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Varios científicos intentan explicarnos a María Rispa y sus múltiples personalidades

'Gitana, francesa, canaria, argelina, latina y con rasgos de Dubái' dependiendo del día.
maria rispa
Imágenes vía Twitter e Instagram

“Gitana, francesa, canaria, argelina, latina y con rasgos de Dubái”. Esta enumeración de diferentes orígenes étnicos y geográficos fue la respuesta que dio Maria Rispa al ser preguntada por sus orígenes. Probablemente, sea también la carta de presentación más adecuada para cualquier persona que, sin conocerla previamente, quisiera entender al personaje, su figura y su fenómeno.

A mí, aunque como peninsular y “mesetariano” me resulta curioso que una persona diga fleje con la misma asiduidad con la que yo repito el mazo, no considero el ser canario una etnia y tampoco sé —quizás por ignorancia eurocéntrica— identificar cuáles son los rasgos étnicos propios de Dubái respecto al resto de estados árabes del Golfo.

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Pero María Rispa, después de dicha respuesta, decía estar muy orgullosa de sus raíces y añadía que no le iba a importar lo que “cuatro pellejas españolas” hablaran de ella. Y es que desde que saltó a la fama, alrededor de esta joven de Barcelona se han venido acumulando las críticas y se ha configurado en internet todo un imaginario expresado en memes que la tienen como protagonista.

Para comprender la complejidad de su personaje, deberíamos, en primer lugar, entender cómo fue su salto a la fama y cómo María Rispa fue ganando paulatinamente popularidad. Algunas personas —claramente en la vanguardia y adelantándose a todos aquellos que no oímos hablar de ella hasta mucho después— la conocían ya por sus fotos en Facebook. En aquella época en la red social de Mark Zuckerberg era todavía socialmente relevante, pero su salto generalizado a la fama vino a raíz de su participación en el programa Chicos y chicas, la versión adolescente (más) cutre y aceitosa de Mujeres y hombres y viceversa.

Cuando participó en el mencionado reality show tenía tan solo dieciséis años y decía buscar en una pareja “que sea celoso, que esté por mí”, puesto que “donde hay celos, hay amor”. El hecho de que la joven catalana se erigiera como una especie de imitación de Oriana, otro personaje bastante conocido en el mundo del faranduleo ibérico, hizo que el público se fijara en ella y comenzara a despuntar.

Pero no fue hasta tiempo después cuando se transformó en un meme. Mantuvo una cierta relevancia con sus videoclips y publicaciones en redes hasta que se consumó el tránsito de persona a meme. La primera evidencia de este particular proceso fue el cambio de nombre: La Rispa había dado paso a Sultana Maryem. Un cambio de nombre que reflejaba el principal atractivo de su figura incluso a día de hoy, el cambio constante tanto físico como identitario. A partir de ahí se fue convirtiendo en una referencia recurrente y especial dentro del universo de las redes sociales, un fenómeno con unos códigos internos muy propios que se ha creado su propio espacio.

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Javier de Rivera, experto en sociología de las redes, nos explica, en relación con el hecho de que este personaje cobrara fama a través de sus Stories, que “lo que estamos viviendo en la actualidad con las redes sociales es una expresión avanzada de una tendencia hacia la espectacularización de la vida privada que ya comenzó con los medios de masas. Ahora cualquiera puede crear su propio espectáculo, convirtiéndose en un mini-famoso o mini-famosa, logrando seguidores y admiradores”.

Otro factor que suscita interés es el hecho de que, a pesar de su condición racial blanca y sus orígenes catalanes, María Rispa publica constantemente contenido en Instagram en el que se enorgullece de ser gitana, negra, argelina, latina, emiratí… Y lo hace sin ningún criterio en especial y sin miedo a que dichos cambios resulten bruscos. Perfectamente puede subir un selfie con el lema “Gitana” un día y al siguiente otro en el que se lee “Cuando eres negra” con un emoticono de un león.

