FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Aquila non capit muscas – Ciencia micción

Ego, talento y malas pulgas: al mítico Harlan Ellison no le tocan las narices ni en Hollywood.

Menos mal que nunca se ha drogado. Rechoncho y malpulgoso, ojos bulboides que parece que de un momento a otro vayan a disparársele de las cuencas para devorarlo todo, Harlan Ellison no ha perdido propano con los años. El hombre es un azogue. Un apabullante cataclismo de ego y talento que revestido de estatuaria superioridad utiliza la lengua como una tijera de podar suiza. Solo hay que verle rociando de bilis el objetivo en Dreams With Sharp Teeth, documental de que fue objeto en 2007. Como un basilisco se pone cuando recuerda a cierta ejecutiva de Hollywood que quiso incluir en el making off de cierta película unas declaraciones suyas sin pagarle nada a cambio. Rayos y centellas mastican sus molares al triturar el concepto de la inspiración: sin esfuerzo no hay recompensa, escribir duele, dice a los cantamañanas de la pluma. 73 años tenía entonces, 78 tiene ahora. Y que viva muchos más, el muy jodido.

Publicidad

Cierto es que su producción literaria ha decrecido, porque se ha hecho mayor y porque anda metido en muchos otros asuntos, pero cuenta con una vasto catálogo que no deja de reimprimirse, aflojando intermitentemente compendios de textos inéditos. Irrefutable clásico estadounidense de la literatura de ciencia ficción —aunque él prefiere denominarse autor de “ficción especulativa”—, Ellison, que conoció su apogeo durante los años 60 y 70, está considerado en la cultura anglosajona a la altura de Asimov, Clark, Bradbury y otras vacas sagradas del género. En su currículo, los galardones se amontonan. En las librerías, sus tomos disponibles podrían atestar secciones enteras. Algo que no sucede en España, donde muchos le conocimos a través de No tengo boca y debo gritar, que publicado por Star Books en 1976 contenía ocho de sus mejores relatos.

Actualmente —aparte de Visiones peligrosas, la celebrada antología de autores de la new wave of sci-fi que comisarió—, solo hay disponibles en nuestra lengua dos títulos, para más inri comics guionizados por él. Impensable pues que se traduzca aquí su más reciente novedad, Pulling A Train (Kicks Books), el primer volumen de una colección de “pecados” de juventud, relatos de delincuencia juvenil e historias para adultos publicados con seudónimo a finales de los años 50, cuando empezaba a abrirse paso. Materia residual, hecha a peso y “por el dólar”, que sin embargo no tiene nada que envidiar al mejor hardboiled. Grumosa y caliente, prolija en sexo y violencia, por sus páginas fluye trepidante pulp fiction, tan imaginativa y desasosegante como sus escritos más “serios”.

Y es que con Ellison lo de menos es sobre qué escriba. Aunque a uno la ciencia ficción le fatigue y no acabe de entender la puerilidad y manías de su fandom, con ciertos autores, caso también de Fredric Brown, debe claudicar. Ellison, en concreto, subyuga por esa visión angustiosa de una sociedad futura que se está perfilando cada vez más certera, también por su sustanciosa escritura y sus inteligentes hipótesis, siempre incisivas, mordaces. Si sonrojante se antoja el olvido del que está siendo víctima en el mercado editorial español, más infame resulta que así se escamotee a potenciales interesados una personalidad intelectual de la magnitud de la de este autor, a la sazón personaje tan enorme como la vida misma. Entiéndanme, no lo querría como suegro o jefe ni por todo el uranio del mundo, pero si me lo permitiera me convertiría gustoso en su aprendiz Jedi, con todas las humillaciones que sin duda conllevaría ponerse bajo la férula de un espíritu tan implacablemente burlón… tan, ehem, temperamental.

¿Quién no querría que le revelaran los secretos de la Fuerza? Ellison parece conocerlos. A lo largo de los años ha protegido encarnizadamente sus intereses, invirtiendo mucho coraje, energía y dinero en llevar a juicio a todo aquel que le plagiara o intentara fastidiarle. Tampoco se ha cortado en enviar al carajo a editores y fans, a colegas y críticos, a productores de cine y televisión con “la capacidad intelectual de una alcachofa”. Ah, qué canutas las ha pasado Hollywood con él, y cuantas veces ha retirado su nombre de productos con cuyo resultado final no estaba de acuerdo. Creador de memorables guiones para míticas series televisivas —The Twillight Zone, The Alfred Hitchcock Hour, The Outer Limits—, antológica fue su bronca con el todopoderoso Gene Rodenberry, cuando éste suprimió una subtrama en la que se traficaba con drogas a bordo del Enterprise del guión que escribió para The City On The Edge of Forever, según los entendidos uno de los mejores capítulos de Star Trek.

Qué manera de vivir la vida tan enfática y vehemente. Achuchado por los rigores de la edad, Ellison se niega a abandonar ese estado mental que ni se crea ni se destruye. Aunque seguramente ya tenga escrito su epitafio, junto a unas prometidas memorias y la novela postrera que dice haber acabado. Pero, cuidadín, no sería tampoco la primera vez que deja un libro colgado en el aire porque le sale de ahí. Este mes, no obstante, nada podrá impedir la aparición de Getting In The Wind, la secuela de Pulling A Train… ”violentas historias de pasiones desnudas, lujuria en la jungla de la gran ciudad”.