FYI.

This story is over 5 years old.

News

¿Hay alguna ciudad española en la que merezca la pena vivir?

Hoy es el Día Mundial del Urbanismo, y analizamos los factores a tener en cuenta a la hora de determinar si una ciudad es más o menos habitable.

Rodrigo Vargas es arquitecto, urbanista y miembro de la Cátedra UNESCO-UdL Ciudades Intermedias, Urbanización y Desarrollo.

Valorar cuál es la ciudad en que mejor se vive es introducirse en un berenjenal del que es posible que no se encuentre la salida, entre otras cosas porque toda ciudad puede acoger en su seno un paraíso y un infierno al mismo tiempo, dependiendo de dónde se viva y en qué condiciones. Pero ahí vamos de cabeza a aceptar el reto y, con ayuda de algunos amigos, intentar descifrar cuáles son los factores que desde la disciplina urbanística nos hacen la vida más fácil a todos aquellos que por decisión propia o por defecto habitamos el medio en el que desde 2007 —UN-Habitat dixit— vive más de la mitad de la población mundial.

Publicidad

Entrando en materia, los factores que tienen que ver con que una ciudad se pueda considerar más habitable que otra tendrían que ver, según el urbanista y docente de la UPC Carles Llop, con "donde hay jamón hay alegría" por el acrónimo HAM —y su traducción literal del inglés— que son las siglas de: habitabilidad, lo que se refiereno solo una vivienda digna, sino a la calidad del entorno urbano y una serie de servicios ciudadanos de proximidad que garanticen las necesidades de los habitantes; actividad, que tendría que ver con las relaciones que se establecen entre los propios habitantes tanto a nivel económico como social y cultural; movilidad, que es todo lo que tiene que ver con los flujos urbanos, de desplazamiento, pero también financieros y de información.

No es lo mismo que una ciudad sea atractiva que habitable

Con esta definición, escuchada en mi primer día de la asignatura, ya debo haber perdido a la mitad de los lectores potenciales de este artículo. Descendamos del Olimpo, vamos a plantearlo de otra manera para los que quedaron: ¿qué es lo que convierte a una ciudad en más atractiva que otra a la hora de establecerse en ella? En la misma pregunta quizá encontremos de nuevo un problema, pues el primer factor de asentamiento en una u otra ciudad se debe a motivos económicos. En palabras de José Fariña, catedrático de Urbanismo y Ordenación del territorio de la UPM, "no es lo mismo que una ciudad sea atractiva que habitable. La atracción es principalmente una cuestión económica —oportunidad de trabajo—; y la habitabilidad depende de factores más complejos que tendrían que ver con diferentes aspectos: que sus servicios se encuentren a una distancia caminable; que tenga una buena articulación de sus zonas verdes; que tenga un clima agradable —aunque desde mi perspectiva quizá este aspecto, por su arbitrariedad, sea el menos determinante– ; que sea segura —o que por lo menos transmita un sentimiento de seguridad. En definitiva que sea una cuidad amable".

Publicidad

Este carácter de la amabilidad de una urbe resulta curioso, y existe sobre él un consenso que trasciende a las generaciones de expertos consultados para este artículo, y es que una ciudad es más habitable en la medida en que un niño puede hacer uso de ella estando seguro. Jon Aguirre Such, dela oficina de innovación urbana Paisaje Transversal apuntaba en una reciente conversación, que un medio en el que un niño pequeño se puede mover sin riesgo de caídas es un medio también adaptado para una persona mayor que ya empieza a notar dificultades en su movilidad; y que además, o con leves variaciones, será también un entorno adaptado a la movilidad de las personas que sufren algún tipo de discapacidad. Será por tanto una ciudad integrada, que sea capaz de albergar en condiciones de igualdad por lo menos a estos tres colectivos, y ya es una buena manera de empezar a definir por qué unas ciudades son más habitables que otras.

Un medio en el que un niño pequeño se puede mover sin riesgo de caídas es un medio también adaptado para una persona mayor que ya empieza a notar dificultades en su movilidad

Pero claro, esto solo no es suficiente. Otro de los factores que tiene gran influencia en la capacidad de las ciudades para proveer las necesidades de sus habitantes tiene que ver con la población que son capaces de albergar dentro de un mismo espacio físico, lo que en la disciplina llamamos densidad. ¿Es suficiente con concentrar determinado número de personas en una misma localización geográfica? Por supuesto que no. Esta densidad debe ser compleja y diversa. Y ¿cómo se gestionan esta densidad y complejidad? Pues a partir de la planificación, creando una mezcla posibilista. Esto es algo que no debemos perder de vista, cuáles son las posibilidades que da la ciudad de partida para poder intervenir en ella.

