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Cultură

No necesito drogas, nena, las luces son suficiente

Bienvenido al futuro: un lugar en el que puedes ponerte hasta el huevo sin desperdiciar tu serotonina.

El domingo pasado, en lugar de seguir engordando con chelas y carne en el bar, fui a Islington a ponerme hasta el huevo en una habitación del Centro de Arte Candid. Sin embargo, no hubo drogas involucradas. En lugar de eso, activé mi tercer ojo con luces estroboscópicas, lo que me envió a un viaje alucinatorio por el cosmos de mi mente.

Pude tener esta experiencia alucinante gracias a un aparato llamado Lucia No. 3, un dispositivo que consiste en una lámpara rodeada de LEDs que cuelgan de un poste, frente al cual te tienes que sentar con los ojos cerrados. El dispositivo está conectado a una computadora que controla los patrones de luz que juegan con tu cerebro en un plano alterno de tu existencia. Esta máquina de luz psocodélica pertenece al Dr. Dirk Proeckl (neurólogo y psicólogo) y al Dr. Engelbert Winkler (psicólogo y psicoterapista), quienes se juntaron con Maria Lopes para crear Traveller Unlimited: un proyecto de arte experimental en el que tú eres el artista. Es un poco como meterte drogas, pero sin el bajón ni el dolor en la quijada.

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El autor, poniéndose hasta el huevo El dispositivo funciona alterando las ondas cerebrales alfa y estimulando algo llamado glándula pineal (porque parece el fruto de un pino, es en serio), ubicada en el centro del cerebro. La glándula pineal, la cual está ligada anatómica y funcionalmente a otros centros del cerebro, reacciona a la intensidad y al ritmo de la luz, lo que desata una reacción visual, como andar en pastas, en la mente de la persona. Durante mi experiencia, tuve que usar unos audífonos con música de trance (naturalmente) para aislar los ruidos externos. Después de unos momentos, con los ojos cerrados y en la obscuridad, empecé a ver colores brillantes y figuras amorfas pasando frente a mí: diseños geométricos anaranjados, una pirámide, algunos organismos microscópicos o partículas que no pude distinguir, además de otras estructuras y palacios psicodélicos que se colaban por mi visión periférica. Esto duró 20 minutos, en los que me pregunté si estaría atrapado ahí para siempre, pero después terminó y regresé a la habitación con el resto de los viajeros, quienes me preguntaron cómo me había ido. "Wow", fue lo único que pude decir.

Más tarde, el Dr. Proeckl sugirió que pude haber experimentado alguna especie de sinestesia (la condición en la que ves la música o escuchas los colores), lo cual explicaría los colores brillantes que "vi". Se supone que cada experiencia es diferente. Una mujer dijo que se sintió como si hubieran cortado su cerebro y lo hubieran dejado expuesto al mundo.

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La glándula pineal es una parte extraña de nuestro cerebro, y se le asocia con el tercer ojo, un rollo esotérico del que se habla en toda tradición mística (gnosticismo, hinduismo, budismo, taoismo, chamanismo, etcétera). Los yoguis avanzados lo pueden usar, y se supone que puede suprimir nuestra noción lineal sobre el espacio-tiempo. Por lo tanto, se le asocia con una percepción extrasensorial y un montón de superpoderes. Si todo esto te suena medio hippie, es porque nunca ha sido estudiado por la gente que no hace cosas místicas mientras escucha The Doors en chanclas. Pero, por mi experiencia, yo diría que los skinheads, el clero y los vendedores de celulares, se lo están perdiendo.

Asociar la glándula pineal con el tercer ojo místico no es simplemente simbólico, ya que se cree que las células pineales comparten un pasado con las células retinales del ojo. En ciertos reptiles y fósiles vivos, como la lamprea, se puede observar un "tercer" ojo parietal, por lo general en el centro de la cabeza.

Lo que Winkler y Prockl hicieron es un equipo que armoniza una luz destellante para que actue como una mezcla de drogas, meditación y videojuegos. Esto te permite atravesar las puertas de la percepción y presenciar visiones en un estado de conciencia alterado, como con la rola de trance ácido de Josh Wink en los noventa.

El Dr. Proeckl y el Dr. Winkler llevan un buen rato estudiando los efectos de la luz en los humanos, experimentando con sus clientes. La primer Lucia era una máquina de café modificada, en la cual reemplazaron todas las partes internas con lámaparas y electrónicos. También sabían que la luz había jugado un papel importante en esas tradiciones místicas de antaño. La gente llevaba siglos poniéndose hasta el pito con la luz.

El pequeño evento al que fui el domingo (no éramos más de cinco personas), fue parte de una búsqueda por entender mejor cómo es que el dispositivo afecta a las personas. Fue una pequeña parte del viaje que le espera al dispositivo: de máquina terapeútica a herramienta artística, a algo por lo que el Daily Mail se podrá cagar de miedo.  Fotos por Maria Lopes.