Estación del metro férreo que entra en la delegación Iztapalapa. La ley de narcomenudeo creada en el 2009 marca un límite de cantidad para diferenciar distribuidores de consumidores o farmacodependientes (adictos) "Estas cantidades no se corresponden con la realidad del mercado de drogas en las calles", dice Ana Paula Hernández en su Análisis de la 'Ley de narcomenudeo'.Tenía dos, menos de tres meses para hacer todo el trabajo. Pizaña es joven, acaba de cumplir los 21 pero la confianza con la que habla hace pensar que es mayor. No es duro, habla bajo e intercala las reflexiones que ha construido en la práctica con una calada honda, algún chiste, sonrisa y sigue:
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"Había que buscarlos, porque precisábamos incluir los puntos de venta de drogas en un estudio sociocultural de la zona, entonces recorrimos todas las colonias de las delegación, las 200".En realidad, fueron 199, entre colonias, barrios y pueblos. Pizaña explica que sin considerar e incluir la venta de drogas en el análisis planteado, no podría comprenderse jamás la realidad de una delegación tan compleja como Iztapalapa, la más populosa de la Ciudad de México. La más densamente poblada del país, según datos del Instituto de Estadística (INEGI). Y todo eso para tratar de entender un fenómeno doble: cómo afecta al lugar la venta de drogas y cómo a la vez, lo sostiene.
"Encontramos que en cada colonia hay, mínimo, cinco puntos de venta en los que se puede conseguir mariguana, cocaína y piedra (crack). Está cabrón lo que se ve y es muy variado. Está la gente que tiene su feria y le gusta generar con la venta, gente protegida que la hace y tan tan; luego encuentras una pinche tiendita tras una cortinita. O una familia de la que sólo ves a los niños, que salen a preguntarte cuánto quieres. O un taxista, al que le marcas y te deja la mariguana. También un par de lugares en que sentí los huevos en la garganta y pensé ¿por qué me metí aquí? En todos los casos, es muy fácil acceder a ese mundo".
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Pizaña y otros dos jóvenes más se aventaron el papel de compradores en todos los puntos que pudieron identificar, de manera metódica, recorriendo todas las calles de la delegación. "La gente de la organización que nos contactó nos acercó la sociología como herramienta de trabajo. El resto para mí fue por curiosidad y porque me gusta fumar, además de que soy de la pinche calle", y echa una larga carcajada. "Todo eso facilitó información, para no llegar a los puntos tan chato, porque si te ven dudar no te venden nada. De todas formas, lo que queríamos era simplemente confirmar que existían. Si comprábamos, enseguida era 'camínale papi que aquí calientas el pedo'".
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La pregunta ronda en el aire y Pizaña la responde sin que se la formulemos. "Todo el tiempo sabíamos que lo que estábamos haciendo era 'LA quemadota' de los puntos de venta, por eso ni siquiera registramos sus direcciones. Los fuimos numerando y localizando en un cuadrante sin especificar su ubicación exacta".Lo que pretendían era lograr un mapa de la densidad de los puntos de venta en la delegación, y lo lograron. "Tenemos guardado ese pinche mapa como mapa del tesoro".
Vender
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El vendedor está sentado en el frente de su casa porque hoy él tampoco trabaja. No tiene material y no le han traído. Tiene sólo mariguana y no compra más de un kilo para la reventa. Dice que la calidad es importante, por eso él no recurre a otros distribuidores, que sí los hay. Prefiere esperar.El vendedor es uno de los chicos del sistema de venta, es al que ven los consumidores. Es la cara visible que no podemos mostrar. "Por un tostón (50 pesos) te doy lo que es y de calidad, porque yo soy mariguano. Tampoco tengo un padrinazo que me diga: 'va puto, trabájele'. Si tuviera eso ya me les tiendo, pero cuidándome más. Lo que tengo hasta ahora me lo he ganado yo solo. Incluso lloviendo me iba con mi bicicleta a buscar el kilo. Una vez me llevaron hasta el cerro, pero mientras vaya con la fe, no hay pedo". Hace un gesto de saludo a un altar de la Guadalupe que nos queda en diagonal. Hay otro de San Judas Tadeo no muy lejos de donde conversamos. "Como fuera me iba, y había mota para la banda".
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¿El tráfico de la Ciudad de México está controlado por algún cártel? "Aquí en el DF no puede haber mafia por el tamaño. Un distribuidor bueno no puede saturarlo todo, tendría muchos problemas. Hay de todo, pero siempre hay quien llene las tiendas. Si la buscas, la encuentras, no hay de otra carnal".
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Para el vendedor, la única manera que una de las grandes organizaciones del tráfico y venta existentes en México domine el mercado de la capital sería entrando por arriba, con la anuencia del poder político. "No sería difícil, ¿o no hay un solo gobernador para toda la ciudad? Todo tiene un precio, un porcentaje de la ganancia. Entonces el cártel lo que va a hacer es llegar a romperte la madre y extorsionarte, para que te pongas a trabajar para ellos y si no, a chingar a su madre".
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¿Qué significaría para un vendedor chico, como él, pasar a trabajar para un cártel?"Es el patrón, pa´ pronto. La ventaja sería la protección, porque ya estaría acordado con la policía que te dejen trabajar. No lo vemos pero estamos bajo los huevos de ellos: siempre tienes que llegar con alguien de la policía para que te dejen en paz. Así se manejan todos con la tira, hay que darles pa' su chesco (mordida, soborno). Todos los puntos grandes tienen contacto con la policía, tienen padrino. A mí, que ni me conocen ni los conozco, he tenido suerte".Dice que si se instala la mafia el costo de los sobornos se dispararía: "Ya no te saldría un chesco la luz (una cantidad baja para el soborno) ¿de dónde voy a sacar 3 o 5 mil pesos al mes, si para eso estoy trabajando? Creo que si el gobernador no quisiera droga en la Ciudad, la droga no pasa. La policía maneja todo aquí, ellos mueven el pedo. Desde el más grande al más pequeño se presta para la mamada".
