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el ser humano no tiene límites

¿Quién dijo que nadar sin brazos fuera imposible?

Thierry Corbalan perdió sus dos brazos al ser alcanzado por un rayo, pero no por ello dejó de dedicarse a lo que más amaba: los deportes. El francés, a quien llaman 'el Delfín Corso', es un auténtico ejemplo de superación.
Todas las fotos son cortesía de Thierry Corbalan

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El 24 de enero, 340 nadadores se arrojaron sin miedo a las frías aguas del Ródano. Se disputaba la 36ª edición de la travesía a nado de Lyon: el agua estaba a apenas 8 grados de temperatura. La mayoría de atletas eran jóvenes fornidos, pero había un hombre con unas características distintas a las demás: no tenía brazos.

Ni falta que le hacían.

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En 1988, la vida de Thierry Corbalan cambió para siempre. Estaba en Mandelieu-La Napoule, en la región francesa de los Alpes Marítimos, cuando su caña de pescar sufrió una sobrecarga de 25.000 voltios.

"Perdí el conocimiento durante unos minutos", recuerda Thierry. "Pero un amigo que vino conmigo oyó el estruendo y me rescató del fuego".

Su compañero le llevó inmediatamente al hospital de Cannes, y poco después fue trasladado a una instalación en Marsella para tratar mejor su heridas. Le tuvieron que extirpar la caña de pescar: con el impacto y la explosión se le había incrustado en el abdomen.

"Al principio me dolía todo, pero nunca creí que iba a perder mis dos brazos. En el hospital todo funcionaba excepto las dos extremidades superiores". En ese momento el médico le comunicó que no había más remedio que amputárselos.

Thierry no tomó consciencia de su cuerpo hasta que pasaron unos días: "La primera vez que me miré en el espejo me dolió como una bofetada", confiesa.

Así comienza una larga rehabilitación que empezó en el hospital, donde hacía abdominales en su cama y corría por los pasillos. Thierry tuvo que aprender a prescindir de dos partes de su cuerpo que antes eran clave… y a hacer desde cero todas las pequeñas cosas que hacía en su día a día. Hoy, Thierry se viste con un sistema de ganchos y ropas elásticas; puede conducir, escribir correos electrónicos y chatear por el móvil.

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"No llevo ninguna prótesis, aunque al principio llevaba una. Con el tiempo me di cuenta de que no la necesitaba, ya lo hacía todo automáticamente", dice con una voz firme y tranquila que muestra que su discapacidad no le supone ningún problema. "Tras el accidente usé ayudas técnicas para poder conducir, escribir en un teclado o comer, pero ahora ya no las necesito".

Thierry también tuvo que cambiar su manera de ver y practicar el deporte. Sin brazos no podía dedicarse al judo, su auténtica pasión: Corbalan, de hecho, fue tres veces el subcampeón de la Policía francesa en la categoría 86kg. Para mantenerse en forma, empezó a correr entre sus sesiones de terapia física en el centro de rehabilitación.

"Mi objetivo era correr en las categorías de no discapacitados, porque eso me permite sentir que no tengo ningún handicap. Prefiero acabar en la posición 100 de los no discapacitados a ser el primero de los discapacitados", se sincera Thierry.

En 2009, la osteoartritis de su rodilla lo obligó a cambiar de nuevo los deportes que practicaba. Hace cuatro años, Thierry se instaló en Córcega y se centró en la natación: la discapacidad y la enfermedad quizás le obligaran a cambiar su forma de nadar, pero jamás doblegaron su voluntad.

"Llevo una máscara, un tubo y una aleta única para hacer fuerza con las dos piernas a la vez", explica. Su peculiar estilo de nado, similar a la mariposa, le valió el apodo de 'Delfín Corso'.

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El agua es su elemento y el deporte le sirve de terapia. Thierry aprovecha sus retos para donar a organizaciones benéficas: incluso ha fundado una propia, Le Dauphin Corse, dedicada al apoyo a personas con discapacidades físicas.

"En el deporte hay solidaridad entre los buenos y los menos buenos, y también hay un lugar para discapacitados. El deporte para personas con algún tipo de handicap es diferente, pero también existe", asegura Thierry.

El 'Delfín Corso' ha participado en múltiples travesías del Estrecho de Bonifacio entre Córcega y Cerdeña, ha nadado solo con un bañador en el agua a -1,6 grados de temperatura en Groenlandia y ha competido con atletas no discapacitados en el desafío de Monte-Cristo —donde por cierto terminó en noveno lugar—.

Thierry admite que, si no hubiera sido deportista, el rayo seguramente habría sido fatal, pero asegura que el deporte le ayudó a aceptar mejor su nuevo cuerpo. "Cualquiera que sea la discapacidad, existe un deporte que te puede ayudar a reconstruirte", asegura Thierry.

En la travesía a nado de Lyon, el Delfín Corso terminó en la 27ª posición de la clasificación general. A pesar de nadar sin brazos, muchísimos atletas quedaron por detrás suyo.

Queda claro que, en su caso, la discapacidad está muy lejos de ser un impedimento.

Sigue al autor en Twitter: @louisdabir