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snow bowl

El juego colegial más frío que se haya jugado en la historia

En 1950, Michigan y Ohio State jugaron un partido en condiciones que amablemente podrían ser descritas como terribles.
Photo via wikimedia commons

La derrota de último segundo de Ohio State ante Michigan State la semana pasada le quitó un poco de protagonismo al encuentro de este sábado entre el número 8 Buckeyes y el número 12 Michigan Wolverines, pero aún hay muchas razones para que los fans asistan al juego.

Será el primer round entre Jim Harbaugh vs. Urban Meyer. Se disputa el orgullo por la región central del territorio, sin mencionar los 365 días de burlas. Los dos equipos están cerca y tiene la posibilidad de llegar al partido de los "Big Ten" en Indianápolis y, tal vez lo más importante, es que el pronóstico para la ciudad de Ann Arbor será soleado y de un grado. Será un clima perfecto para un juego pos-Día de Acción de Gracias —y todo lo contrario de la tormenta que sepultó por completo el partido invernal de 1950 entre Michigan y Ohio State—.

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La condiciones del clima aquel 25 de noviembre fueron más que brutales. Sin embargo, el clima engendró uno de los juegos más memorables de la histórica rivalidad. Siete pulgadas y media de nieve cayeron aquella mañana; hasta la fecha todo un récord en un solo día para Columbus. Para cuando el partido había arrancado, todo había sido tapizado de blanco.

"Nos hospedamos en un hotel en el centro de Columbus y cuando nos despertamos la nieve caía horizontalmente frente a nuestras ventanas, pero no le prestamos mucha atención", dice Richard D. Widdoes, de 86 años, jugador de los Buckeyes de 1948 a 1950. "Cuando finalmente pudieron quitar la lona, podíamos sentir el campo congelado. Después de las primeras series, nos dimos cuenta que nadie podría moverse rápido y hacer cambios de direcciones. Empezamos a pasarla por todos lados, esperando que el otro equipo cometiera un error."

El "Tazón de la nieve" presenció una temperatura promedio de -10 grados, un viento que rondó los -20, con ráfagas de 30-35 mph. El Servicio Meteorológico Nacional describió las condiciones climáticas como "nieve y vendavales de nieve."

Oficialmente, Michigan salió victorioso 9-3, pero la verdadera ganadora fue la Madre Naturaleza.

"Ese día, tomamos un tren de Ann Arbor hacia el estadio. Nos alistamos dentro, y vimos a los fans que llegaban al estadio resbalarse por el piso congelado y caer sobre sus caderas, levantarse, y cinco minutos después alguien más volvía a caerse", dice Leo Koceski, jugador de Michigan conocido como "Canonsburg Comet" quien vistió los colores de 1948 a 1950. "Fue un juego duro."

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La ineptitud ofensiva era entendible por las condiciones, pero aún así increíble. Michigan ganó el juego con 27 yardas totales a la ofensiva. Los Wolverines no tuvieron un solo primero y diez, y no completaron un solo pase, terminando con 0 de 9 intentos. Los Buckeyes tuvieron 41 yardas, atacando desde el aire gracias a su quarterback y ganador de Heisman Trophy, Vic Jonowicz quien completó 3 de 18 intentos para 25 yardas.

Ambos equipos, teniendo en cuenta las condiciones del clima, despejaron bastante bien. Muchas veces. Una y otra vez. Un comentarista de nuestros días habría dicho que estaban tratando de "ganar la guerra por la posición de campo" o "dominar la batalla de las entregas de balón", pero en realidad fue un juego a lña antigua de la papa caliente.

"Me había lastimado jugando frente a Northwestern, así que me perdí el juego y ni siquiera podíamos ver el campo desde la banca", dice Roger Zatkoff de 84 años, linebacker de Michigan de 1950 a 1952. "Mi trabajo era darles a todos los calentadores de manos, pero me aseguré de quedarme uno para mi."

Ambos equipos se dieron cuenta que la mejor forma de ganar era dejar que el contrario se equivocara. Despejaron desde el principio y con regularidad. Michigan despejó en su primera jugada desde el scrimmage —el despeje fue bloqueado— y terminó el juego con 24 despejes para 723 yardas. Ohio State obtuvo 21 despejes para 685 yardas, y ni siquiera hubo un solo regreso de balón emocionante. La mayoría de los despejes caían suavemente en la nieve. Un balón se detuvo justo afuera de la línea de anotación sobre un montículo que los encargados habían amontonado en vano para mantener las líneas visibles.