La ley
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Claro que los topes establecidos en esa tabla no tienen nada que ver con el consumo real de un usuario promedio y mucho menos con la realidad de la venta callejera. El ejemplo es la cocaína, que suele venderse de a gramo, pero el tope para la ley es que lleves medio gramo en el bolsillo.
Lo que la ley permitió, en rigor, fue que el Ministerio Público no ejerza acción penal contra los consumidores que se adecuaran a sus reglas. Es decir, para la ley, un consumidor sigue siendo un criminal, salvo que el Estado decide no acusarlo por eso.En la práctica, esa decisión se toma una vez que la policía detuvo a la persona y la llevó frente al MP, que se tomó sus 48 horas para investigar el asunto. Como explica la socióloga Ana Paula Hernández: "el consumidor será tratado como delincuente hasta que el MP lo libere".La reforma dio más atribuciones a la policía para perseguir el eslabón más fino del narcotráfico, en dónde el usuario entra a formar parte. Fue la forma que el Estado encontró para criminalizar al consumidor, en contra de las tendencias globales,—de la DEA incluso— que bregan por la despenalización del uso de ciertas sustancias. La tabla indica una pena de 10 meses a 3 años de prisión por simple posesión, sin fines de comercio o suministro, para las personas que sean detenidas con cantidades mayores de las permitidas en la tabla ya mencionada. Consejo: si te para la policía, jamás de los jamases respondas que estás llevándole droga a un amigo.
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A su vez, explica la socióloga Hernández, la distinción entre consumidor y farmacodependiente es importante aunque poco clara, ya que al segundo el Estado puede obligarlo a someterse a un tratamiento previsto en la ley.Esta política represiva del narcomenudeo, que pretende atacar sólo la oferta, no logró impactar en el flujo disponible. No disminuyó la cantidad de drogas en las calles, en parte, porque la situación económica reinante (por nombrar el factor más obvio) hace que alguien siempre esté dispuesto a cubrir el punto de venta que quedó vacante.
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Su obvia contracara es el incremento de personas encarceladas por posesión o suministro de drogas en cantidades mínimas e irrisorias. En los últimos diez años, aumentó en un 84 por ciento la cantidad de personas presas en la Ciudad de México. Se estima que el 75 por ciento de los presos acusados de delitos contra la salud cayó por tener encima menos de 100 dólares en drogas. Muchos de ellos eran consumidores.
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Trabajar
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No existen otros trabajos similares, explica Avilés, por lo que es imposible aún comparar la densidad de los puntos de venta de Iztapalapa con la de otras delegaciones de la capital mexicana. "Todo lo que se puede hacer con esta información es a nivel de prevención; no somos policía ni jueces para juzgar a nadie", aclara. "Nuestro trabajo gira en torno a tres ejes: prevención de la violencia, cultura y juventud". A partir del diagnóstico, crearon diez proyectos, que básicamente tienen al hip hop como herramienta de transformación social.Lo que Pizaña encontró, observando los pliegues de la realidad cotidiana, fue un mundo diverso de trabajadores de la droga.
Habla el vendedor: "No toda la gente fue la banda conmigo, también me robaron, o se fueron con la feria y me dejaron esperando. Pasé muchas cosas para conseguir el contacto bueno que hoy tengo, me costó. A veces duermo, a veces no. Vas caminando por la calle y te das cuenta de cómo la tira anda de civil y se quiere vestir así como nosotros, pero se les nota. Me late que ahora me va mejor, pero no me quiero ambicionar. Se siente hasta uno chido de no tener pedos en su cuadra, en su calle, en su barrio. En mi casa viven varias familias, tengo esposa e hijos. ¿Dónde voy a meter dos kilos de mota, o tres o cinco? Ahora me quiero hacer más invisible y no puedo".
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Por ese motivo también rechaza vender polvo y piedra (cocaína y crack): más ruido, más gente circulando, más pedo, más problemas. "Aquí se trata de andar callado la boca, poco a poco. Nunca bajarse, al chile. Pero con la piedra y el polvo estamos hablando de palabras mayores."En la conversación interviene también El Gato (no es su apodo real), que ocasionalmente ha vendido hierba. Su mecanismo fue aún más improvisado: ir a Tepito y salir con un kilo de mariguana en la mochila, que distribuyó entre sus conocidos. "Es que conozco pura banda grifa", explicó. No lo hace siempre, pero recurrió a la venta en momentos en que necesitaba la feria.
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Para Pizaña, la clave con respecto a las drogas está en cambiar el concepto: "Esto no es algo que se pueda erradicar, siempre ha existido el consumo de drogas y cuando se lo ha querido erradicar, ha sido mediante remedios muy cabrones ¡Y vuelve a estar wey!"El vendedor piensa igual: "Yo que soy de aquí, que soy cábula te digo, la neta, que el barrio está tranquilo. En las tiendas todo sigue igual y al chile, nada va a cambiar. No viviríamos a gusto, no viviríamos bien. Aquí jamás podría ser como en el gabacho (Estados Unidos) que la gente va de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, que las calles están siempre solas. El mexicano no es así, el mexicano es un desmadre".Al caer la tarde, Pizaña nos lleva a uno de los cerros, para apreciar apenas una parte del monstruo que es la delegación Iztapalapa. El consumo, la producción y la venta vienen de tiempo atrás, pero nunca fue tan fácil como ahora acceder a ese mundo, que no está tan oculto y que se compone de una variedad de situaciones tan amplia como las calles en que brillan las lucecitas allá abajo.