María Rispa vendría a ser lo mismo que esa gente caucásica que tras hacerse un test de Ancestry presume de que en sus orígenes genéticos haya un 0,3 por ciento de ADN subsahariano, pero va más allá, porque no necesita siquiera ese test para afirmar con total seguridad que tiene todos esos orígenes y meterse en el personaje hasta el punto de imitar el acento latino, afirmar que “Las payas oléis mal”, o salir en sus vídeos hablando una imitación burda del árabe que más de uno en Twitter ha identificado con el idioma de los Sims.

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¿Cómo es posible que una misma persona pueda proyectar identidades tan diversas en tan poco tiempo? Javier de Rivera lo vincula con un mayor individualismo y menor compromiso con el grupo, motivado por las redes sociales.

“Lo que antes eran señas de identidad que se construían en comunidad y que no eran fácilmente intercambiables, se usan cada vez más como postizos cuyo objetivo es atraer la atención. Por ejemplo, en los 80 no podías ir con cresta un día y con chaqueta al siguiente porque eran códigos estéticos que te relacionaban con una identidad grupal con la que tenías que asumir un compromiso identitario. Hoy en día, ese compromiso se ha perdido, y los signos se utilizan cada vez más con fines puramente estéticos, de postureo, podríamos decir”. Esta es la causa, según de Rivera, de que María Rispa mute su identidad étnica y racial con tanta asiduidad.

Para Avi Astor, sociólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en identidad, religión y cultura, “hablar de cambios o mutaciones en la identidad racial no es tan fácil, porque para cambiar la raza como identidad, deberías asumir toda la historia del grupo. Sería un hecho supraindividual, que va más allá de tu experiencia subjetiva y personal, estarías asumiendo algo que va más allá de ti mismo. Una historia y cultura más allá de tu experiencia personal. El género, por otra parte, es algo más personal, y el hecho de transgredir sus barreras o experimentar con ello no ofende a la cultura de un colectivo entero”.

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Para este sociólogo, de origen estadounidense, el caso de María Rispa podría tener más que ver con la práctica del blackface. “El blackface viene de una la larga historia de representaciones de los afroamericanos en los espectáculos; había ciertos espectáculos en los que se disfrazaban de negros, del esclavo afroamericano estereotípico tonto y perezoso… Todo ello contribuía a la consideración negativa que históricamente ha tenido dicho colectivo, y este tipo de representaciones han alimentado un mensaje racista que ha circulado y sigue circulando en el país”.

La socióloga de la UAB Dafne Muntanyola, experta en etnografía y sociología de la cultura, por su parte, piensa que “no debemos olvidar que, como dice Judith Butler al hablar del género, la identidad tiene mucho de performativo, también en su dimensión étnica. Por ejemplo, en Estados Unidos, la raza es algo que tú escoges subjetivamente marcando una crucecita en un censo cada tres años, con lo cual es una categoría que se define de forma individual y es mutable. En ese sentido, la raza puede ser un acto performativo”.

Sin embargo, matiza señalando que “siguen existiendo al mismo tiempo las categorías sociales, puesto que existe el imaginario de lo que es ser blanco, negro o latino, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo… Al fin y al cabo, la identidad social está ahí, y no podemos negar su existencia, porque nos construimos a través de identidades colectivas. La identidad viene marcada por el grupo, y somos individuos en tanto que formamos parte de distintos grupos. Pero también podemos permitirnos el lujo de ir jugando con esas categorías. Creo que en el caso del género eso está mucho más claro”.

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Otro de los aspectos que han incrementado la fascinación por este personaje son las operaciones estéticas a las que se ha sometido desde que se hiciera famosa en su adolescencia. Estos cambios han contribuido, además, a que su apariencia se asemeje más a las múltiples etnias que proyecta sobre sí misma, y además legitiman el hecho de que pueda decir cosas como que “los labios españoles son tan feos, tan pequeños, son horribles”.

Para Dafne, esto no sería sino una manifestación de la reapropiación del cuerpo. “Hay muchos performers que aceptan la objetivación del cuerpo y juegan el rol para subvertirlo. Representan y recrean estos estereotipos, y el mensaje que transmiten es que existe ese prototipo, ellas lo encarnan con su cuerpo y lo exageran, o simplemente demuestran que, a través de una serie de prototipos estéticos puedo llegar a ser una nueva Kim Kardashian”.