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(No obstante, el total de los 45 despejes estuvo lejos de ser récord. En 1939, un aguacero en Shreveport Louisiana ocasionó una cifra increíble de 77 despejes en un partido que terminó empatado 0-0 entre Texas Tech y Centenary; el pateador de Tech, Charlie Calhoun acumuló 1,318 yardas aquella torpe tarde.)

Los Buckeyes tomaron una ventaja temprana de 3-0 después de un gol de campo de Janowicz después de recuperar una patada bloqueada. Después, los Wolverines obtendría un safety a finales del primer cuarto por un despeje bloqueado que terminó fuera de la zona de anotación. Con 47 segundos en el reloj antes del medio tiempo, el entrenador de Ohio State, Wes Fesler decidió en tercera oportunidad desde su yarda siete, volver a despejar. Tony Momsen, linebacker de Michigan, hizo por el balón, lo bloqueó, y lo acorraló en la zona de anotación para el único touchdown del juego.

Aunque el juego de las ofensivas fue horrible, el partido presenció jugadas destacadas por parte de los equipos especiales de Michigan.

"Recuerdo que alguien le prestó a nuestro pateador Chuck Ortmann un nuevo par de guantes de napa, y no tuvo un solo titubeo con el balón", dice Koceski, un vendedor retirado que vive en Deerborn Heights. "Nuestro snapper Carl Kreager no tuvo un solo balón mal lanzado, y ni siquiera traía guantes."

John Dietrich escribió en su recapitulación del juego Cleveland Plain Dealer de 1950, "En un día donde no se debió jugar futbol americano, los ingeniosos y aguerridos Wolverines salieron victoriosos en una batalla sobre la nieve…""

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La pregunta sobre si el juego debió jugarse en realidad nunca fue formulada. Los directores deportivos consideraron posponerlo, pero ninguno pudo recordar algún juego que se hubiera cancelado, así que siguieron adelante. Una de las razones por las que decidieron jugar es que varias almas valientes y aguerridas, entre ellos los familiares, habían asistido y se encontraban en las frígidas bancas. La asistencia fue de 50,503, aunque Dietrich calculó que solo fueron 30,000, lo cual sigue siendo una gran cantidad para un partido disputado en Arendelle. De todos modos, el frío nunca los molestó.

Aún más impresionante es el hecho que había tantos fans considerando que el partido Michigan-Ohio State ni siquiera era de "matar o morir". En ese entonces, Koceski dijo que Minnesota era el rival principal de Michigan. Zatkoff, quien jugaría en la NFL antes de regresar a Hamtramck, Michigan y fundar una compañía de construcción que hasta el día de hoy preside, añadió "Eran tiempos diferentes, todo arrancaba cuando Bo y Woody estaban en las filas contrarias, no como hoy; aún sigo consiguiendo doce boletos para mis clientes. No los puedo encontrar."

Lo cual quiere decir que el "Snow Bowl" no tuvo consecuencias. Previo a 1972, los equipos del "Big Ten" no tenían una política de "no repetir" para el Rose Bowl, por lo tanto Ohio State se quedó fuera por haber vencido a California en Pasadena un año antes. Michigan llegaría al "Snow Bowl" con la necesidad de que Northwestern pudiera sorprender a Illinois, lo cual se dio en Evanston. El marcador fue anunciado por las bocinas con un poco más de dos minutos restantes. Los fans de los Wolverines aguantaron los festejos hasta que su equipo aseguró la victoria por seis puntos. El 1 de enero de 1951, Michigan derrotó a California 14-6 en una tarde soleada y calurosa.

"Fue decepcionante porque queríamos ganar la conferencia", dice Widdoes, dentista retirado que trabajó en Sandusky, Ohio por cuatro décadas. "El clima ocasionó que el partido fuera anticlimático."

Después de su finalización, aún quedaba la pregunta del cómo regresar a casa. Los Widdoes, quienes vivían a 75 millas en Athens, no pudieron hacerlo sino hasta el martes o miércoles. Por otra parte, Koceksi optó por no acompañar a su gente de regreso a Canonsburg y regresó al campus. Fue una decisión acertada, ya que su familia llegó días después, donde recibió, lo que se podría llamar, una calurosa bienvenida.

"El tren regresó a Ann Arbor a la una de la mañana y fui a la pensión donde me había estado quedando", dice Koceksi. "La mujer que me atendió me trajo una botella de agua caliente para mi rodilla lastimada. Aún sigo agradecido por lo que hizo."