleta muy particular, una rara especie de luchador que las MMA necesitaban.

Cuando digo esto me refiero a algo mucho más allá de su talento dentro del octágono y su capacidad de autopromoverse utilizando la gran verborrea que lo caracteriza; para mí, la mejor cualidad de McGregor es que no escatima recursos a la hora de construir su legado deportivo.

Me explico: cuando José Aldo se lesionó y no pudo llegar al evento UFC 189, McGregor no dudó en aceptar a un nuevo oponente con solo diez días de antelación. Sonará fácil enfrentar a alguien que no tuvo tiempo suficiente para prepararse, pero un cambio de oponente siempre conlleva un gran riesgo; tanto es así, que con frecuencia los luchadores prefieren cancelar la pelea.

Meses después, cuando McGregor ya había cumplido el reto de noquear a José Aldo y convertirse en el nuevo monarca de los pesos pluma, nos enteramos de que había decidido subir a peso ligero y retar a Rafael dos Anjos. Si ganase, McGregor sería el primer peleador en la historia del UFC en poseer dos títulos al mismo tiempo.

Imagen cortesía de Monster.

La decisión del irlandés es importante porque, hasta ahora, sus críticos se han enfocado en la superioridad de tamaño de la que goza en peso pluma. En peso ligero, sin embargo, esta ventaja se elimina. Para McGregor esto no importa: él no duda, no flaquea, no retrocede. Lo repito: no escatima cuando se trata de construir su legado.

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El martes 22 de febrero nos enteramos de que Dos Anjos había sufrido una lesión en el pie y no podría competir en el evento UFC 196. Inmediatamente, la organización se puso a buscar un sustituto para el combate principal. Sonaron nombres como Donald Cerrone y Urijah Faber, pero finalmente la oportunidad llamó a la puerta de un muchacho californiano: Nate Diaz.

¿Uno de los hermanos Diaz enfrentándose a Conor McGregor? ¿De verdad no estoy soñando? Seamos justos: Diaz no está al mismo nivel que Rafael Dos Anjos, pero este cambio ha resultado en un combate tremendamente atractivo. Para muchos, incluso más atractivo que el original. Si hay alguien que puede competir con la personalidad y el verbo de Conor, estos son los hermanos Diaz.

Imagen cortesía de Monster.

"Felicidades, Nate. Ahora serás rico", lanzó McGregor en una rueda de prensa cuando se presentó el cambio de evento.

"El UFC me vino a buscar a mí, no yo a ellos. Así que felicidades a ti, motherfucker", respondió Diaz. El morbo está servido. ¿Cómo no va a levantarse un interés masivo entre los fans?

No todo es bonito, sin embargo: al fin y al cabo, con la salida de Dos Anjos ya no habrá un cinturón en juego. Además, debido al poco tiempo que tiene Diaz para bajar de peso, la pelea se llevará a cabo en peso wélter, no en ligero.

McGregor, sin embargo, sigue sin escatimar recursos. Es la cuarta vez que Conor sufre un cambio de oponente desde que llegó al UFC, pero para él eso es lo menos importante. ¿Que Dos Anjos está lesionado? Perfecto, traed al siguiente. ¿Queréis que luchemos en otra división? Ningún problema, pagadme y me encargo.

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Imagen cortesía de Monster.

La historia del UFC está llena de grandes campeones, pero McGregor se ha echado al hombro la misión de ser más grande que cualquiera de ellos. Se habló mucho de que Aldo subiría a peso ligero para pelear con Anthony Pettis; se habló mucho de que Georges St-Pierre subiría a peso mediano para pelear con Anderson Silva. Nada de esto pasó nunca. Digan lo que digan de McGregor, es innegable que hace que las cosas sucedan.

Pase lo que pase este cinco de marzo, el luchador de Dublín ya tiene un lugar garantizado en la historia de las artes marciales mixtas. Su personaje está trascendiendo un mundo bastante hermético como el del UFC: incluso en países y entornos poco dados a apreciar los combates, el nombre de Conor empieza a sonar con fuerza.

Como decía antes, McGregor lleva una barba hipster y tatuajes por todo el cuerpo, se mueve como pez en el agua frente a los micros y está encantado de aparecer por todas partes. ¿Puede ser que estemos ante el nuevo gran deportista pop, un ídolo perfectamente adaptado a nuestro tiempo?

¿O quizás será que ya soy McBelieber y ni siquiera me había dado cuenta?