Publicidad

Cualquier planificación, como decía Manuel de Solà-Morales, debe ser más de judoka que de boxeador. Un urbanista debe tener la capacidad de hacer un buen análisis de la realidad del medio con el que tiene que trabajar, y aprovechar las sinergias existentes para con el mínimo esfuerzo lograr el mayor efecto de sus propuestas —por esto lo del judoka, conseguir el resultado favorable reconduciendo la fuerza del oponente. Se trata, en definitiva, de crear diseños posibilistas que no estén más allá de las capacidades del medio donde se interviene. Y esto viene al caso por la competencia que se da en la actualidad entre ciudades a nivel global, donde todas, desde la más pequeña a la más grande, parece que tengan que ser capitales mundiales.

Otra reivindicación constante de los profesionales es el papel que juegan las ciudades medias o intermedias, y de la calidad de vida que son capaces de proporcionar a sus habitantes. Aunque no existe un rango claro acerca de la población de deben albergar. Por ejemplo la Cátedra UNESCO-UdL Ciudadesintermedias (CIMES), dirigida por Josep Maria Llop, establece un arco amplio entre 20.000 y 2.000.000 de habitantes. Quizás sea excesivo si lo aplicamos al contexto español, pues estrictamente la única urbe que no entra en este marco de definición sería la capital del estado —con algo más de tres millones de ciudadanos—, pero si lo extrapolamos al contexto asiático –chino, más concretamente– nos damos cuenta de que cualquier ciudad media se mueve fácilmente en torno a los dos millones de personas.

Publicidad

Existe otro factor que no podemos pasar por alto a la hora de hablar de la habitabilidad, que es la capacidad de crear identidad, sentimiento de pertenencia, comunidad

Pero lo que caracteriza a las ciudades medias, más allá del cupo de habitantes, es su capacidad de interacción en términos de sostenibilidad entre su entorno rural y el urbano, por una parte; la de poder funcionar como puente entre el medio natural y el de las grandes metrópolis planetarias por otra; y la posibilidad de funcionamiento en red, de establecer alianzas y complementariedades entre ellas, por cercanía, por especialización…

Cumplen, además, por su dimensión, con las características que antes mencionábamos para definir a una ciudad amable. Pero existe otro factor, no menos baladí, que no podemos pasar por alto a la hora de hablar de la habitabilidad de un entorno urbano, que es la capacidad de crear identidad, sentimiento de pertenencia, comunidad. La noción que tenemos de formar parte integrante de una entidad mayor a nosotros como individuos. Esto como sabemos se manifiesta de diferentes maneras, como sentimiento nacional, regional o ciudadano, pero a la escala de la ciudad estableceríamos la unidad mínima en el barrio, que es el entorno de acción en el que normalmente nos podemos desplazar por nuestros propios medios, sin tener que recurrir al transporte mecanizado.

Sobre la cuestión de la identidad Oriol Estela, Coordinador General del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona aporta una reflexión interesante de cómo ésta se constituye: por un proceso histórico, como puede ser el de los diferentes barrios de Barcelona, que gradualmente fueron absorbidos por el crecimiento del núcleo mayor —Gràcia, Sants, Sarrià…— pero que mantienen una fuerte identidad propia; o por la unión vecinal frente a desafíos importantes que se han dado recientemente —como puede ser el caso de los barrios de nueva creación durante la segunda mitad del siglo XX por la explosión demográfica de las ciudades españolas- En este último caso podríamos poner como ejemplo Bellvitge en L'Hospitalet o Orcasitas en Madrid.

La unión vecinal enlaza con otro de los temas que creo que marcará el futuro de la planificación urbana, la participación ciudadana en el proceso de decisión del proyecto del entorno donde se vive; y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC's) —temas que pude tratar en un encuentro con el especialista Domenico di Siena durante el pasado OuiShare Festival 2016 sobre economía colaborativa que se celebró en Barcelona a final de octubre, pero infelizmente el espacio manda y son temas que dan para un artículo por sí mismos.

Para finalizar, el ranking de nuestros consultores: 1.Vitoria y Barcelona empatan en el primer puesto; 2. San Sebastián, Santiago de Compostela y Valencia. Yo por mi parte me atrevo a reivindicar por afinidad y por eso de que "la distancia es el olvido" a Santa Cruz de Tenerife aunque la hayan declarado extraoficialmente "La capital del aburrimiento" y a Las Palmas de Gran Canaria porque, mal que les pese a algunos, es una ciudad como Dios manda.