Dejando a un lado los cambios en la identidad, podemos decir de este personaje —el de María Rispa— que ha tenido también sus momentos sombríos. Como cuando, tras los atentados de Barcelona, pidió el Instagram del terrorista, manifestando claramente sus intenciones al decir que “ya podía haberme puesto una bomba en el coño” y justificó también el atentado de París diciendo “que eso no hubiera pasado si no se hubieran reído de Mahoma, todo tiene sus consecuencias”.

Es curioso también cómo, al ser preguntada por su ideología política, dijo considerarse “de ultraderecha en varios aspectos”, dado que “España ya ha dado demasiados recursos a pellejos y weones”, y no deja de ser chocante cómo una persona que dice pertenecer a diversas minorías étnicas, manifiesta una postura más bien propia del ideario de Santi Abascal.

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Por otro lado, para Muntanyola “es reseñable la cuestión de clase, en el sentido de que todos los modelos a los que intenta imitar este personaje son figuras claramente de clase alta, como podrían ser las Kardashian, y cabría preguntarse por qué toma como referentes ese tipo de figuras y no otras. Su performance carece de denuncia de la desigualdad social y, en este sentido, aun siendo una ironía, una burla, estaría contribuyendo al mainstream y ayudando a mantener este tipo de modelos estéticos”.

Es cierto que la cuestión de clase juega un papel muy importante en el personaje de María Rispa, no solo por los referentes que toma, sino porque en ocasiones ha tenido comentarios manifiestamente clasistas. “Estudiar es para pobres”, llegó a decir en una ocasión al ser preguntada si estudiaba o trabajaba.

En cuanto a su profesión, es otro de los factores de interés de su personaje, y es que ha sido, según sus propias palabras, escort o prostituta de lujo —para ser más exactos, afirmó haber sido "acompañante, stripper y masajista erótica” en Suiza—. En relación con la cuestión de clase, comentarios como: “Mis seguidores piensan que yo soy barata, pero soy de lujo. No es mi culpa que tu sueldo no dé para más” o “Por mucho que me critiquéis, labios de hilo seguiréis siendo, el dinero da la felicidad” dan cuenta de la escasa profundidad de su discurso y del clasismo patente.

“Por otra parte”, resalta Dafne, “María Rispa habla del dinero que ha obtenido para sus operaciones estéticas a través de la prostitución, y ahí entraría de nuevo la cuestión de género. Se podría ver desde el modelo abolicionista, el dominante en el feminismo español ahora, o desde la corriente que defiende que las prostitutas son mujeres que pueden empoderarse, y que si son explotadas no es sino por el sistema capitalista, pues tan explotada está una señora de la limpieza como una prostituta”.

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En cuanto a la interpretación de este personaje, los expertos difieren en los matices, aunque todos coinciden en la idea general de que probablemente se trate de un papel, de algo performativo, de una pose que la persona genera para buscar atención desde el personaje.

“El hecho de que como individuos generemos comunicación pública, es decir, textos o imágenes que se publican abiertamente en internet, hace que nos comuniquemos con los demás por medio de la producción de miniespectáculos. Un espectáculo es una producción cultural creada para atraer la atención del público, independientemente de su valor intrínseco”, explica Javier de Rivas. “Por eso cuando lo que buscamos es atraer la atención con lo que comunicamos, echamos mano de 'lo que somos' para transformarlo en algo atractivo. A la postre, esta dinámica supone la mercantilización de nuestra identidad: exageramos nuestros rasgos de identidad (etnia, clase social, opinión política, género, características físicas) para tener algo atractivo que comunicar”, añade después.

Según Astor, “lo que está haciendo es utilizar ciertas formas culturales que todos conocen aquí, como el gitano o el árabe. Son figuras muy arraigadas en la cultura y el imaginario español, tienen una larga historia, y por eso este personaje genera interés. Lo cierto es que el interés parece venir de un público no muy crítico a la hora de interpretar estas performances”.

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Dafne Muntayola dice verla también “como una performer, como una crítica al mismo concepto de estereotipo, al modelo publicitario. Considero que lo que hace María Rispa es irónico. Y la ironía lo que busca es poner de manifiesto el estereotipo: la postura sexualizada, el pelo muy brillante… Yo creo que esa es la intención, repetir una y otra y otra vez una serie de estereotipos muy fijos. Bajo mi punto de vista, es una Celeste Barber a la española”.

“Lo que ocurre es que, por un lado, con Instagram es que depende mucho de cómo se use, pues al ser tan visual, puede ir a favor o en contra de un empoderamiento de la mujer. Por otra parte, es más fácil ironizar cuando eres del propio grupo. Si eres afrodescendiente o gitano, tienes todo el derecho a ironizar con tu propio colectivo. Si vienes de fuera, como en su caso, siempre es más arriesgado y se debe hacer con conocimiento de causa”.

Por otro lado, cabría pararse a reflexionar por qué suscita tanto interés en el plano humorístico, pero no parece generar un análisis más profundo sobre las cuestiones subyacentes de tipo identitario y racial que esconde su personaje. ¿Estamos, de nuevo, haciendo un ídolo de alguien vacío en su dimensión ideológica o política? ¿O está en el público la responsabilidad de pararse a pensar en esas cuestiones?

Muntanyola, por ejemplo, piensa que “ironizar o reírse de algo no implica que no te plantees su dimensión ideológica. Muchas veces, una viñeta de El Jueves tiene más poder que el debate más serio”. Sin embargo, cree también que “los memes que se hacen de ella podrían ser también, de alguna forma, un indicador de machismo por parte de gente que no comprende cómo una mujer se atreve a reapropiarse de su cuerpo de ese modo”, aunque “también podrían leerse como un ataque de ver la categorización tan rígida por parte de la sociedad, y como una manera de hacer ver la flexibilidad de dichas categorías raciales y étnicas”.

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Avi Astor considera que “habría que fijarse en la sutileza de las reacciones de estas personas que hacen humor con ella. Si es una reacción crítica o una ironía sutilmente crítica, o si es simplemente una reacción sin replantearse lo que hay detrás. También habría que fijarse en las imágenes de las que se ríen, si son estereotípicas de estas etnias…”.

“Lo importante”, según él, “es que no parece haber un debate. En Estados Unidos, en cambio, sí se han podido cuestionar casos de este estilo en el pasado, como el de Rachel Dolezal, a raíz del cual surgió un debate muy fuerte. Aquí, sin embargo, creo que quizás faltan los conceptos, los marcos y cierta profundidad del discurso civil sobre temas de raza, religión, diversidad, identidad…”.

En ese sentido, “Hay una falta de herramientas para reflejar este tipo de debates o discusiones públicas. La gente no sabe si debe pensar críticamente sobre estos temas, y acaba riéndose de ellos. Las reacciones suelen ser muy superficiales, poco profundas, y como hay poca memoria colectiva, quizás por una falta en el sistema educativo, la gente, al ver algo así, acaba por no apreciar estos aspectos más ideológicos, estos aspectos subyacentes, que tienen un carácter racista. El público los pasa por alto, por la falta de memoria y conciencia colectiva, derivados del hecho de que en España no ha habido movimientos civiles tan fuertes como en Estados Unidos en el aspecto racial”.

Una posibilidad no contemplada por los expertos podría ser la vinculación con las políticas identitarias. Vivimos en una sociedad en la que la gente asume, a veces de manera un tanto ridícula, identidades que defiende a ultranza. ¿Cabría la posibilidad de que María Rispa funcione como una parodia, como una exageración, como un reflejo en los espejos del Callejón del Gato de esa asimilación de la identidad? Queda como una incógnita. Impredecible, igual que la etnia que reflejará mañana en sus Stories María Rispa.

Sigue a Javier en @javiersimlope.

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